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De cuando el barro nos llegaba a los tobillos - Episodio 9: Atletismo

María Ángeles Valverde: El Espíritu pionero del atletismo en Valdepeñas

"De cuando el barro nos llegaba a los tobillos - Episodio 9: Atletismo" nos lleva a la Valdepeñas que abrió camino al atletismo en la voz de María Ángeles

Gran parte del equipo que formó el Club de Atletismo Caridad Ortega
Gran parte del equipo que formó el Club de Atletismo Caridad Ortega
Javier Lebrón / VALDEPEÑAS

En el corazón de Valdepeñas, hace casi medio siglo, cuando el asfalto aún no conocía la huella de zapatillas veloces y los sueños de atletismo parecían lejanos, comenzó a gestarse una historia. No fue un inicio marcado por grandes infraestructuras o reconocimientos, sino por el eco de unas pisadas valientes en el Parque Cervantes. Entre el inconfundible olor del matadero y la ausencia de pistas, un grupo de jóvenes, lideradas por la entonces adolescente María Ángeles Valverde Lebrancón, empezó a correr sin saber que, con cada zancada, estaban tejiendo los primeros hilos de algo extraordinario.

El despertar del atletismo en Valdepeñas (1975)

En 1975, en Valdepeñas, una generación de chicas jóvenes, incluida María Ángeles Valverde Lebrancón, comenzó a correr por el Parque Cervantes. Lo hacían entre los olores del matadero y sin las infraestructuras adecuadas, desconociendo la trascendencia de sus pasos. María Ángeles relata: «Yo en el 75 empecé con 16 años. Empecé cuando empezaba a estudiar FP, segundo curso».

Foto actual23
María Ángeles Valverde, la mirada de una deportista de las que dejan huella y amante del atletismo

El atletismo era entonces prácticamente desconocido en la localidad, sin instalaciones ni clubes. Todo estaba por crear. María Ángeles recuerda el inicio: «conocí a un señor que corría por el parque. Era un fiscal que había venido aquí al juzgado. Un cargo importante. Y él era entrenador nacional en Madrid».

Ese hombre, Carlos Fidalgo, traía un conocimiento técnico y una vocación transformadora. Según María Ángeles, él «empezó a captar a gente joven, como los institutos estaban junto al parque Cervantes. Teníamos pegado a un matadero, que tenía un olor horroroso. Teníamos que entrenar incluso con ese olor. Pero lo hacíamos, aun así».

Entrenaban sin pista ni material, pero con gran entusiasmo. Así se formó un grupo humano. María Ángeles narra: «Fue captando gente del instituto, de FP, y fue formando un grupo. Nos fuimos mezclando la gente de un instituto y otro. y luego fue aumentando con gente que conocíamos de fuera, de los pueblos. Incluso se sumaron algunos porque había un entrenador con cierta relevancia, porque Carlos tenía grandes conocimientos de atletismo».

Carlos Fidalgo no solo guiaba, sino que enseñaba a correr. María Ángeles enfatiza: «Hay que aprender a correr. Y para hacerlo todo mucho más fácil y gastando la menor energía posible. La gente no sabe bracear, no sabe colocar el pie, talón-punta o punta-talón. La elevación de la rodilla. el club tenía una elegancia muy particular porque éramos elegantes corriendo. Y porque no gastábamos energía inútilmente».

Surgió así un grupo pionero que entrenaba con método pese a la falta de medios y apoyo institucional. La pasión superaba las duras condiciones materiales. María Ángeles recuerda su propia experiencia: «Yo corría, yo he corrido de todo. Desde 200 en pista hasta correr maratón. Corrí la maratón de Madrid. Pero al principio eran pequeñas carreras: el cross de Puertollano, una en Montiel, otra en la provincia. Íbamos con nuestros medios. Con nuestros coches. Corríamos y nos veníamos. Nadie nos financiaba. Aportábamos una cuota todos. Y muchos éramos estudiantes».

Carrera del chorizo2
Carrera del chorizo con María Ángeles en el segundo puesto del podio, Pilar caminero en el tercero, con la ristra de chorizos con la que coronaban a los vencedores.

Así comenzaron las primeras líneas del atletismo valdepeñero. Con 16 años, María Ángeles y su hermana Rosa iniciaron su camino en este deporte, un camino que duraría años.

Carlos Fidalgo: el hombre que lo cambió todo y las mujeres que rompieron moldes

Fiscal de profesión y entrenador de alma, Carlos Fidalgo fue el catalizador del atletismo en Valdepeñas. Llegó por un traslado, pero su pasión y experiencia lo llevaron a ver el potencial en jóvenes atletas que nadie más notaba.

Lo que empezó informalmente, Carlos lo moldeó con su vocación pedagógica y transformadora. Como contaba María Ángeles, Fidalgo captaba jóvenes de los institutos cercanos al único parque Cervantes. Lo que empezó de esta forma tan sencilla, en un parque y entrenando bajo el olor a pieles secando, acabó en un club que sería como una familia y que tendría el nombre de una de las grandes y amiga de Carlos Fidalgo: Club Caridad Ortega.

Carlos no solo captaba atletas, los formaba en técnica y disciplina, ofreciéndoles motivación y un sentido de pertenencia. «Carlos fue nuestro padre, nuestro psicólogo, nuestro todo», afirma María Ángeles, destacando que los ayudaba «en todos los aspectos». Añade: «Nos metió el gusanillo de correr. Nos decía: ‘Que no habléis’, pero era porque nos veía con ilusión. Íbamos trotando y la gente no se creía que fuéramos hablando mientras corríamos». También, logró que personas con «problemas a nivel psicológico» recondujeran sus vidas a través del atletismo.

Su implicación era total, sin recursos públicos. Él diseñaba las series, enseñaba la técnica de braceo y colocación del pie, y aguantaba las inclemencias del tiempo. «Carlos tenía grandes nociones de gimnasia y de cómo se entrenaba en atletismo. Y hacíamos allí todo en el parque, que cayeran chuzos de punta o hiciera calor. Teníamos que aguantar», cuenta María Ángeles. Su visión y capacidad humana fueron extraordinarias: «Nos enseñó a correr, pero también nos enseñó a ser».

Junto a la influencia de Carlos, y como parte fundamental de esa transformación, las mujeres del equipo, entre ellas María Ángeles y su hermana Rosa, también forjaron un camino rompiendo moldes. En los años 70, ver a una mujer corriendo por la calle, y más aún con pantalón corto, resultaba inusual y la gente las miraba con extrañeza. María Ángeles rememora: «Nos miraban las piernas. La gente no estaba acostumbrada.»

El grupo que empezó en 1975
El grupo que empezó en 1975 con María Ángeles (Segunda por la izquierda), Cristina vestida de calle justo a su derecha y Rosa al final de la foto.

Sin embargo, ellas lo hicieron con total naturalidad. Su presencia pública era una declaración, una forma de ocupar un espacio que antes no les pertenecía y de normalizar lo que la sociedad consideraba raro. A pesar de ser un grupo femenino reducido, entrenaban con el mismo rigor que los chicos, sin trato diferenciado. «Nuestro entrenador nos trajo un tipo de braguita que eran de las primeras que trajo de fuera. Cuando salimos con ellas, todo el mundo mirando, éramos la envidia de todo el mundo», comenta.

María Ángeles ve su experiencia no como una lucha contra el machismo, sino como algo vivido con orgullo. «Lo hicimos tan natural, tan normal, que la gente aprendió a verlo así. Éramos responsables, buenas estudiantes, buena actitud. A mí me captaron porque sabían que yo era buena gimnasta, responsable, y también éramos disciplinadas», asegura. Su hermana melliza, Rosa, fue una compañera inseparable, incluso continuó corriendo en Londres.

Desde Valdepeñas hasta Madrid, estas chicas corrieron por placer, salud y comunidad. Sin saberlo, abrieron camino para muchas otras. Normalizaron lo inusual con determinación. María Ángeles recuerda: «Yo decía: ‘yo seguiré, estaré embarazada y seguiré entrenando’. Fui madre mayor, pero debido al físico que tenía, y a que era muy sana, llevé un embarazo como si hubiera tenido 18 años. No se lo creían».

El cuerpo, la salud, la libertad de moverse por la calle sin pedir permiso; todo eso también era correr.

Viajes, compañerismo y un legado más allá de la meta

En los primeros años del Club Caridad Ortega, competir significaba moverse. Sin pista en Valdepeñas ni circuito estable, el atletismo era una experiencia nómada y autofinanciada. María Ángeles recuerda: «Cogíamos los coches, corríamos y nos veníamos. Con nuestros medios. No nos financiaba nadie. Nos íbamos a Coslada, a Móstoles, a Canillejas. No nos financiaba nadie».

El equipo con Carlos Fidalgo agachado en el centro de la foto
El equipo con Carlos Fidalgo agachado en el centro de la foto

Las primeras carreras fueron humildes, crosses por pueblos cercanos como Puertollano o Montiel. A pesar del doble esfuerzo de llegar y competir, nadie se quejaba; el atletismo era comunidad. «Mi primera competición fueron pequeñas carreras en la provincia. Íbamos al cross de Puertollano, a una carrera por un campo por ahí perdido en Montiel», relata. Los atletas, en su mayoría estudiantes, aportaban una cuota, un verdadero esfuerzo. «Cuando empezamos con el club, aportábamos todos una cuota. Éramos estudiantes, la mayoría».

Entrenaban sin gimnasio ni vestuario, en el parque bajo cualquier clima, marcando series de 200 o 300 metros en la tierra. «Hacíamos todo en el parque. Que cayeran chuzos de punta, que hiciera calor, teníamos que aguantar. Series allí, de 300, de 200», cuenta María Ángeles. La «carrera del chorizo» en Puertollano, un cross duro con niebla o barrizal, es uno de sus recuerdos más singulares, culminando con chorizo y pan tras la competición.

El recuerdo más fuerte no era la meta, sino el grupo: los chistes, los ánimos, el sentirse parte. «Era todo muy distendido. Hacíamos bromas, intentábamos hacerlo agradable. Se trataba de ir con ilusión», dice María Ángeles. La ayuda y el ánimo entre compañeros eran fundamentales: «Yo animaba a mis compañeros. Siempre les animábamos. He contribuido siempre a que llegaran hasta el final». Para ella, el atletismo fue una carrera junto a otros.

Además del núcleo más visible, muchas otras personas dejaron su huella en aquel grupo. Compañeras como Isabel Serrano, África Fernández, Toñi, Mari Carmen Simarro, Pilar Caminero o María Ángeles Román formaron parte activa del equipo y compartieron entrenamientos, viajes y esfuerzo. Cristina, otra integrante muy cercana, recordada con especial cariño, logró mantenerse en el grupo pese a una cardiopatía, gracias a la sensibilidad con la que Carlos adaptaba el entrenamiento. También destacaron Vicente García, o los hermanos Valero, figuras constantes en el día a día del club.

Gran parte del equipo que formó el Club de Atletismo Caridad Ortega
Gran parte del equipo que formó el Club de Atletismo Caridad Ortega

La implicación del profesorado fue otro pilar silencioso pero firme: Carlos Salvador Pérez Bustos, Jesús Torres y Sancha, todos ellos docentes del FP Gregorio Prieto, apoyaron con entusiasmo al grupo, facilitando recursos y motivación en una etapa donde casi todo se hacía desde la voluntad. También recuerda con gran cariño a Mateo Gómez Aparicio, como gran atleta y referente para muchas generaciones.

Algunas figuras, como Mari, vinculada al Bar Sebastián, también ayudaron a conectar a las atletas con competiciones en Madrid, demostrando que la red del club se extendía más allá del parque Cervantes.

La implicación de María Ángeles en el atletismo no terminó con la competición; creció desde otro lugar, enfocándose en los demás. «Como veteranas hicimos mucho por el club. Ayudábamos mucho a la gente que flaqueaba. Éramos compañeras y también amigas de Carlos. Colaborábamos en lo que podíamos», afirma. Sin cargos oficiales, su presencia y actitud eran pilares para el grupo. «Yo era una persona muy sociable, muy optimista. Se trataba de que la gente se llevara bien, que socializaran, que se sintieran parte del grupo».

Carlos Fidalgo la veía como un apoyo emocional clave, especialmente para quienes tenían dificultades personales. «Cuando había alguien con problemas, intentábamos apoyarlo. Y que mediante el deporte pudiera reconducir su vida», señala. El club se convirtió en un refugio y una red de apoyo, donde María Ángeles y su hermana Rosa desempeñaron un papel esencial. «Mi hermana y yo hacíamos todo juntas. Teníamos el mismo objetivo: ayudar a la gente, divertirnos, entrenar».

Aunque un accidente y la osteoporosis la alejaron de la pista, María Ángeles nunca perdió su vínculo con el atletismo. Su legado reside en la gente que acompañó y en el club que ayudó a sostener. «Yo nunca he querido grandes reconocimientos. A mí el deporte me ha servido como medio de superación. Me ha ayudó a tener una capacidad de lucha grande», confiesa. Para ella, correr nunca fue solo correr; fue una escuela de vida.

Del tartán al asfalto: el atletismo que vino después

María Ángeles ya no corre, pero sigue el atletismo con la pasión de quien construyó sus cimientos. «Se me pone el vello de punta», expresa. Ve todas las competiciones, analizando y siendo «muy autocrítica».

Se le ilumina la voz al hablar de las corredoras actuales, destacando a Paula Sevilla: «Tenemos una gran corredora aquí en la provincia: Paula Sevilla. Maravillosa. Me encanta. Qué elegante es corriendo, qué zancada, qué movimiento de brazos». También recuerda a Antonio Serrano, salido del mismo club, y a su hija Esther, confirmando que la historia no solo sigue, sino que ha florecido. «Antonio Serrano salió de la cantera del Club Caridad Ortega. Y su hija también ha sido una gran atleta».

Paula Sevilla durante la carrera / Foto: RFEA
Paula Sevilla durante la carrera / Foto: RFEA

María Ángeles es consciente de que el atletismo actual, ya consolidado en Valdepeñas con la continuidad de clubes como Athletics Club y el trabajo de Juan Crespo, se gestó en aquella etapa precaria de los años 70.

Con visión crítica, María Ángeles advierte sobre las carreras populares: «Se anima mucha gente, sí. Pero mucha gente necesita más nociones antes de salir a correr. No deben empezar sin una base. Y eso puede ser peligroso». Valora las iniciativas solidarias: «Las concentraciones por una causa me parecen fundamentales. La lucha contra el cáncer, la ELA. Eso anima a la gente. Y tiene un valor enorme».

Destaca especialmente la mejora técnica del atletismo femenino español. «Ha subido porque han cuidado mucho la técnica. El braceo, la zancada, la postura. Eso, ergonómicamente, es fundamental. España lleva tres años dándonos grandes alegrías. Me encantó ver el relevo de 4×100 y 4×400 femenino en el campeonato de Europa. Impresionante».

María Ángeles Valverde con 16 años
María Ángeles Valverde cuando comenzó con 16 años.

Años después de su última carrera, María Ángeles sigue viendo el atletismo como una escuela de vida. «El atletismo es el deporte más completo que hay. Me ayudó a madurar. A valorar la fuerza de voluntad. A entender lo que es el esfuerzo. A ayudar a los demás. A pensar mientras corres». Concluye con un mensaje que atraviesa toda su trayectoria: «Animo a las mujeres a que hagan más deporte. Físicamente y psicológicamente. Porque el deporte te limpia la cabeza. Si amas el deporte, no querrás hacer otras cosas». Para ella, correr es más que correr.

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