Juan Cañestro Vicario
Otro eslabón importante de la historia del CD Manchego es Juan Cañestro. Lleva prestando sus servicios cerca de 20 años, como delegado de campo y como administrador, continuando en ese aspecto las funciones de Anguita en las oficinas del club, donde siempre atendía a cualquier consulta de los informadores. Para Juan Cañestro, que como jugador nunca brilló, su vocación fue la de árbitro. Lo fue desde la temporada 73/74 a la 87/88 en Preferente, además de ser juez de línea en Primera y Segunda. Una vez retirado, pasó a ser miembro del Comité Técnico de la Federación hasta la campaña 91/92. Meses después, siendo presidente del club capitalino Manolo Navarro, se incorporó al Manchego, aprovechando sus conocimientos como exárbitro para ejercer su labor de delegado, para mantener grandes relaciones con los que cada jornada pitaban, tanto dentro como fuera de casa. Con ellos colaboraba en la presentación de fichas, impidiendo que personas ajenas delimitaran el campo y, si hacía falta, solicitando la protección de las fuerzas del orden en momentos puntuales.
En las dos décadas que Juan Cañestro lleva en el club ha conocido ascensos, descensos y, sobre todo, cinco temporadas en Segunda División B.
Manolo Peláez
Llegó poco después de inaugurarse el campo de la Puerta de Santa María. Su trabajo siempre había sido de carpintero y ese fue el motivo por el que le contrataron, pues el campo estaba rodeado de vallas de madera y él conocía el oficio y su conservación. Ya como conserje, con un sueldo de 300 pesetas y casa, se levantaba a las 7:00 para dejarnos entrenar a los que éramos unos chavales y en varias ocasiones él hacía de entrenador. Su vida acabó en 1979, cuando le quedaba uno para jubilarse, después de 30 años al servicio del viejo campo Santa María.
Antonio Carbelo
Fue el segundo conserje de las instalaciones deportivas de la capital. Corría el año 1971 cuando se inauguró el Príncipe Juan Carlos y el campo necesitaba un experto con dedicación y conocimientos. El ayuntamiento capitalino pensó en Carbelo, que años atrás había dejado de jugar como gran portero del Calvo Sotelo y había pasado a la empresa del mismo nombre como empleado del viejo Cerrú.
Con los mismos galones, también con casa propia dentro del recinto, Antonio Carbelo fue uno de los guardianes más fieles del nuevo Príncipe Juan Carlos, al que mimó con celo exagerado, creando amigos y algún que otro mortal enemigo, especialmente entre aquellos entrenadores que pretendían ejercitarse cuatro días por semana y Carbelo se lo impedía, porque el terreno tenía que estar en perfectas condiciones para el próximo partido de liga. Y así, hasta su jubilación, en 1992, cuando dejó el polideportivo, aunque siguió viviendo en la capital hasta 2008, cuando falleció a los 81 años.
Domingo Anguita Ruiz
Ocupa otro puesto de honor entre los “siete magníficos”, de los que no jugaron con el Manchego, pero fueron indispensables para el club. Fue “secretario general” mancheguista. Nació en Villamayor de Calatrava el 2 de agosto de 1922 y en el 64 relevó en el cargo a Alejandro García, que marchó a Madrid. Tomó Anguita, cuando era presidente Rafael Gómez Ullate, el mando. Y ahí estuvo 33 años en la secretaría hasta su jubilación. Durante ese tiempo conoció a 18 presidentes. Por sus manos pasaron miles de fichas de jugadores, con sus historiales y anécdotas correspondientes, escritas a bolígrafo o máquina de escribir. Siempre estaba en la brecha, tanto en los buenos como en los malos momentos. En alguno incluso llegó a desempeñar cargos como el de presidente o delegado de campo, siempre por necesidad. Domingo fue, sin duda, un eslabón importante en la historia del CD Manchego.
Petróleo, el eléctrico
Felipe Jacinto Isidoro, conocido por “Petróleo”, fue un peculiar utillero del 76 al 82, que se hizo famoso por su eléctrico proceder cuando eran necesarios sus servicios por la lesión de algún jugador local. Su pequeña estatura no le impedía cargar con una caja de madera a manera de botiquín, en la que solo llevaba vendas, réflex y el milagroso agua del grifo, y recorrer en pocos segundos la distancia hasta el lesionado. Su peculiar estilo hacía que el espectador le aplaudiese por su gesto humanitario, aplausos que se repetían cuando su equipo iba ganando a escasos segundos para el final del partido y no interesaba correr. De él, de “Petróleo”, podemos decir que fue el autor de la canción de moda de 2018, “Pasito a pasito”. Era un “crack” el célebre “Petróleo”.
Constancio, el Peleas
Constancio Espadas Ortis tuvo ficha con el CD Manchego la temporada 79/80 como ayudante de “Petróleo”, pero muchos años antes, como seguidor, ya se había dado a conocer como un auténtico “peleas” de la causa, pues era componente de la peña que popularizó el “Manchego Rico” que todavía hoy se sigue recordando en los corrillos deportivos de viejos y nuevos aficionados.
Cuando pasó por el club como cuidador, su primer trabajo consistía en tener la ropa de los jugadores en perfectas condiciones para entrenamientos y partidos, limpieza de botas, balones inflados y todo lo relacionado con la utilería. Después se “doctoró” en fisio y pasó a ser masajista del equipo, bajo la mirada del doctor Javier Moreno Martín, médico que durante muchos años, del 86 al 2000, fue el cuidador de la salud de los jugadores. Pero años antes a Constancio le detectaron una ceguera progresiva que le impidió seguir. Para el “Peleas” se terminaron las broncas, especialmente con los árbitros que él consideraba que habían perjudicado a su Manchego Rico. En una ocasión se aferró a la verja de la caseta de los colegiados y si no es por la policía la hubiera arrancado de cuajo. El arrebato fue tan feroz que le tuvieron que sujetar con fuerza y necesitó que le atendiera el médico. Podemos aseverar que la pasión que sentía por los colores mancheguistas fue el prólogo de la ceguera con la que convive hasta hoy. Ceguera que no le impide asistir a algunos partidos de liga, acompañado por su amigo “Peloncho”, que le va narrando, a su manera, las incidencias del choque. Constancio, con noventa años, sigue siendo uno de los magníficos.
Ángel Sánchez, “Peloncho”
Nació de pie un 21 de julio de 1932, en el mejor barrio del Torreón. Cuando sólo contaba cinco años, aprendió las primeras letras en la Escuela Popular. En el recreo jugaba al fútbol con todos sus compañeros y a pesar de su pequeño cuerpo, sus piernas eran las de un gladiador, fuertes y equilibradas. Viéndole jugar, un día un espectador afirmó que se parecía a “Peloncho” y desde entonces quedó bautizado con ese sobrenombre que lleva a gala por donde va. Dicen que un día en el mercado le preguntaron por Ángel y él dijo que no le conocía. El que preguntó insistió: “Dicen que le llaman ‘Peloncho”. “Ah, sí, ‘Peloncho’ soy yo”, respondió.
Este es el ‘Peloncho’ que conocemos y saludamos todos los días tomando un café en La Frasca, donde a diario es el encargado de abastacer de churros, compara la prensa y repartir encargos a establecimientos cercanos al mercado municipal. Con poco más de 12 años empezó a trabajar en el viejo mercado, que por entonces estaba cerca de lo que hoy es el edificio de la Gobernación Civil, a la espalda del ayuntamiento. A finales de los 40 se inauguró el nuevo mercado y desde entonces “Peloncho” sigue siendo el primero en llegar a su trabajo, esperando que el encargado abra las puertas sobre las 7:00. Así lleva 70 años, en los que pasó de pequeño ayudante a transportista-repartidor, distribuyendo fruta por varios pueblos. Dice que tardaba en llegar a Puertollano, con su primera moto-carro, más de hora y media, descargaba y regresaba sobre las 14:00. Pasaron los años y “Peloncho” compró hasta cuatro moto-carros de segunda mano. Hoy sigue conduciendo los dos últimos, a sus 86 años, aunque él, en broma, dice que tiene 99 castañas.
Pero además de su digno trabajo, el popular “Peloncho” es un forofo de dos equipos de fútbol. Uno es el CD Manchego. El otro, el Real Madrid. Y no digas nada contra ellos, porque sales perdiendo. “Por el Manchego mato”, dice. Uno de sus mejores recuerdos es un partido disputado en el campo mítico de la Puerta Granada, cuando encaramado a un árbo0l vio cómo al mítico Solana le reventaron la cabeza y con ella vendada siguió jugando y hasta marcó dos goles al Albacete. “No lo olvidaré nunca”, recuerda “Peloncho”.
Y si por el Manchego, “mata”, por el Real Madrid “asesina” con la mirada al que ose dudar del que para él, y para muchos más, es el mejor equipo del mundo.
“Peloncho” ha sido y es uno de los mejores colaboradores que tiene el Manchego. Con él hizo excursiones cuando viajaban fuera y dentro de la península, ha rifado sartenes u otros utensilios en el autobús. Conocía a todos los presidentes y jugadores que pasaron por el club, le dio tiempo a criar siete hijos y ahí los tiene, en la puerta de entrada al Poli o a la Ciudad Deportiva Sur, ofreciendo a todo el que pasa sus papeletas de rifa, lotería del club, libros o cartones del bingo con la rebeldía de un principiante en defensa de su equipo. “Peloncho” ha generado beneficios económicos imposibles de calcular, millones de las antiguas pesetas, pues nunca cobró portes en traslados de sedes ni oficinas del club.
Juan Cañestro Vicario
Otro eslabón importante de la historia del CD Manchego es Juan Cañestro. Lleva prestando sus servicios cerca de 20 años, como delegado de campo y como administrador, continuando en ese aspecto las funciones de Anguita en las oficinas del club, donde siempre atendía a cualquier consulta de los informadores. Para Juan Cañestro, que como jugador nunca brilló, su vocación fue la de árbitro. Lo fue desde la temporada 73/74 a la 87/88 en Preferente, además de ser juez de línea en Primera y Segunda. Una vez retirado, pasó a ser miembro del Comité Técnico de la Federación hasta la campaña 91/92. Meses después, siendo presidente del club capitalino Manolo Navarro, se incorporó al Manchego, aprovechando sus conocimientos como exárbitro para ejercer su labor de delegado, para mantener grandes relaciones con los que cada jornada pitaban, tanto dentro como fuera de casa. Con ellos colaboraba en la presentación de fichas, impidiendo que personas ajenas delimitaran el campo y, si hacía falta, solicitando la protección de las fuerzas del orden en momentos puntuales.
En las dos décadas que Juan Cañestro lleva en el club ha conocido ascensos, descensos y, sobre todo, cinco temporadas en Segunda División B.
