Las camisetas del Real Madrid y el FC Barcelona están en todas partes. En Las Ramblas y en la Puerta del Sol, pero también en Marraketch, en Kuala Lumpur o en Auckland. Con más motivo, en Latinoamérica, donde desde niños a mayores “le van” al Barcelona o al Real con la misma naturalidad y la misma pasión que en España. El fútbol es un deporte global y no hay más que viajar para comprobarlo. Por eso, esta historia comienza en, digamos, El Salvador, y termina en Barcelona, pasando por Ciudad Real, aunque los nombres y los lugares no son todo lo precisos que exige la teoría periodística, para proteger la identidad de los protagonistas.
Santa Ana no está lejos de la frontera con Guatemala. Tampoco de San Salvador. No puede estarlo porque El Salvador es un país realmente pequeño. La población de Santa Ana ronda los 300.000 habitantes y su economía se basa en gran medida en el café. Quiere eso decir que hay una “clase” cafetalera, gentes que si el precio va bien manejan muchos dólares, que lo pasa mal si no es así. No es un grupo de rentistas desocupados, sino trabajadores a la antigua, capataces que pasan el día en sus fincas y la noche pensando en lluvias, terremotos, volcanes y huracanes. Haroldo y Marcelo pertenecen a ese grupo. Haroldo se desvive por el Madrid; Marcelo por el Barça. No recuerdan desde cuándo son amigos ni cuándo empezaron a forjar el proyecto de ir a ver un “Clásico”. Por fin, tras muchos planes frustrados, acuerdan que será esta temporada, el 6 de mayo en el Camp Nou. No será el mejor, porque el Barça tiene en su mano la liga y el Madrid solo piensa en la Champions, pero es un Clásico.
Organizar el viaje no tiene mucho misterio, pero conseguir las entradas es otra cosa. En la web del Barça solo se venden las VIP, que pasan de largo de los mil euros. Hay otras webs que las ofertan más baratas, pero no se fían demasiado. El hijo de Haroldo, que no cumple ya los 30, les habla de un amigo suyo, que vivió hace años en San Salvador con él, cuando estudiaba en la universidad. Es un cooperante español, un buen amigo. Ahora vive en Ciudad Real, en España. Se pone en contacto con él y le pide el favor de que le compre las entradas por internet, sobre todo para que se las envíen a una dirección española, porque el pago se puede hacer con tarjeta.
Desde Ciudad Real, Santiago, nombre ficticio del “amigo español”, hace un rápido repaso a las webs más conocidas: Viagogo, Ticketmaster, Stubhub… El aspecto es muy profesional, las posibilidades de elección muchas. Las entradas son caras, pero bastante más baratas que en la web del equipo culé donde solo están las VIPS. Después de varias consultas, se deciden por dos entradas de lo que llaman categoría 2 que cuestan 788,43 cada una en Stubhub. Cuando se realiza el pago, Santiago recibe un correo con los detalles y entre otras cosas se lee que las entradas son “abonos de temporada”. Es la primera noticia de ello.
Más o menos por entonces el Barça prepara lo que Josep Vives, portavoz de la entidad blaugrana, calificaba posteriormente en rueda de prensa, como “la acción más importante, más grande y más contundente contra el fraude y la reventa”.
Haroldo y Marcelo vuelan a Barcelona. Santiago recibe en su casa de Ciudad Real las entradas, que efectivamente no son tales, sino dos abonos. Con las instrucciones confirma que la operación es, al menos, irregular. Hasta ese momento no tenía muy claro si los abonados cedían sus carnets, como ocurre en muchos campos, para que el club los pusiera a la venta, directamente o por medio de un intermediario. Pero las instrucciones vienen encabezadas por una petición: “Le rogamos que no lleve consigo estas instrucciones al estadio. Simplemente léalas”. Y poco después le explican que “(…) si algún trabajador del estadio les pregunta cómo han conseguido estos abonos por favor respondan que ‘se los ha dejado un amigo de Barcelona’ y por favor no digan que han pagado por ellos”. Las instrucciones tienen dos páginas. La segunda, en la que están los ruegos, sin el logo de la empresa (Consulta aquí las instruciones 1 – 2). Stubhub explica a este respecto, por medio de su gabinete de prensa, que “pone en contacto a vendedor y comprador” y que “no se responsabiliza de la información que el vendedor incluya por su propia cuenta en la documentación que se entrega al comprador junto a las entradas adquiridas. StubHub no es el autor de las instrucciones para entrar al estadio enviadas al comprador ni tenía conocimiento de que el vendedor las hubiera incluido”.
Santiago les envía los abonos por mensajero a Haroldo y Marcelo a su hotel, donde estos las reciben para ir al partido.
En el club se plantean qué hacer con la reventa el día del encuentro. Moviliza a más de 120 personas para controlarla, pero decide dejar pasar a los portadores de las entradas, “para garantizar la seguridad”, como explicó Vives, ya que “habían pagado de buena fe por una entrada y si no les hubiéramos dejado entrar se habrían querido llevar la entrada y ahora no tendríamos la prueba”. El club detectó 2.823 entradas falsificadas y cifró el perjuicio económico en 1,5 millones de euros, tirando a la baja.
Haroldo y Marcelo pasaron sin problemas con sus abonos, que no estaban falsificados, pero cuya cesión a cambio de dinero prohíbe el Barça, aunque no está nada claro que lo haga la legislación. El club detectó además 72 abonos “con mal uso”, que es la categoría a la que pertenecían los de los salvadoreños.
El partido estuvo mucho mejor de lo previsto. Luis Suárez adelantó al Barça, respondió Cristiano, expulsaron a Sergi Roberto en el 45, pero Messi volvió a poner por delante a los suyos con uno menos. Bale estableció el definitivo 2-2.
Al día siguiente, Haroldo y Marcelo devuelven los abonos. Un mensajero pasa por su hotel para recogerlos y Stubhub les llama para conocer su opinión por su servicio.
Una semana después, el FC Barcelona anuncia que suspende temporalmente a los 2.823 socios que “vendieron” su abono, a la espera de tomar una decisión definitiva, que según el artículo 74 de los Estatutos puede ir de dos años de suspensión a la expulsión definitiva, además de una indemnización.
Solo un ejemplo
La historia de Haroldo y Marcelo, que va de El Salvador a Barcelona, pasando por Ciudad Real, es una de tantas, una ilustración de cómo está cambiando el panorama de venta y reventa de entradas desde hace unos años. Y ese panorama no es en blanco y negro, sino que hay muchos grises. La tecnología ha traído, además, nuevos actores, como las plataformas que en teoría ponen en contacto a vendedores y compradores, representadas en la Asociación Nacional de Ticketing (ANATIC). Vamos a tratar de bosquejar lo que está ocurriendo y en qué marco legal.
La reventa en España no es ilegal. Sí lo es, específicamente, la reventa en la calle. El dato es sorprendente, pero es que la legislación que regula esta actividad data de 1982, una vez pasado el Mundial de Naranjito. Así lo recuerda, por ejemplo, la Organización de Consumidores y Usiarios (OCU), cuyo gabinete de prensa remite a las campañas y notas que publica en su web para fijar su postura. “La ley es antigua y no contempla expresamente la prohibición de la reventa por internet, situación aprovechada por numerosos sitios web y que es fuente de continuos problemas para los consumidores”, explican. Sin embargo, Rubén Sánchez, portavoz de FACUA, niega la mayor: “La reventa es ilegal. Las competencias de espectáculos están transferidas a las Comunidades y lo que hay que exigir es que las administraciones actúen con toda la contundencia que sea posible”.
El Real Decreto 2816/1982 de facto legaliza la reventa al tiempo que la limita, porque viene a decir que “las Empresas sólo podrán distribuir entre las Entidades autorizadas para la reventa un máximo del 25 por 100 de las localidades de cada clase que no sean objeto de abonos” y explica que el precio no podrá exceder “en ningún caso del 20 por 100 sobre el precio marcado”. Además, prohíbe terminantemente “la venta y la reventa callejera o ambulante”.
“Está claro que, en 1982, cuando se creó la legislación todavía vigente, estábamos en otra época en la que no existía Internet. En aquel momento se pensaba sobre todo en el impacto que pudiera tener la venta y la reventa callejera en la seguridad de los estadios y sus aledaños, y son estas prácticas las que prohibía la ley. De todas formas, también es cierto que en aquel tiempo sí existía la venta telefónica y en locales con licencia administrativa, unas actividades más homologables con la nuestra, y que la legislación no prohibió”, afirma Borja García Fuster, director regional para Europa meridional de Stubhub. Por cierto, que la empresa pertenece a EBay.
García Fuster nos introduce en el nuevo panorama, prácticamente sin fronteras: “Internet ha cambiado completamente el entorno ofreciendo nuevas posibilidades de compra venta de entradas. Desde StubHub abogamos por una regulación que proteja los derechos de todos los actores en el sector: artistas, promotoras, ticketeras y, por supuesto, fans. Y esta regulación, teniendo en cuenta que afecta a un nuevo canal como Internet, que no tiene fronteras, debería en nuestra opinión realizarse a nivel nacional”.
Consulta Pública
La situación preocupa. No es fácil saber cuánto dinero mueve el sector, entre otras cosas porque estas plataformas pertenecen a grupos multinacionales y no suelen tener su domicilio fiscal en España. Los cantantes han sido de los primeros en levantar la voz. U2, Joaquín Sabina o Alejandro Sanz han sido alguno de ellos. En conciertos de mucha demanda, las entradas se agotan a los pocos minutos de haber sido puestas a la venta. Poco después, están disponibles en plataformas de reventa. Por supuesto mucho más caras. Las hay incluso que las ponen a la venta antes de que salgan las entradas. Los consumidores se enfrentan a un escenario en el que tienen asegurados sus derechos. El caso más sonado de los últimos tiempos fue el del concierto de U2 en Madrid. En diez minutos volaron 16.000 entradas en Ticketmaster. A partir de ese momento, los interesados podían adquirirlas, más caras, en Seatwave. Las dos plataformas forman parte del grupo Live Nation.
El Ministerio de Cultura llevó a cabo una Consulta Pública para tratar de pergeñar una legislación sobre la venta y la reventa telemática. La presidenta de ANTIAC, Silvia Requena, explica que “el mercado secundario de entradas les ayuda a resolver problemas a los usuarios, ofreciéndoles plataformas en las que pueden vender de forma sencilla y segura sus entradas”. García Fuster, de Stuhbub explica que su empresa ha colaborado “en la consulta aportando los conocimientos que tenemos. En primer lugar, hemos recomendado que se prohíba la compra masiva de entradas a través de los bots, una práctica a la que nos hemos opuesto desde el principio. Asimismo, creemos que se debería dotar de más transparencia a la industria, obligando al mercado primario a publicar el número de entradas que pone a la venta en las distintas fases, de tal manera que los fans tengan esa información de antemano. Por último, hemos mostrado nuestra oposición a la introducción de límites de precios en el mercado de la reventa. Según el Informe Waterson, un estudio encargado por el Gobierno británico, lo único que consiguen estos límites es empujar a los vendedores al mercado negro, y eso al final perjudica a todos”.
Otro actor fundamental en este asunto es Google. El buscador es la puerta de entrada de los que buscan comprar una entrada. Desde Ciudad Real igual que desde Burgos, el comprador encuentra lo que busca por medio de Google. El 7 de febrero el buscador, que prácticamente monopoliza el mercado en España, empujado básicamente por los promotores, anunció que endurecía sus medidas para proporcionar a los usuarios “más claridad” sobre el proveedor que revende las entradas.
Concretamente, Google pretende que las plataformas dejen claro que “no se trata de un mercado primario y que los precios pueden ser superiores al valor original de las entradas”.
Borja García Fuster asegura que “StubHub ha participado de forma activa en conversaciones con Google en torno a la política que afecta a nuestra plataforma y cumplimos con ella”.
| ALGUNAS POSIBLES SOLUCIONES |
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| Rubén Sánchez, de FACUA, lo tiene claro: “Lo primero que hay que hacer es sancionar a los que cometan irregularidades. Lo que está pasando es evidente y las administraciones tendrían que actuar de oficio, imponiendo sanciones”. Además del carácter ejemplarizante de las mismas una vez que se venden las entradas, desde la industria, al menos desde una parte de la industria, se proponen diferentes métodos para tratar de controlar la reventa, especialmente que se desvíen entradas a la reventa sin apenas pasar por el mercado primario. Una de ellas es la de elimina los “bots”, los robots de compras automáticas. Tecnologías sencillas como los cpatchas pueden contribuir a ello. Otra idea es la de imponer entradas nominales o el “fan verificado”, es decir, premiar al seguidor de un artista o un equipo. Stubhub no aboga por estas medidas. García Fuster proporciona, además, algunos datos sobre los que reflexionar: “Las cifras en Estados Unidos muestran que de media más del 50% de las entradas nunca slen a la venta en el mercado primario, ya que se quedan dentro de la propia industria y van a parar directamente a partners, VIPs o vendedores autorizados. Tampoco es el sector de la reventa el que las acapara, de hecho, entre un 0,5% y un 3% del total se venden por Stubhub. Creemos que el mercado primario debería hacer público el porcentaje total de las entradas que se ponen a la venta al público y si hay preventas”. El año pasado, Alejandro Sanz creó la “Alianza Anti-reventa”, una práctica que considera “injusta” para espectadores y artistas, tras verse afectado por la “reventa masiva” de entradas para su concierto de Madrid. “No es justo que unos pocos se aprovechen de las ilusiones de muchos, por eso pido a mis compañeros que se unan a esta alianza y que exijamos a nuestras autoridades que pongan en marcha los mecanismos necesarios para evitar la reventa”. |
El eslabón débil
En medio ambiente que se parece bastante a una selva, el consumidor final es, por supuesto, el eslabón más débil. “Tenemos bastante quejas”, confirma Rubén Sánchez, de FACUA; mientras que la OCU señala sobre todo a Viagogo. Basta rastrear un poco por internet para encontrarse casos de entradas falsificadas, de problemas para acceder a los conciertos o estadios. Proporciona la OCU un par de quejas: de Pablo G. sobre unas entradas para Roland Garros, y Alba L. por unas entradas para el Santiago Bernabeu. Evidentemente, se trata de excepciones y el argumento de las plataformas es, básicamente, uno. “En StubHub creemos que los fans deben tener la libertad para poder vender su entrada si finalmente deciden no asistir al encuentro o no les sea posible acudir”, resume García Fuster.
En el caso de lo ocurrido con Haroldo y Marcelo, que compran lo que creen unas entradas y reciben un par de abonos, el representante de Stubhub afirma que la empresa no entra “en los acuerdos privados que pueda haber entre los que venden las entradas y la promotora de estas, en este caso, el club” y pone sobre la mesa un dato: “Todas las entradas adquiridas en StubHub están protegidas por la Garantía FanProtect, que asegura que a cualquier persona a la que se le haya denegado el acceso a un evento se le reembolsará íntegramente el valor de la misma, siempre y cuando no hubiera sido posible proporcionarle una entrada en sustitución”.
Decalaje
Siempre hay un desfase, un decalaje entre la realidad y la legislación. La segunda corre detrás de la primera sin alcanzarla, pero en el caso de la venta y la reventa de entradas la distancia entre ambas es demasiado grande, lo que implica riesgos para los que se encuentran en una situación de menos fuerza. La llegada de internet y la delegación de las competencias en las administraciones autonómicas, además de la dificultad para controlar las transacciones hacen que una reglamentación de hace 36 años resulte como poco inútil en la letra y de difícil aplicación en el espíritu. La reventa 2.0 está pidiendo a gritos una regulación.
