Cualquiera que siga el fútbol sala femenino, seguro que alguna vez se ha cruzado con el nombre de Rebeca Culebras; una jugadora que desde bien temprano ha destacado por encima del resto, con una calidad y un temperamento que hace que todo entrenador quiera tenerla en su vestuario.

Culebras firmó el último gol del partido copero
En el deporte, donde todo se simplifica erróneamente en los números, Culebras es capaz de demostrar que además de ellos, donde también encabeza las mejores anotaciones, el ejemplo de compromiso multiplica sobre el resto de cualidades, como si fuese parte de la fórmula inmortalizada por Victor Küppers: (C + H) x A, donde C representa conocimientos, H representa habilidades y A representa actitud.
Lo vivido este martes en el Gemma Arenas fue claro ejemplo de ello. Por la mañana recibió el golpazo del fallecimiento de su abuela y contaba como baja; por la tarde, contra todo pronóstico, apareció en el pabellón para estar con las suyas en una de esas citas históricas.
Con las lágrimas aguantando para no derramarse, saltó a la pista, se puso al frente de su equipo y dio rienda suelta a una de esas exhibiciones que se recuerdan por más años que pasen, que empezó con un emocionante minuto de silencio.
Anotó el último gol del encuentro y fue el alma del conjunto encajero que se sobrepuso al 1-2 del marcador para acabar pasando por encima de Guadalcacín en la prórroga, consiguiendo el pase a la siguiente ronda de la Copa.
El tanto fue el broche para que sus dedos índices se le elevasen al cielo, regalándole a su abuela ese momento que sabía a felicidad rota, que se materializó en el abrazo con las suyas mientras brotaba el llanto contenido, que se fue diluyendo entre el cariño de un equipo que supo arroparla y que acabó regalando de forma coral esta victoria al cielo.
Allá donde esté, seguro que celebró la vida. D.E.P.