Decía Lucio Anneo Séneca que ‘el vino lava nuestras inquietudes, enjuaga el alma hasta el fondo y asegura la curación de la tristeza’. Estas célebres palabras bien podrían extrapolarse hasta una región eminentemente vitivinícola como es Castilla-La Mancha, una tierra en la que el néctar de Baco es uno de sus principales exponentes y donde desde hace algunos días la vendimia se encuentra a pleno rendimiento.
Conscientes de la importancia que tiene el vino dentro de la esfera económica y social en la provincia de Ciudad Real, un territorio que ya no se entiende sin visualizar sus inmensos campos de vides y su terruño, Lanza se ha trasladado hasta un terreno conocido como Valdebao, cerca de los Ojos del Guadiana, y situado a unos ocho kilómetros de Villarrubia de los Ojos para vivir en primera persona una tradicional jornada de vendimia en vaso, en este caso con la recolección de la uva Airén, la reina entre las variedades blancas de Castilla-La Mancha.
Los tiempos están cambiando y con ellos los procesos de recolección de la uva donde la vendimia tradicional poco a poco está perdiendo protagonismo frente a la mecanización del campo que. Además, se está viendo catapultada por la falta de mano de obra. Si uno recorre algún rincón de la geografía provincial durante estos días, cada vez resulta más frecuente encontrar vides en espaldera en detrimento de las viñas de vaso de toda la vida. Por este motivo dar con cuadrillas de trabajadores que quieran vendimiar también se ha convertido en una tarea cuanto menos complicada, siendo a veces una auténtica odisea.
Y es que cada vez es menos frecuente encontrar a personas recolectando uva de manera manual, un oficio que aunque se encuentra ligado a toda Castilla-La Mancha durante este periodo, con el paso del tiempo parece haber quedado atrás en algunas zonas de la región para dar paso a la vendimia con máquina, permaneciendo casi en la reminiscencia de ciertos románticos que adoran la vendimia tradicional, esa que se practica toda la vida y se trabaja de sol a sol, donde el capazo y las tijeras son las herramientas de trabajo que cobran especial protagonismo.
Dejar un oficio para acabar trabajando en el campo
De un tiempo a esta parte cada vez es más corriente encontrar a profesionales procedentes de la construcción o de otros sectores de actividad que, por unas causas o por otras, se ven obligados a dejar sus anteriores trabajos para recalar en el campo. Un claro ejemplo de ello es el caso de José Luis Carretero García, quien anteriormente trabajaba en la construcción, pero que desde hace cinco años dedica a la agricultura toda su jornada laboral.
“En el campo me encuentro muy a gusto, y es un oficio que me gusta. Pero los primeros tiempos no fueron fáciles, pues me costó mucho trabajo encontrar tierras que arrendar para poderlas trabajar”, explica el propio José Luis, un agricultor de Villarrubia de los Ojos quien además de recolectar la uva también tiene arrendadas tierras con almendros y olivos para trabajar.
En su día, para poder dedicarse al campo decidió comprarse un tractor, así como una pala y un remolque de los denominados ‘bañera’. Pero, en ocasiones también utiliza el tractor que tenía su abuelo. Y es que al final todo parece quedar en familia, dentro de un trabajo que habitualmente se ha transmitido de generación en generación, aunque los tiempos estén cambiando por la falta de relevo generacional.
A sus 35 años confiesa que con apenas catorce o quince ya iba al campo para ayudar su familia dentro del noble oficio de la agricultura, un trabajo que considera “más duro” que el de la construcción, lo que tratándose de dos sectores tan sacrificados son palabras mayores.
Preguntado sobre si uno de los principales problemas que acechan al campo es la falta de mano de obra, señala que “trabajo en el campo hay, lo que sucede es que en ocasiones hay pocas ganas de trabajar, ya que te tiene que gustar el oficio”.
Durante una jornada normal de vendimia, José Luis suele levantarse a las seis y media de la mañana para empezar a preparar todo el material que va a necesitar tiempo después. Sobre las ocho de la mañana, y una vez que se ha tomado el café de rigor, comienza el trabajo de campo con la recolección de la uva. Y así lo hace de manera continuada hasta las seis de la tarde, aunque siempre respetando el sagrado tiempo para almorzar y fumarse unos dos cigarros.
Recuerda que comenzó a vendimiar con su tractor hace unos días, tanto con las varietales blancas tempranas, como con la uva tinta, por lo que ya prácticamente todo lo que le queda de recolectar esta campaña es de uva blanca Airén.
Una vendimia cada vez más mecanizada
La vendimia con máquinas para recoger la uva de las viñas en espaldera se encuentra cada vez más generalizada. A ello hay que unir la dificultad de encontrar a cuadrillas que quieran vendimiar. Y las que hay, tienen que completarse con trabajadores extranjeros, pues los que proceden de España resultan insuficientes. Todo ello pone de manifiesto que el mundo del campo y la vendimia están cambiando a pasos agigantados.
En el caso concreto de José Luis, de los seis trabajadores que conforman este año su cuadrilla, tres son rumanos, dos son españoles y otro de origen marroquí.
Precisamente una de las personas que va con José Luis durante la vendimia es Viorica, una trabajadora rumana a la que en estos días de recolección también acompañan su hijo Juan y su cuñada Geta.
A Viorica no le asusta trabajar en el campo. Es más, reconoce que es algo que le gusta. Y es que como dice “si no me gustase el campo no estaríamos aquí” a la vez que afirma de manera tajante que “si una persona quiere trabajar, encuentras trabajo. Pero si no se quiere trabajar todo es más complicado”.
Lleva en España desde hace 23 años, de los cuales siete u ocho los ha dedicado a vendimiar, una tarea que también ha completado con la recogida de aceituna, entre otras labores. Confiesa que todos los años, una vez que finaliza la vendimia, siempre encuentra unos días para regresar a Rumanía por un tiempo aproximado de un mes, aunque luego toca regresar a España, pues la recogida de aceituna comienza pronto.
A pesar de sentirse muy a gusto en España, un país donde reconoce que “se vive bien” y en donde reside toda su familia, encuentra algunas diferencias entre el carácter rumano y el español, si bien apunta que hay que estar donde hay trabajo, pues “si no trabajas, no hay dinero”.
Por su parte su hijo Juan, que suele dedicarse al oficio del tractor y a la reforma, lleva unos dos años echando una mano a su madre durante la vendimia. Y aquí permanecerá hasta que vuelva a trabajar a Madrid.
Un día de vendimia en El Progreso
Para conocer mejor como es el día a día de una bodega durante la campaña de vendimia, Lanza se ha desplazado también hasta la Cooperativa El Progreso, en Villarrubia de los Ojos, que se encuentra integrada dentro del Grupo VIDASOL, junto con Los Pozos (Daimiel), Oleovinícola Campo de Calatrava (Bolaños) en Ciudad Real, y Santo Cristo del Prado (Madridejos) en Toledo.
El vicepresidente de El Progreso, Luis Millán Fernández Bravo, recuerda que en la actualidad la cooperativa cuenta con unos 2.300 socios, entre los que se encuentran los que tienen viñas y los que tienen olivares, siendo viticultores en su gran mayoría. La mayor parte proceden de Villarrubia de los Ojos, aunque también hay otros que vienen desde Fuente el Fresno o de otras localidades cercanas. Contando todos los viñedos que tienen los socios, El Progreso puede abarcar unas 9.000 hectáreas de viñedo, entre una tinta y blanca (en su gran mayoría).
A estas alturas de vendimia, El Progreso puede llevar vendimiadas más de 40 millones de kilos de uva, si bien cada campaña la cooperativa suele elaborar una media de 64 millones de litros de vino. De esta manera, los socios de El Progreso estiman que para este año se dará una cosecha media que puede oscilar entre los 80 y 85 millones de kilos de uva, lo que supondrá un aumento respecto a la recolección del año pasado, que rondó los 76 millones.
Luis Millán comenta que la vendimia en El Progreso comenzó en la madrugada del 8 al 9 de agosto con la recogida de las varietales tempranas Chardonnay y Sauvignon Blanc, a lo que añade que estarán recepcionando uva hasta primeros de octubre, al indicar que ”la maduración está yendo muy lenta”.
Destaca a su vez como en la actualidad la cooperativa tiene tres líneas de comercialización: una de embotellado, otra de ‘Bag in box’ y otra PET.
Departamento de calidad y laboratorio
Uno de los departamentos más importantes de una bodega es el de la calidad, pues de ello de ello dependerá, en gran medida, el resultado final del producto. El director de Calidad de la Cooperativa El Progreso es Pedro Jesús Fernández Sánchez de León. Natural de Villarrubia de los Ojos, lleva en la bodega desde hace catorce años, aunque desde hace unos diez ocupa el cargo de director de Calidad. Durante todos los días del año tiene que trabajar codo con codo y en perfecta armonía con el director técnico de la Cooperativa El Progreso, Juan Nieto. Y es que de ello dependen en gran medida los éxitos y buenos resultados de la bodega.
Pedro Jesús Fernández explica que durante un día normal de vendimia, dentro de su departamento, lo primero que hacen es recibir la uva que viene del campo para realizar los controles de evaluación de calidad, con el fin de separar la uva que tiene una alta calidad de aquella que presenta una calidad media o baja. Todo ello “basándonos en la acidez total, si tiene podredumbre, etc. Por tanto, básicamente hacemos el control desde el comienzo de la fermentación hasta el final del proceso, realizando también un seguimiento exhaustivo de las densidades y trabajando para que los vinos lleguen a tener las máximas condiciones organolépticas mediante las últimas técnicas de vinificación que empleamos en El Progreso”.
También indica que a estas alturas de septiembre la uva ya suele estar madura, quedando únicamente por recoger la uva blanca, pues la tinta se terminó de recepcionar a principios de semana.
Señala a su vez que en términos generales la calidad que presenta este año el fruto es “muy buena”, añadiendo que la graduación de azúcar de la uva es “algo menor que la de otras campañas”. Precisamente este es uno de los factores que tienen que tener muy en cuenta desde el laboratorio de El Progreso, sobre todo si así lo dictan mercados: “Si el mercado demanda unos vinos de alta graduación, es algo que tenemos que tener muy presente. En este sentido, en El Progreso tenemos la ventaja de contar con la suficiente capacidad para separar una uva de otra con el fin de poder servir a los diferentes clientes con los que nos encontramos”.
El director de Calidad también pone en valor las “buenas instalaciones” con las que cuenta la Cooperativa El Progreso, una bodega que está preparada para “altas cosechas”, si bien este año todo parece indicar que la cosecha será “normal”, incrementándose en torno a un 20% respecto a la del año pasado, que fue considerada como “mala”.
Sobre los vinos que comercializa El Progreso destaca que “están a la última” dentro del mercado, incidiendo en que “además de ser la Cooperativa oleovinícola más antigua de España de actividad ininterrumpida, aquí es donde procuramos tener las últimas técnicas de vinificación para poder llegar a todos los mercados tanto europeos como dentro del americano y asiático, debido a que nuestras ventas de graneles y embotellados están repartidas por todo el mundo”.
Respecto a las últimas tendencias del mercado, donde los consumidores empiezan a demandar un mayor número de vinos blancos al tener una menor graduación que los tintos y poder servirse más fríos, Pedro Jesús Fernández señala que este es un asunto que tienen muy presente dentro del Progreso pues “a nosotros también nos afecta, como sucede con las otras bodegas”, si bien destaca que “en nuestro caso puede suponer una oportunidad pues alrededor del 80% de la uva que tenemos es blanca, por lo que estamos potenciándola año tras año para darle calidad”.
Entre los utensilios y el material con el que cuenta la Cooperativa El Progreso, el director de Calidad indica que en el laboratorio dispone de las típicas técnicas de análisis tradicionales, así como de equipos de analizadores multiparamétricos, de infrarrojos y enzimáticos, que son los que, con una alta fiabilidad, indican el resultado de cada parámetro para poder llevar a cabo las fermentaciones y las elaboraciones de la mejor manera.
Centro Logístico Sostenible
Una de las joyas de la corona de la Cooperativa El Progreso es su nuevo Centro Logístico Sostenible, inaugurado en diciembre del año pasado y que permite a la bodega poder crecer hasta los 10 millones de litros de producto envasado. Este espacio cuenta con diversas zonas polivalentes para oficinas, una tienda, salas de catas y eventos relacionados con el vino y el aceite con el fin de adaptarse a los nuevos tiempos y a las necesidades que demanda el mercado y los consumidores.
Según informa la propia bodega, El Progreso es una de las principales productoras y exportadoras de Europa. Comercializa más de 20 marcas de vino, acogidas a las Denominaciones DO La Mancha e IGP Tierra de Castilla, espumosos con y sin alcohol, mostos fermentados de baja graduación y desalcoholizados 0.0. Del mismo modo, elabora AOVE (aceite de oliva virgen extra) de marca El Progreso; Olirrubia, Cosecha Temprana y Los Medianiles (ecológico). Esta cooperativa certifica AOVEs cornicabra de DOP Aceite Montes de Toledo. Con más de 13.000 hectáreas de producción, la cooperativa villarrubiera, que además preside los grupos cooperativos VIDASOL y Oleo VIDABOL, ha cosechado en los últimos años más de 130 premios nacionales e internacionales, de gran prestigio.
Entre las virtudes de la cooperativa se encuentra su enorme “versatilidad y la capacidad de adaptación ante nuevos mercados, clientes y retos que se les presenten”. Todo ello unido a la gran pasión por el terruño, por todo lo que hacen y por su tierra: Villarrubia de los Ojos.
De cara a adaptarse a las necesidades del mercado, desde El Progreso se encuentran en una constante búsqueda de nuevos avances que permitan mejorar todos los procesos que hay en la elaboración de sus vinos, con el fin de satisfacer las necesidades y los gustos de los clientes.