El sector agrícola, esencial para el abastecimiento alimentario en el estado de alarma, apenas ha entendido de fases en la desescalada hacia otra normalidad post pandemia. Sin descanso en su actividad, las primeras restricciones impuestas a la movilidad, como la reducción de pasajeros en las furgonetas de trabajo o la limitación a los desplazamientos de los temporeros, se fueron solventando a golpe de resolución, mientras que el principal problema que persiste derivado de la pandemia es la falta de mano de obra extranjera, vital para campañas como el ajo o los espárragos.
En el caso de Ciudad Real, la agricultura mantiene a 16.000 personas ocupadas, según la última EPA. Unas 11.000 asalariadas, que serán las que en su mayoría se ocupen de la corta del ajo ya iniciada, y de la recogida de las alrededor 2.000 hectáreas de cebolla, y de otras 10.000 ha de melón y sandía que estos días se siembran.
Algunos productores resaltan la tranquilidad en la actividad, coincidiendo este 18 de mayo con la entrada de la provincia en la fase 1 tras haber superado la cero.
Lo que más lamentan son las salvedades del Gobierno central a la movilidad foránea, ya que los empresarios agrarios necesitarán para la provincia entre 5.000 y 7.000 temporeros. En buena parte podrían proveerse de fuerza laboral española procedente del desempleo.
Con todo, el campo es uno de los sectores que más trabajadores aglutina desde el inicio de la crisis sanitaria, con un 88,9% de autónomos en activo, según ATA, y con previsión de aumentar en el periodo de desescalada.
No bajar la guardia
La seguridad de los empleados es lo más importante y por ello desde Asaja Ciudad Real instan a su asociados a “no bajar la guardia”, y a seguir cumpliendo de manera rigurosa las medidas de protección y el plan de riesgos laborales entre su personal. El respeto de las distancias mínimas en las furgonetas y en el campo, y ofrecer a los temporeros unas condiciones dignas en los alojamientos son sus principales recomendaciones.
Siguen cumpliendo, aseguran, con las medidas sanitarias y de seguridad impuestas –uso de mascarillas, guantes y otros materiales a la entrada y salida del trabajo, además de guardar la distancia social- y poder así hacer frente al coronavirus.
El joven agricultor Manuel Carmona, de Argamasilla de Alba, confirma la normalidad en la actividad del campo tras dejar la fase cero.
El uso de mascarillas, la desinfección de los materiales y vehículos y los viajes con distancia de sus ocupantes son reglas que siguen desde hace semanas, aunque antes “tuviéramos que echar más viajes” para el traslado de los trabajadores.
Tiene parcelas de cebollas y tomates, y está sembrando melones, así como está en pleno inicio del corte de ajo, que de cara próximas campañas planificará de manera mecanizada para así “depender menos de mano de obra”.
Para este trabajo necesita de “gente más cualificada”, que en su caso no supondrá un problema porque los temporeros foráneos con los que cuenta habitualmente están en España.
A la espera de mano de obra
Antonio Almarcha, productor ajero también de Argamasilla de Alba confirma las buenas expectativas, al menos de producción, de la presente campaña, en parte por la buena climatología registrada en primavera.
Ha sembrado 40 hectáreas de ajos, que empezará a recoger a partir del próximo lunes porque “todavía están tiernos”, y está a la espera de asegurarse de mano de obra cualificada para esta corta. “Hay que saber” como saben los temporeros rumanos que todos los años se encargan de la recolección “a destajo” en la zona.
Es la única particularidad que ha traído el estado de alarma por el coronavirus y que sigue presente tras llegar a la fase 1 en la desescalada.
Los contingentes están en el aire y la carencia de 14 días de cuarentena en el caso de que lleguen los trabajadores desde Rumanía contrarían, en su opinión, los trabajos en esta recolección “porque necesitamos mucha mano de obra”.
También sembrará hasta junio unas 20 hectáreas de melón y sandía (parte de ésta ya la ha soterrado) para abastecer los mercados en verano con esta fruta, una labor que ha realizado junto a un tractorista “sin problemas” a la hora de trasladarse a las explotaciones.
Los márgenes de plantación no se pueden aplazar
Ángel López, de Bolaños de Calatrava, también comenta la regularidad que preside el trabajo de los cultivos en las últimas semanas, incluso con el estado de alarma, porque “los márgenes de plantación no se pueden aplazar”. Hay que sembrar “en las fechas que toca”, al margen de los problemas iniciales en la logística y el transporte de personas.
Titular de 15 hectáreas de cebolla en el pueblo más ‘cebollero’ de la provincia (con unas 1.400 hectáreas de cultivo, casi el 70% de las 2.100 h de Ciudad Real), López ha realizado el sembrado de la hortícola en las últimas semanas, y en otras pocas necesitará mano de obra (en el desarrollo del ciclo del cultivo no precisa).
No tendrá problema, porque Bolaños es un pueblo “con muchísima población extranjera”. La única pega es “no tener la capacidad de poder desplazar a la gente”.
Este producto es muy apreciado en mesas domésticas y en el canal Horeca (hoteles y restaurantes), ahora cerrado, aunque persistan los precios bajos en origen. En la actualidad, el mercado nacional, que es el que está abierto, demanda la cebolla pequeña –comercializada en buti (en mallas de tres o cuatro)-, mientras que la de más calibre (que es la que se cultiva principalmente en Ciudad Real y Castilla-La Mancha), tiene sus principales salidas en el exterior, ahora con restricciones en las exportaciones y en plena reactivación del sector industrial.
Esta situación excepcional ha lastrado más el valor en origen de la cebolla, que “es más que barato”. Según el Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD) de abril, el precio de un kilo de cebolla en origen se situó en 0,07 euros el kilo, frente a los 1,29 euros de destino, con una diferencia porcentual del 1.743%, 18 veces más.
Las cotizaciones, a juicio de López, son “una desgracia”, porque la absoluta falta de rentabilidad puede llevar al pensamiento de “pasar el rulo o dejarlo al ganado”.
Sin embargo, espera que “la comercialización de la chica empiece a mejorar”.
“Pedimos precios razonables, no para hacernos ricos pero para poder vivir”, defiende el productor.