El director de la OIV, Pau Roca, primer español en ostentar este cargo, concluye su mandato después de cuatro años.
Conocedor de las fortalezas y debilidades del sector del vino, Roca opina que “España tiene una retaguardia muy sólida”. Biólogo de formación, Roca es un humanista del siglo XXI convencido de que hay que lanzar un debate científico sobre el nuevo papel que desempeñan los datos y la digitalización en el sector vitivinícola.
P- Usted es el primer español que ha estado al frente de la dirección de la Organización del Vino (OIV) y eso le habrá permitido tener una visión global de cómo está España en el ámbito internacional en el sector vitivinícola…
R- Es cierto que durante estos cuatro años que he estado en la OIV, y antes desde la Federación Española del Vino, he llegado a conocer bastante bien el sector vitivinícola español; sus potencialidades, sus puntos de riesgo y críticos.
España con relación al mundo del vino está muy bien posicionada. La producción es diversa por su configuración geográfica. Tiene problemas de agua y ello incide en unos rendimientos bajos. Pero España tiene altas calidades y muy diversas. Es un gran mosaico de producción y eso hace que tenga una oferta muy interesante.
P.- ¿Cree que el sector del vino español sabe venderse en el mundo?
R.- Haciendo un símil futbolístico, España tiene dos delanteros que marcan más goles, como Francia y Italia. Ellos tienen mayor entrada en muchos mercados y, por tanto, España queda a veces rezagada al medio campo. Pero formando parte de ese colectivo no le va mal porque de alguna manera si hay excedentes en España, también los sitúa, pasa la pelota al delantero y eso a veces va bien. Creo que España se mueve bien. España tiene su plaza en el mundo del vino bien cuidada. Y, sobre todo, tiene una retaguardia muy sólida; un viñedo muy grande y una potencialidad rural que ha conectado con su viñedo.
España puede volver a repoblar una gran parte de su ruralidad gracias al viñedo. Gracias al cultivo remunerativo, o sea con pocas hectáreas, se puede producir más con mucho trabajo, eso es cierto, pero mucho más que otros cultivos extensivos. Y la viña, siendo un cultivo intensivo, es muy agradecida y muy creativa. Se puede llegar a ofrecer el producto final; es decir un producto agrícola en su conjunto. La botella de vino encima del mantel, del restaurante, lo puede hacer el propio productor que está cavando la viña y podándola. Y eso es muy interesante.
Creo que en un futuro también el sector vitivinícola será ejemplo para muchos sectores agrícolas que no tienen esa segmentación de precios como el vino. Por tanto, todo este potencial de poder hacer negocio desde el campo faltaba saber venderlo. Yo creo que nos vendemos bien pero hay que encontrar más vendedores o más actores.
P.- En este congreso se ha alertado de una nueva ola o tendencia de Ley Seca. ¿De qué forma puede afectar al sector vitivinícola?
R.- Hay una tendencia global en Europa, una neoprohibición, al estilo de la Ley Seca, pero con distinta connotación que la se desarrolló en EE.UU hace un siglo. Ahora se está intentado demonizar al producto quitando su espacio en la sociedad. ¿Por qué? Hay consumidores preocupados por temas de salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) habla sobre este tema ex cátedra y hace dogmas. La sociedad tiene miedo al riesgo de enfermedad y muerte. Ello hace que haya un campo muy bien abonado para situaciones alarmistas donde nadie asume su propio riesgo. En los países mediterráneos, como España e Italia, hay una conducta ejemplar frente a las bebidas alcohólicas. Tenemos nuestras propias reglas. En la sociedad española ha habido siempre un vínculo inteligente con el vino por la educación que hemos intentado transmitir con ese consumo; dentro de la familia, en las comidas, como un acto social…
P.- En la sesión inaugural del Congreso Mundial de la Viña y el Vino usted ha declarado que la transición digital en el sector ha de ser inclusiva y no debe dejar a nadie atrás…..
R.- Las nuevas tecnologías deben ser asumidas por todos los agentes de la cadena. Y los gobiernos están para asegurar esto. Hay un esfuerzo innovador entre bodegas y consumidor final. También es muy importante que el agricultor esté protegido frente a la posible alienación de los datos del producto. Tiene que haber una identidad digital; la identificación del vino desde la viña. El vino es un producto vivo y empieza en forma de uva.
P.- La OIV es como la ONU del Vino.¿Cómo se canalizan las presiones y las diferencias entre los países miembros?
R.- Como todas las organizaciones intergubernamentales, hay una base de tratados internacionales que da naturaleza jurídica propia de forma independiente a los Estados, pero son los Estados los que firman el tratado. Los Estados transfieren a la OIV cometidos al servicio de todos. Hay un marco común para la legislación. Hay normas sin grandes discrepancias. Estos años la OIV ha hecho resoluciones no obligatorias, aunque se adoptan por consenso y es más fácil aplicarlas por los Estados miembros.
La OIV no tiene régimen sancionador pero los Estados, que coinciden generalmente con la OIV, sí la tienen a través de sus leyes.
El sector del vino es un producto tan reglado en el comercio internacional que permite tener un comercio muy desarrollado con un sistema productivo atomizado, pero resiliente. Tiene inscrita en su estructura económica la diversidad; muy necesaria para hacer frente a retos económicos derivados del cambio climático.
P.- ¿Cómo se viven las tensiones internacionales en la OIV?
R.- En cualquier organización multinacional los países se rigen por sus políticas exteriores. Aunque haya distintas prioridades, en la política exterior hay que ser coherentes. En organizaciones muy técnicas como la nuestra los países usan esa plaza de encuentro para confrontación con otros países, pero también para construir amistad.
Los foros multilaterales son punto de encuentro entre agentes de países con intereses políticos discrepantes. Hay países miembros de la OIV que se encuentran en guerra. En la OIV somos creadores de paz. Y desde esta organización debe preservarse su espíritu fundador, en perfecta sintonía en materias vitivinícolas.
El mundo del vino es un factor de diplomacia importante, no sólo porque el vino es exaltación de la amistad entre las gentes. Tendremos que seguir con el vino y su diplomacia.
En Eurasia hay zonas de guerra como Armenia, Uzbekistán, Líbano, Siria…..La cuna de la viticultura está en esos países. Es una zona interesante para la biodiversidad intravarietal del viñedo, factor fundamental por el cambio climático. En estas zonas de conflicto, donde hay variedades de uva tan antiguas, nosotros pondremos las bases para esta recogida e intentar preservarlas.
P.- Respecto al cambio climático, usted ha comentado que la sensibilidad en el sector del vino es muy grande; “es como el canario, que salva la vida de los mineros”….
R.- Sobre el cambio climático la sensibilidad en el sector del vino es muy grande y la reactividad también. Hay una respuesta al cambio de modelo económico en el que los valores de sostenibilidad serán más importantes que el incremento económico. El sector del vino está más adaptado, con estructura económica derivada de la complejidad de las normativas. Hay una segmentación de precios muy grande. Las referencias están estandarizadas, no el producto. El territorio tiene gran importancia.
P.- ¿Cree que hay mucho negacionismo sobre los beneficios de la digitalización en el sector del vino?
R.- Falta conocimiento de lo que se puede hacer. Los datos de su viñas los tiene que tener el productor, aunque no sepa qué hacer con ellos. No se puede hacer un googlelización de todo esto. Se tienen que realizar políticas adecuadas a través de los gobiernos. El campo de la googlelización es peligroso; hay que proteger esos datos. En el fondo, las compañías te dan los servicios de datos pero los viticultores no los tienen. Hay que exigir esa protección a los Gobiernos y asegurar esos datos. No hay que quitar esa soberanía de los datos a quienes los originan para beneficio de los análisis globales.
P.- Algún consejo sobre fortalezas y debilidades del mundo del vino en España?
R.- Los viticultores deben estar orgullosos de lo que hacen. El sector del vino no sabe lo bueno que es. No somos conscientes de nuestra capacidad, historia y proyección. Hay que reivindicar la potencia de ser identidad diferente. Somos un mosaico vitivinícola y tenemos que seguir siéndolo; tener capacidad universal de proyección, imagen y lengua: Esto ayuda mucho al vino.