José Alberto Martín Toledano / Diputado Nacional del Partido Popular
Nunca antes, como en el presente año 2011, el mensaje navideño de esperanza, tan reiterado por todos en estas fechas, en forma de crismas, sms o e-mail, cuyo uso indiscriminado le ha hecho perder su verdadero significado, estuvo tan lleno de contenido al haber recuperado su verdadera dimensión.
Y es que la esperanza en mayúsculas, es el mejor regalo que podemos pedir para estos Reyes todos los españoles, y del que ya hemos recibido un primer adelanto de la mano, no de un rey mago, sino de nuestro hoy ya presidente del gobierno, Mariano Rajoy. Pues no es magia lo que precisamos en estos momentos, ya que de todos es sabido que detrás se esconde siempre el truco decepcionante que nos provoca desilusión, desidia y desesperanza. Tampoco queremos una esperanza-bálsamo que cure simplemente las heridas inflingidas, que cuando cicatrizan se olvidan pero dejan mal sabor de boca; sino que lo que necesitamos, sobre todo los más desfavorecidos, es una esperanza que signifique confianza, ilusión y perspectiva de futuro.
Teniendo como base estos pilares, y aprovechando estas fiestas, todos debemos hacer un ejercicio maduro de autorreflexión, asumiendo que el camino no va a ser fácil, aunque sí seguro y comprometido con todos. El gran coste social que ha tenido y sigue teniendo la crisis económica que nos azota, nos ha adornado estas Navidades las calles de una cifra, que lejos de tratarse del número del Gordo de la Lotería de Navidad, nos recuerda 5 millones de historias y dramas personales, de familias enteras sin ingresos, muchos de los cuales han traspasado el umbral de pobreza. Por eso debemos tener presente, que deben ser ellos los verdaderos protagonistas de estas Fiestas, para lo cual tenemos que hacer un esfuerzo colectivo por descubrir la verdadera dimensión espiritual y trascendental de la Navidad.
El instrumento para conseguir este reto, no es el desaforado consumismo o las campañas de marketing al uso, sino imbuirnos de una profunda solidaridad, no como escaparate de una falsa religiosidad o una forma de hacer demagogia, que desempolvamos del trastero para estos días; sino como responsabilidad y compromiso con nuestra sociedad, como voluntad de hacer presente durante todo el año ese espíritu navideño, que hace que por unos días todos deseemos hacer propósito de enmienda y seamos mejores personas.
Por tanto el concepto solidaridad, en la actual coyuntura económica y social debe adquirir un nuevo enfoque, convertirse en una filosofía de vida, no sólo siendo patrimonio de las ONG y del voluntariado, cuya valiosa labor está contribuyendo de manera importantísima a paliar los estragos de la crisis, o traduciéndose en llamadas de atención que caducan tras puntuales campañas de solicitud de alimentos, ropa o juguetes para el Tercer Mundo, porque hoy más que nunca debemos entender que no hay vencedores ni vencidos y que sólo con el esfuerzo conjunto lograremos construir un nuevo futuro.