Manuel Valero / Lanza
Cómo hemos podido llegar a esta situación?, se preguntaba un parado de corta duración después de ser un modélico empleado de larga duración. El lamento no pasaría de ser una estúpida pregunta retórica sino fuera porque al lado de este desempleado doliente había dos personas más, cada cual de su padre y de su madre, que es lo que menos importa por ser natural, y cada cual de partido político antagónico, lo cual en esta tierra de bendiciones hasta ayer, y de maldiciones a partir de hoy, viene a ser como un ejercicio de apagafuegos con alcohol de quemar. Decía uno de ellos que el partido del otro había gobernado y gestionado el dinero público con un ojo aquí y el otro en el trinque, y que habían dejado el erario público, privado de todo porque los gestores tan públicos ellos, no se privaron de nada. Para justificar tamaño dislate nada mejor que acompañar la práctica de una política de alegría contable y gastable metiendo dineros a espuertas en servicios públicos de socialdemocracia cara. Sin pagar impuestos, por supuesto.
El otro, claro, le respondía, que todo ello no era más que una coartada para desmantelar el estado del bienestar que con tanto sacrificio se había conseguido para la región en las últimas décadas. Obviamente, y en su turno de intervención coloquial afirmaba, juraba y prometía, que los anteriores gestores habían realizado un trabajo impecable pero que con todo el avance experimentado en esta tierra, ni siquiera los molinos de viento se habían visto capaces para espantar el efecto-racimo de una crisis que venía voceando apocalipsis desde que se inventaron los 2.000 euros por parturienta sin distinción de poderío ni clase social. Producido el relevo en esta región inmutable, lejos de lo que parecía natural, esto es, la relajación normal de todo parto, también el democrático, seguimos abonados a una escalada de guerra declarativa hiperbólica, antipática, y lo que es peor, inútil. El ecosistema político de los últimos tiempos en la región, unido al de la nación, y todo ello a esta crisis indesmayable, ha provocado todo tipo de acusaciones exageradas que distorsionan la realidad y contribuyen al hartazgo general. Y si no la distorsionan contribuyen a hacerla más insoportable.
Si un político dice que los trabajadores sociales despedidos continúen en sus puestos en régimen de voluntariado para mostrar el componente altruista de la sociedad; el otro de signo contrario avanza que las mujeres maltratadas tendrán que encomendarse al santo del día porque los contrarios han decidido poner todo a la venta y dejarlo al albur de los negocios privados. Mientras tanto, el
vendaval arrecia.
El parado de corta duración esperaba que alguno de sus compañeros le respondiera pero estaban más ocupados en recordarse y repetirse hasta la náusea eso de despilfarrador o eso de liberal privatizador según y quién tuviera turno de palabra. Hasta que, como suele ocurrir en muchas ocasiones, este parado de corta duración recurrió a la opción de un tercero que pasaba por allí: ¿Pero cómo hemos podido llegar a esta situación?, volvió a lamentarse, pero esta vez con toda la intención de una respuesta categórica, nada de retórica. Este tercero casual le respondió. “Porque en mi pago un asao no es de naide y es de todos”. Cierta perplejidad causóle la respuesta al neófito desempleado, y como el sabio tercero le viera la cara de asombro, le matizó. “Ponga dinero donde dije asao y démonos a la dolce vita…” Sin embargo, prosiguió, la pregunta del cómo hemos llegado hasta aquí ya no tiene posibilidad de revalorización con una buena respuesta, la pregunta ahora es ¿cómo y cuándo vamos a salir de ésta? La cual tiene una respuesta más filosofal que acorde con la teoría y práctica de la política: Si hemos sido imbéciles al llegar a esto, seamos al menos inteligentes para salir de ello, siquiera para darnos la oportunidad de volver a ser imbéciles algún día.
Feliz Navidad.