Plaza de toros de Ciudad Real. Cuarto festejo de feria. Novillada con picadores. Un cuarto de entrada.
Se lidiaron seis novillos de Albarreal, de correcta presentación. Primero noble, soso y sin humillar. Segundo parado y falto de emoción. Tercero sin entrega. Cuarto bueno. Quinto parado. Sexto descastado.
Samuel Navalón, nuevo en esta plaza (de azul celeste y oro): estocada entera desprendida (oreja); estocada entera tendida (dos orejas).
Marco Pérez, nuevo en esta plaza (de verde manzana y oro): dos pinchazos y tres descabellos (ovación con saludos tras aviso); estocada entera algo trasera y atravesada y cinco descabellos (vuelta tras dos avisos).
Cristian González, nuevo en esta plaza (de azul marino y oro): estocada casi entera trasera y tendida (ovación); pinchazo y estocada casi entera atravesada (silencio).
Samuel Navalón salió a hombros.
El oficio y la entrega de Samuel Navalón y Marco Pérez rescataron, al menos parcialmente, del tedio que emanó de las acometidas de los novillos de Albarreal, del que solo se salvó el cuarto, con triunfo final para el albaceteño, y un Cristian González menos rodado que sus compañeros de cartel..
En el primero de la tarde el novillero, Samuel Navalón, arreó más -de largo- que el novillo, que embistió a media altura y le faltó chispa, la misma que intentó impregnar el albaceteño a toda su labor, arrancando una oreja dando pases de todos los colores.
El cuarto fue un buen novillo, y Navalón lo cuajó con mando, ceñimiento y algo de atropello; tanto que fue volteado en dos ocasiones sin consecuencias. Por los dos pitones hubo entrega, tanto por parte del novillo como del novillero, que se tiró a matar recto como una vela, enterrando el estoque en su totalidad y paseando dos orejas.
Marco Pérez anduvo a gorrazos con el segundo de la tarde que, más que noble, rozó la docilidad. El salmantino destacó con el capote, que manejó con variedad y soltura, y en una faena de muleta metiendo los riñones y sintiéndose lo que pudo, teniendo que darlos de uno en uno y tocando varias veces para conseguir una embestida. Muy por encima de su antagonista, no remachó bien con la espada. Y tampoco colaboró el quinto, muy parado, y cuando arrancaba, lo hacía sin apenas recorrido y sin humillar. Con este mimbre Marco Pérez anduvo insistente, teniendo que citar numerosas veces para robar media acometida, llegando a escuchar dos avisos al atascarse con el descabello.
Cristian González, sobrio y clásico, probó del derecho y del revés, y aguantó parones del tercer novillo con denuedo aunque la falta de emoción del de Albarreal eclipsó su labor, brindada a Manuel del Moral. Resultó tropezado en el muslo derecho al entrar a matar, pasando a la enfermería donde se le observó un varetazo corrido.
Escaso contenido tuvo lo realizado por González frente el deslucido sexto, en el que se le notó una falta de oficio que a sus dos compañeros les sobra.
Se acabó la feria de Ciudad Real, bautizada por algunos como la del milagro de Eloy Lillo. Toca recapacitar, analizar y empezar a pensar en el año que viene. Que no nos pille el toro otra vez, por favor. No nos lo merecemos.
