Plaza de toros de Ciudad Real. Primer festejo de feria. Corrida mixta. Un tercio de entrada.
Se lidiaron cuatro toros de José Enrique Fraile de Valdefresno (primero, segundo, cuarto y quinto) bien presentados, y dos novillos (erales) de Salvador Gavira García para Israel Aparicio (tercero y sexto). Manejables primero y segundo. Nobles y sosos cuarto y quinto. Noble aunque falto de chispa el tercero y bueno el sexto.
Fernando Tendero (de azul marino y oro): estocada entera arriba (oreja con aviso); estocada entera arriba (oreja).
Carlos Aranda, que debutaba como matador de toros (de nazareno y oro): estocada entera delantera y atravesada (ovación con saludos tras aviso); dos pinchazos y estocada entera caída (ovación con saludos tras aviso).
El novillero sin picadores Israel Aparicio (de azul pavo y oro): tres pinchazos, estocada que hizo guardia y media algo trasera (ovación con saludos tras aviso); media estocada arriba (dos orejas).
Enrique Martínez Chapurra actuó como sobresaliente de matador, y José “El Candelas” y Fran Jerez de novilleros sin picadores.
Fernando Tendero e Israel Aparicio salieron a hombros.
Cinco años después del último festejo de feria, los toros volvían a Ciudad Real en homenaje a la Virgen del Prado, patrona de Ciudad Real. Y lo hacía con un festejo mixto en el que tomaban parte toreros de dos escalafones distintos como son el de matadores de toros y el de novilleros sin picadores; es decir, dos peldaños de diferencia. Y la experiencia se saldó con un balance no deslumbrante pero sí interesante, con dos toreros que están, y uno que llega.
La corrida de Fraile de Valdefresno estuvo bien presentada, fue noble y tuvo calidad en sus acometidas, aunque, en general, no le sobró ni la raza ni la fuerza. Tampoco fueron dechados de entrega humillada los dos novillos, aunque el sexto resultó bueno.
Es llamativo que alguien que apenas torea, como es el caso de Fernando Tendero, pueda andar tan solvente como anduvo ayer en Ciudad Real. En el que abrió festejo cortó una oreja después de protagonizar una faena fundamentada en el pitón derecho, en la que hubo templanza siempre y regusto salpicado, como en dos desdeñosos derechazos en el inicio de trasteo. El de Fraile de Valdefresno tuvo mucha nobleza, pero la raza y el fuelle justos, y faltó emoción. El de Villarta de San Juan remató de un estoconazo que, por sí solo, mereció el trofeo.
El segundo de su lote tuvo tanta nobleza como falta de chispa, sin excesivo recorrido y con la cara a media altura, además de renquear levemente de atrás. Con él Tendero anduvo queriendo mucho, algo atacado incluso. A veces más brusco de lo recomendable a la hora de tirar de las embestidas, y otras imprimiendo empaque toreando también con el pecho. Le faltó toro, pero volvió a llevarse una oreja, de nuevo tras matar con contundencia a la primera.
Carlos Aranda se presentó como matador de toros con un ejemplar que tuvo sus teclas, como dicen ahora, pero que agradeció el buen trato cuando se le ofreció. Sin embargo cuando tropezaba las telas se violentaba. La labor del torero de Daimiel resultó algo deslabazada, con momentos compuestos, pero sin armazón. Cuando se quedó en el sitio para ligar el público respondió con entusiasmo, pero tal cosa ocurrió ocasionalmente. Además, con el de Fraile de Valdefresno ya huyendo hacia la querencia de toriles, Aranda tardó mucho en cuadrarlo y, a pesar de enterrar el estoque a la primera, el ambiente ya se había enfriado.
Al quinto le faltó vida, pero tuvo buen embroque, y el daimieleño lo aprovechó componiendo algunos chispazos con enjundia y elegancia; unos más ajustados, otros menos. Con la espada no lo vio claro.
Cuando salió el novillo-eral en tercer lugar, una exclamación de cierto desencanto brotó de los tendidos por el contraste de volumen entre los toros lidiados antes y el novillo. Pero la decepción se tornó en sorpresa al ver lancear a la verónica con sumo gusto a Israel Aparicio. Anduvo sobrado -quizás demasiado- con un oponente que se movió con la cara a media altura sin excesivo brío. Además el de Arenas de San Juan se contagió de la desidia del de Gavira y aquello se diluyó. Tampoco anduvo acertado con la espada.
Mucho más redondo resultó lo realizado ante el sexto por Aparicio. Y no lo decimos por las varias largas cambiadas de rodillas y el inicio de faena de muleta también de hinojos, que también, sino por la sensación de estar centrado en sacar al novillo lo que tuviera dentro, que fue lo suficiente para dejarle plasmar su toreo vertical, de mucho mensaje y expresión. En el epílogo se le ocurrió entrar a matar tirando la muleta, y él hizo lo propio sobre el morrillo; con éxito. Resultado, los tendidos encendidos y el palco con dos pañuelos asomando. Bien.