Nadie puede escapar a su destino. Es la idea fuerza de ‘El monstruo de los jardines’, la comedia mitológica de Calderón de la Barca, que recoge la tradición del teatro barroco con un paso más, como es la discusión filosófica entre la libertad y la providencia (en este caso de la tradición divina griega).
Es una de las obras menos conocidas del autor clásico que estos días ha tomado vida en el Espacio Marsillach de Almagro de la mano de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, con un medido montaje de impecable factura, que recuerda al más ponderado y atrayente Tarantino.
El equipo, dirigido por Iñaki Rekarte, ha sabido aprovechar las inmensas posibilidades del espléndido texto en el que Calderón convierte a Aquiles en Segismundo, al haber estado encerrado por su madre, la ninfa Tetis, en una cueva durante quince años, con el fin de evitar su muerte, pronosticada por los dioses.
El guerrero se disfraza de mujer para de sacrificarse por aquello en lo que cree, en este caso el amor puro e iniciático, que confronta con la violenta de la sociedad que él desconoce por su marginación juvenil. Precisamente, la evitación del reclutamiento de los jóvenes para ir a la guerra es un tema muy actual, como la propia polémica en Israel por la exención militar de los ultraortodoxos, y la JCNTC ha sabido teatralizar en una suerte de atractiva y visual gymcana entre el drama, la comedia y la tragedia.
Podría ser una película de Steven Spielberg, tal y como señalaron los propios productores y directores de la obra, por el ritmo y pulso escénicos que ofrece centrado en quien se esconde en unos jardines entre la disyuntiva de elegir la guerra o el amor.
El montaje es muy divertido, dinámico, poderoso y novedoso, se mueve en torno a una rueda central que gira sobre sí misma -simboliza la rueda de la fortuna-, y sirve a los actores para cerrar cada escena -incluso algunas muy extravagantes- con su interpretación y talentos, como el canto, la expresión corporal o la coreografía, con una precisión marcada y trabajada.
La búsqueda del héroe está representada en unos militares con sus uniformes, que se comunican con equipos de radio, así como el resto del elenco se entrega a la trama con conjuntos modernos con algunos toques y líneas clásicas.
La escenografía se completa con un sinfín de complementos, que mantiene al espectador clavado en la trama, como las estridencias sonoras, la música atronadora para marcar intensidades, incluso caricaturescas, o el excelente juego de luces, que ambienta de manera calculada cada momento en su temporalidad.
Pero lo más revolucionario y acertado son los vodeviles creados para reforzar las escenas principales como son uno de mujeres de los años 60 del siglo XX, o el conjunto final de mariachis, dos bellas piezas musicales, sutiles y armoniosas, que podrían haber chirriado, pero no, al transitar «entre dos puntos distantes sin pasar por intermedios”.
También resaltaron en el divertido espectáculo las ‘congelaciones’ de los actores para marcar su dinamismo, a modo de viñeta de cómic, en diferentes puntos de un montaje muy aplaudido en las tres primeras funciones, como la ovación cosechada este domingo con el saludo del elenco hasta en media docena de veces.
Se trata de un buen trabajo en equipo que se podrá presenciar hasta el domingo 28 de julio en el Festival de Almagro como una de las grandes producciones en torno a Calderón.
