Aunque es un poco tarde, casi las once de la noche, el olor a comida inunda la Casa Palacio de Juan Jédler o más conocida como Los Fúcares, y es que Micomicón teatro presentaba su propuesta, toda una teoría para acabar con la pobreza, en el que la cocina juega un papel fundamental.
Gastronomía y teatro se han fundido en la noche almagreña disfrutando de un tentempié consistente en vino y lo que se suponía que era lomo de orza, y conociendo la ‘Humilde Propuesta’ de acabar con los niños pobres del mundo que hace unos tres siglos hizo el irlandés Jonathan Swift, más conocido como autor de ‘Los viajes de Gulliver’, pero con la mirada de Laila Ripoll, que parte de esta novela satírica para construir un monólogo duro interpretado por Mariano Llorente, pero con mucha ironía que en muchos aspectos hacen reflexionar al espectador sobre la sociedad en la que vive, demostrando la relevancia que puede tener hoy en día un texto del siglo XVIII.




Una obra que capta la atención del espectador desde antes de que el protagonista salga a escena por el olor a comida, la iluminación y los elementos dispuestos en el escenario: una pequeña cocina en la que algo cuece en una olla, una pizarra y un perchero con varias piezas de ropa presidida por un delantal.
La narración sincroniza perfectamente los momentos de tensión con transiciones musicales muy bien encajadas para relajar la situación y provocar que los nuevos argumentos del protagonista sigan fluyendo por el escenario sin que el espectador se sienta saturado por tales planteamientos.
Es una experiencia interactiva en toda regla, ya que además de comer, beber y conocer, incluso nuevas recetas realizadas con brazos y piernas de bebe de pobre, los espectadores se llevan un decálogo en el que se resume en diez puntos el monólogo, para que los lean y seguro provocar una reflexión sobre lo visto, oído y olido durante la hora que dura la representación.