En un patriarcado en el que las mujeres -y los hombres- tenían por andar gran parte de su camino hacia la igualdad de géneros, y más al caso en la actualidad -todavía-.
La representación de ‘Marcela, una canción de Cervantes’ el sábado en el Palacio Juan Jedler, dentro del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, supuso una nueva visita a la popular pastora, acusada, siguiendo la mentalidad de la época, de la muerte del pastor Grisóstomo por no aceptar aquélla los requerimientos amorosos de éste, amén de otras dudosas cualidades sobrehumanas emanadas del desconocimiento y el temor a lo inusual. Y Marcela lo era.
La versión de Leticia Dolera convence y sigue interrogándonos sobre concepciones todavía parcialmente aceptadas por el colectivo social del siglo XXI, siendo interpretada magistralmente por una dual Celia Freijeiro, en los papeles de la propia Marcela y de una moderna maestra de ceremonias que tan pronto buscaba significado en las palabras de Marcela-Cervantes, acompañada de fragmentos de canciones ad hoc de todos conocidas, como de interpelar al público asistente sobre sus pareceres acerca de lo vertido por Marcela.
La representación, apoyada en dinámicos recursos multimedia, fue profunda en su cuestionamiento moral, divertida por momentos, y medida en su desarrollo material, ya que en apenas cincuenta minutos desde su inicio los circunstanciales ocupantes del patio de la casa de Juan Jedler salíamos en busca de la calle, reconfortados de los logros conseguidos, y esperanzados de los que quedan por llegar.