En esta segunda entrega dedicada al encaste Domecq nos vamos a centrar en el prototipo morfológico de este animal, al igual que en su comportamiento en el ruedo, si bien nos gustaría dejar claro que lo que a continuación se cita está sujeto a variaciones y excepciones, puesto que, por suerte o por desgracia, la cría y lidia del toro bravo dista mucho de la exactitud de las matemáticas.
El toro de Parladé, tronco del que originariamente procedía lo de Juan Pedro Domecq, era menos fino y armónico que el toro que el ganadero andaluz buscaba, por ello la selección que hizo en su ganadería fue dirigida a crear un tipo de toro con unas hechuras que le permitieran embestir conforme a lo que el toreo del tiempo exigía. Quizás se trató del primer ganadero que se preocupó por la morfología del toro de lidia, de hacerla funcional, es decir, ponerla al servicio de la función para la que está destinada una res brava, es decir, perseguir capotes y muletas por abajo. Según señala Adolfo Rodríguez Montesinos en “Prototipos raciales del vacuno de lidia”, el libro otras veces citado en esta serie de reportajes, Juan Pedro Domecq y Díez “pronto comprobó que los toros bajos de agujas y con el cuello largo embestían mejor y con más frecuencia que los altos y de cuello corto, con lo que se hacía conveniente hacerlos cuesta abajo. Como resultado hoy día podemos comprobar cómo los toros de Domecq son los ejemplares más bonitos y finos de cuantos derivan de la raíz Parladé.”
La cabeza es fina y su mirada apacible. Las encornaduras aparecen bien dispuestas, alcanzando un desarrollo medio, predominando los ejemplares bien armados, si bien por medio de la selección de ejemplares cornalones, algunas vacadas han conseguido aumentar la arboladura de sus toros, como por ejemplo ha ocurrido parcialmente con la ganadería de El Ventorrillo, la cual lidia la mayoría de sus reses en plazas de primera y, en menor medida, de segunda categoría.
Las pintas características son las negras, coloradas en toda su variedad cromática, castañas, jaboneras, ensabanadas, etc. En la línea de Osborne, una rama en la que hay un mayor predominio de la sangre vazqueña, no son raros los pelajes ensabanados. Otra de sus variantes, la de la línea del Marqués de Domecq, los ejemplares tienen un mayor desarrollo de las encornaduras y unas hechuras menos finas que las de Juan Pedro. Esta línea se fraguó de manera paralela a la de Juan Pedro. De hecho fue la segunda ganadería de que dispuso la familia Mora Figueroa, pero utilizando en esta ocasión una base del encaste Pedrajas (también derivado de Parladé) y sementales de Conde de la Corte. En la actualidad las diferencias entre Marqués y Juan Pedro han disminuido.
Según sigue citando Rodríguez Montesinos, la diversificación tan grande que se ha producido en el encaste de Domecq está dando lugar a la aparición de algunas diferencias morfológicas más o menos acusadas, que ya se consideran como líneas diferentes y que en un futuro no muy lejano pueden dar lugar a la aparición de nuevos encastes, todos ellos derivados de Domecq, pero cada uno con sus propias características.
Dentro de las ganaderías más destacadas de este encaste y que han marcado algunas diferencias morfológicas, los ejemplares son más bastos de tipo y de mayor desarrollo óseo en las líneas de Jandilla, Salvador Domecq y Luis Algarra; mientras que son más finos de tipo en la del actual Juan Pedro Domecq, y más bajos de agujas y cortos de manos en la de Zalduendo.
Comportamiento
La proliferación de las vacadas de esta procedencia es debida, en parte, a la regularidad que exhiben en su comportamiento y al menor grado de dificultad que su lidia plantea a sus lidiadores. Habiendo pasado el toro a un lugar secundario para la mayoría de los que acuden a una plaza de toros (público), el entendido (aficionado) se encuentra en franca minoría, y sus exigencias pasan a un segundo plano.
Los toreros actuales demandan un toro noble, con calidad, y que no les cause problemas si sale malo. Muchas de las ganaderías de Domecq ofrecen estas características, pero no deja de ser cierto que otras del mismo origen han dado –o están en ello- un giro en tanto en cuanto se han dado cuenta de que hoy día el público, y por descontado el aficionado, disfrutan con un toro con chispa y temperamento enclasado. Y ese es el toro que, con mayor o menor éxito, buscan en la actualidad. Se trata de huir del “toro de las pipas”, es decir, del toro que no genere emoción.
Estos toros suelen cumplir en el tercio de varas, y despliegan su calidad en el tercio de muleta, que, no nos engañemos, es el que en la actualidad otorga las orejas. En el último tercio los “domecqs” suelen ofrecer nobleza, fijeza, ritmo y rectitud en la arrancada, unos con más chispa y otros con menos. El comportamiento ayuno de emoción se ha generalizado en los últimos años según se ha incrementado el número de vacadas de este origen, merced a la adquisición de reproductores de mediocre valor genético anteriormente desechados por los ganaderos originales, degenerando en algunos casos las cualidades primitivas del encaste.