Plaza de toros de Villarrubia de los Ojos. Dos tercios de entrada.
Se lidiaron seis novillos de Víctor y Marín, de presencia desigual. Deslucidos en conjunto, a excepción del encastado quinto y el buen sexto. En detalle: primero noble pero justo de casta, 2º manejable pero deslucido por distraído, 3º con clase pero poca duración y descastado, 4º muy rajado, 5º encastado, 6º noble, con clase y más duración.
Miguel Ángel Silva: Silencio y silencio tras aviso.
Manuel Vanegas: Oreja y dos orejas y rabo.
David de Miranda, que sustituía a Carlos Aranda: Oreja y oreja.
Manuel Vanegas pasó a ala enfermería tras la lidia del quinto al ser volteado por partida doble en ese novillo.
La novillada de Víctor y Marín lidiada ayer en la plaza de toros cubierta de Villarrubia de los Ojos no ofreció, en general, demasiadas opciones de triunfar por medio del toreo lucido, pues sus embestidas iniciales se apagaron demasiado pronto en el último tercio. Pero no deja de ser probablemente cierto que el oficio y la confianza de los novilleros no fue el punto fuerte del festejo, y por tanto, no acertaron a darles una lidia óptima. Se juntó, por así decirlo, el hambre con las ganas de comer.
Faltó, por ejemplo, cruzarse al pitón contrario con mayor frecuencia y decisión, y sobró, también, castigo en el caballo, ya que hubo varios ejemplares a los que se picó en exceso. Un ejemplo: el sexto entró al picador tres veces; las mismas que el cuarto.
Lo más lucido de la tarde corrió a cargo de Manuel Vanegas en sus dos recibos de capote, bien abrochados con medias verónicas, además de la gran estocada recetada al encastado quinto, al que no terminamos de ver del todo. Eso, y algunos pasajes de toreo templado al natural de David de Miranda al sexto, un utrero que tuvo calidad y que hizo que saliéramos de la plaza con un sabor de boca más agradable. Miguel Ángel Silva quedó prácticamente inédito.
Poco más que resaltar más allá de lo anteriormente citado, si bien cabe felicitar a Vanegas por salir de la plaza por su propio pie, con una gran paliza y varios varetazos después de ser volteado feamente en dos ocasiones durante la lidia del quinto, del que cortó los máximos trofeos concedidos con generosidad por tener el gesto de matar a su oponente a pesar de la paliza. A este respecto señalar que la segunda voltereta sobrevino al citar de espaldas con el novillo pidiendo guerra en los medios. ¿Imprudencia? ¿Impericia? Quizás una mezcla de ambas.