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28 marzo 2024
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“Me imagino el cielo con una botica”

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Francisco José Izquierdo, Antonio Arévalo y Gemma García / J. Jurado
Juan Carlos Chinchilla / CIUDAD REAL
Los farmacéuticos Gemma García Guijarro y Antonio Arévalo reflexionan sobre una profesión que transmiten cercanía, amabilidad y sabiduría. Este sábado el Colegio de Farmacéuticos de Ciudad Real festejan su patrona y ambos serán reconocidos, la primera como colegiada distinguida y el segundo por sus 65 años y 25 como colegiado.

Cuando Antonio Arévalo pronuncia la palabra botica sobrevuelan en torno a él la pasión y el amor por un lugar y una profesión que transmiten cercanía, amabilidad y sabiduría. Natural de Miguelturra, Antonio no tiene antecedentes de farmacéuticos en la familia. Natural de una familia humilde, le educaron en el trabajo y el esfuerzo. A la hora de elegir su futuro, en ese momento en el que no conoces nada, no tenía muy claro por dónde seguir, desde farmacéutico hasta funcionario de Hacienda, quién sabe. Pero un buen consejo de una persona que conocía su carácter casero e independiente le empujó hacia la farmacia, donde encontró su vocación.

“Me gusta tanto la botica que yo me imagino un cielo con una botica, sino no es cielo. Así que me imagino que en el infierno no hay botica, y ahí sí que lo pasaría muy mal”. Antonio, que este sábado será uno de los quince distinguidos por el Colegio de Farmacéuticos de Ciudad Real por cumplir 65 años y 25 como colegiado, reconoce que el haber escogido ser farmacéutico ha sido el gran acierto de su vida. “Ese y mi mujer”, afirma convencido.

En los actos de la patrona de los farmacéuticos también serán reconocidos los 25 nuevos colegiados, los tres farmacéuticos que alcanzan los cincuenta años colegiados y el Colegio de Médicos de Ciudad Real será nombrado colegiado de honor. Del mismo modo la farmacéutica de Alcolea de Calatrava Gemma García Guijarro será designada como colegiada distinguida.

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El farmacéutico Antonio Arévalo / J. Jurado

Al contrario que Antonio, Gemma procede de una familia con enorme tradición farmacéutica. En el último siglo la única farmacia de Alcolea ha estado regentada por su familia. Primero fue su tío-abuelo Tomás, que la dejó para continuar con su labor en el laboratorio-farmacia de Almodóvar del Campo. Entonces la bisabuela Tomasa Gallardo, maestra que da nombre al colegio del municipio, animó a su hija Julia a estudiar farmacia para continuar con este servicio que después heredarían el padre de Gemma y que ahora regentan la propia Gemma con su hermana.

“Desde chiquitina he estado metida en la rebotica”, recuerda Gemma, quien siempre tuvo claro que quería ser farmacéutica. “Lo he vivido por tradición, cierto, pero es algo que tenía claro”, rememora la alcoleana, que subraya que nunca le echó para atrás circunstancias como que su familia, por su responsabilidad con el pueblo, nunca se fue de vacaciones a la playa hasta que fue ya bastante adulta.

Al servicio del ciudadano

Para Gemma es muy especial “el prestar un servicio al ciudadano, el ser la primera puerta de acceso a la salud y más en un pueblo pequeño con una única farmacia”. En su mente se acumulan cientos de situaciones de la más variada índole, siempre ayudando a sus vecinos, como cuando un domingo entró en la farmacia una madre con un niño que se encontraba muy mal, casi muerto, y su padre pudo reanimarlo. “Son cosas que se quedan en tu cabeza y demuestran la importancia y el valor que se ha dado a los farmacéuticos a los que se les pedía ayuda para todo”. Así, hace muchísimos años, también recuerda como les llevaron un perro al que dejaron en el patio con un suero puesto hasta reanimarlo…

“Yo he tenido hasta que prestar dinero hasta que cobraran la pensión”, tercia Antonio Arévalo Romero, que subraya que el anecdotario de los farmacéuticos no tiene fin, con historias que van más allá de lo irracional y el absurdo. Por ejemplo son habituales los que llaman en plena guardia para pedir cambio o para pesar la maleta cuando van camino del aeropuerto.

“Lo más rocambolesco fue cuando una llamada un viernes a las cinco de la mañana. Abro la farmacia y me piden un tinte negro. No me quise enfadar porque al final te vuelves a dormir enfadado o lo pagas con la familia. Le saqué el muestrario de tintes, el hombre duda y me pregunta que cuántos tengo, que quiero bastantes. Tras un rato de conversación me comentó la verdad. Este hombre llevaba toros de lidia. Le habían encargado un negro zaino y había vendido otro con barriga blanca y la única solución que se le ocurrió fue acercarse a la farmacia que tenía de paso y coincidió la mía. No quiero imaginarme cómo le puso el tinte en la barriga del toro”, relata Antonio, quien asegura que poca gente se cree esta historia.

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La farmacéutica Gemma García / J. Jurado

Antonio comenzó a ejercer como farmacéutico en 1978 en Villamayor de Calatrava, hasta finales de los ochenta, cuando pudo continuar con su profesión en su municipio natal. De todos estos años rememora la perenne vocación de servicio. “Era jovencito en Villamayor, con 24 años, y recuerda cómo le llamaban desde el colegio para dar algunas clases, por ejemplo de nutrición o química. “Era una labor importante y te sentías bien. Para mí fue experiencia muy positiva”, manifiesta Antonio, quien reconoce que esta vocación de servicio se extendía hasta una más íntima confianza de asuntos personales, como cuando una mujer llegó llorando a la farmacia porque su marido se había ido a un club de alterne.

Hace años se decía que en el pueblo mandaban el alcalde, el cura y el médico. Al respecto Antonio considera que “los farmacéuticos nunca hemos mandado, nosotros sólo somos personas asequibles a las que se acude para que te solucionen un problema. Creo que la gente confía en nosotros, sobre todo en los pueblos”.

Como explica el presidente del Colegio de Farmacéuticos de Ciudad Real, Francisco José Izquierdo, ser farmacéutico es una responsabilidad. Es el único especialista en medicamento y tiene una responsabilidad para con el paciente, la obligación de colaborar con otros profesionales sanitarios para mejorar la calidad de vida del paciente y “hay que vivirlo desde distintos prismas, pero siempre con ese ojo crítico de responsabilidad y saber que estamos dentro del Sistema Nacional de salud: somos un profesional sanitario más y tenemos la obligación de colaborar para mejorar la calidad de vida del paciente”.

Al respecto Izquierdo añade que “nosotros conocemos la evolución de los pacientes desde que nacen. Ayudando a los que eran niños y ahora son mayores y necesitan, por ejemplo, hipertensivos. Sobre todo en la zona rural los farmacéuticos somos no sólo un profesional de referencia en cuanto a lo sanitario, sino también una persona de confianza con conocimientos preparada para ayudar”.

Feliz en la farmacia

“Yo en la farmacia me divierto y eso mucha gente no lo entiende”, asegura Antonio Arévalo. Por eso apenas aguantó una semana la última vez que le operaron de la cadera. “Prefiero estar trabajando que en mi casa sin hacer nada con la pierna estirada”.

Dos de sus hijos han seguido sus pasos y ya trabajan como farmacéuticos. No siente especial entusiasmo por esta situación. “Yo sé que mis hijos son entes diferentes a mí y tan solo he intentado educarles en el trabajo como mis padres lo hicieron conmigo. Ellos han elegido esta profesión y si hubieran elegido otra habría tenido la misma satisfacción. Yo tan solo quiero que cumplan con su obligación, sean trabajadores y sean felices”. Aunque en el fondo reconoce que le hace ilusión y gracia que sus hijos le digan ‘compañero’.

Colegiada distinguida

Gemma García será distinguida el próximo sábado como colegiada distinguida, un reconocimiento que en gran medida se debe a los quince años que ha formado parte de la junta directiva del Colegio de Farmacéuticos de Ciudad Real. La entonces presidenta de la institución provincial, Ana López-Casero, se presentó en mi farmacia y me dijo que quería contar conmigo. “Me pilló de sorpresa y acepté gracias a que mi padre, primero, y mi hermana después han podido cubrirme en la farmacia”.

Estos años en el Colegio le han permitido a Gemma tener una visión más amplia de una profesión, la del farmacéutico, que vive un poco aislada del resto de compañeros. “No es como los médicos que trabajan juntos o los abogados que se ven en los juzgados, cada farmacéutico está en su farmacia y tenemos más complicado vernos”. Gemma subraya que este trabajo la llenó por completo y fue una gran satisfacción trabajar por el colectivo. Ahora el reconocimiento lo recibe con sorpresa y un poco de vergüenza. “Espero no tropezar cuando vaya a recogerlo”, bromea la boticaria.

Acto institucional

El presidente del Colegio de Farmacéuticos invita a los compañeros a asistir a los actos en honor de la patrona en un día de celebración y reconocimiento a los profesionales que llevan muchos años dedicados a la farmacia.

En este punto Antonio Arévalo quiere agradecer que el colegio mantenga la misa de difuntos, a la que lamentablemente tiene que acudir cada vez más por los compañeros y amigos que han fallecido.

Gemma, Antonio y Francisco José, cada uno con sus singularidades, ejemplifican el amor y la pasión por una profesión que busca el bienestar de la ciudadanía y que, con cercanía y sabiduría, atiende las consultas y necesidades de las miles de personas que cada día pasan por las farmacias.

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