Visitar un cementerio invita a la tristeza por la pérdida presente o pasada, al recuerdo, a la emotividad y a la reflexión sobre el fin. Representa un pequeño pasaje en la experiencia vital que aporta pocas piezas para confeccionar un conjunto global. Para configurar este puzzle, responsables de cementerios de la provincia relatan el día a día de unos recintos en los que se desborda el sentimiento y, pese a que la tradición manda, no son impermeables a la evolución social.
Juan Antonio García lleva treinta años trabajando en el Cementerio Municipal de Valdepeñas, diez de ellos como encargado. Su sensación es que ha ido aumentado la visita de personas en el Cementerio a lo largo de los años al poder contar las personas con vehículos, ya que el Camposanto está retirado de la localidad. Además, cree que a la gente le gusta más ir al cementerio y hay visitas todos los días.
En esta línea se expresa Julián Ruiz de la Hermosa, responsable del Cementerio de Ciudad Real. Es visitado todos los días, pero lo que sí ha notado en los últimos años, en especial a partir de la crisis, es que éstas han disminuido, en especial por parte los jóvenes. “No sé si será porque prefieren recordarlos tal y como eran, antes que visitar la lápida, pero la realidad es que han comenzado a venir algo menos”.
Al respecto José Antonio Martín, encargado del Cementerio Municipal de Puertollano, explica que los entierros en esta localidad se han ido adaptando también a las nuevas ofertas que existen en este tema. De hecho, la posibilidad de realizar una incineración ha hecho que el número de entierros haya mermado considerablemente, alrededor del 30%. Esto también ha repercutido en el número de personas que asisten al entierro de un familiar o ser querido, ya que cuando se produce un entierro en fosa o nicho suele tener más acompañantes que cuando se produce el entierro de las cenizas de un fallecido en un columbario.
Precisamente, el hecho de que el entierro de las cenizas en los columbarios sea un día distinto al del propio sepelio hace que este acto se lleve de una manera mucho más íntima, con los familiares más allegados, y que por lo tanto el número de asistentes al cementerio municipal también se vaya reduciendo.
Es más, las incineraciones han hecho que, incluso en algunos casos, las cenizas sean enterradas en un columbario tras varios años después, justo cuando fallece el otro cónyuge para poder seguir, los dos juntos, enterrados en el mismo lugar. Las cenizas del que fallece primero esperan el fallecimiento del otro cónyuge para poder ser enterrados los dos al mismo tiempo y en el mismo lugar.
No obstante, José Antonio Martín, encargado del Cementerio Municipal de Puertollano, manifestaba que en este campo santo puertollanense se realizan entierros todo los días del año, sin excepción, y resaltaba que las sepulturas en fosa se utilizan cada vez menos en pro de los nichos, en la actualidad los más demandados en Puertollano.
Flores
Las flores nunca faltan en el Cementerio, pero lo que sí se percibe es que progresivamente están cambiando de composición y formato. Hace años la tónica era la flor fresca, pero desde hace poco, y en especial tras la crisis, las flores de plástico empiezan a ganar terreno, en especial durante el verano. Como explica el ciudarrealeño Julián Ruiz de la Hermosa en invierno se sigue manteniendo la tradición de la flor fresca, pero en verano cada vez gana más presencia la de plástico.
Además se ha percatado de que comienzan a cambiar costumbres. Antes una persona podía poner en fechas como estas ramos a abuelos, padres, tíos, etc. Pero ahora mucha gente prefiere juntarse y poner un centro de flores grande al familiar más allegado. Aquí en el cementerio, como en todos los ámbitos de la vida, también manda la economía.
Día de Todos los Santos
Respondiendo a la tradición, la semana del Día de Todos los Santos es la que más gente recibe los cementerios. En Valdepeñas, como explica su responsable, “durante el año pasado vivieron unas 14.000 personas en los cuatro o cinco días en torno a la festividad de Todos los Santos. La media de personas que vienen todos los años ese día es de una 6.000 y pueden llegar unos 2.000 coches. A veces, los vehículos llegan hasta el tanatorio. El resto de los días próximos a esa fecha vienen unas 3.000-4.000 personas. Luego está la gente que viene a diario”.
En los días previos al Día de Todos los Santos hay mucho movimiento de visitas y de limpieza de tumbas. También ha comentado que cada vez se ven más flores. “El día 2 todo se ve completo de flores, tanto naturales como de plástico”.
Igual que en todos los oficios hay fechas en las que hay más trabajo. Julián Ruiz de la Hermosa no tiene la explicación, pero el mes con más número de sepelios siempre es febrero. “No sé porque el mes más corto, tiene casi doble que el resto de meses”, explica el responsable del Camposanto ciudarrealeño que también hay otra fecha que se caracteriza por esta circunstancia: el primer mes del verano. El resto del año se mantiene en una línea continua.
Por otro lado, por ejemplo, en Valdepeñas antiguamente había unas 900 muertes al año y ahora hay unas 300. En su cementerio, abierto desde mayo de 1906, hay unas 12.000 tumbas y unas 45.000 personas enterradas. Al respecto José Antonio Martín añade que “cada vez hay más incineraciones. Las personas mayores prefieren la sepultura. Hay un 80% de entierros y un 20% de incineraciones, pero en 15-20 años, el número de incineraciones será mucho mayor que el de ahora”.
Caídas y encierros
Como en el día a día de cualquier empresa, en los cementerios se producen situaciones que salen de la normalidad. Una relativamente habitual y de la que mucha gente tiene conocimiento de primera mano son las caídas a fosas. La contemplación y el rezo a los que invitan los camposantos dan pie, del mismo modo a despistes, y suele producirse alguna caída. Hace un año recuerda el valdepeñero Juan Antonio García que unas personas pasaron por encima de las sepulturas sin las lápidas y dos cayeron dentro del agujero. No les pasó nada y les ayudaron a salir, pero ese susto se lo llevaron.
Algo también muy habitual es que haya gente que se quede encerrada en el cementerio al no darse cuenta de que llegaba la hora de cierre y eso a pesar de que hay una sirena que toca 15-20 minutos antes del cierre para avisar. En estos casos hay en las puertas un número de teléfono al que llamar para que les abran la puerta.
El responsable del cementerio de Valdepeñas explica que “cuando vemos que hay un coche aparcado, esperamos porque pensamos que hay alguien dentro, pero si no han venido en vehículo, a veces no sabemos que hay alguien dentro. Otras veces vemos un coche y esperamos a ver si salen sus ocupantes y luego nos damos cuenta de que han aparcado para ir a pasear por los alrededores”.
Por su parte el responsable del Camposanto ciudarrealeño explica que no pasa nada porque la gente se despiste y se quede encerrada, les abrimos en un momento la puerta sin problema. En este sentido resalta que, a lo largo de sus treinta años en el cementerio, la excusa siempre es la misma, que no oyen la sirena. Pero lo que más le ha llamado la atención sobre esta situación le ocurrió justamente el año pasado. Cuando fuimos a abrir una mañana lo que nos encontramos no nos lo podíamos creer: “era una auténtica obra de ingeniería”. Forzaron el candado para abrir, y para que la puerta no se quedara abierta idearon con una cuerda que engancharon al gancho de la puerta por un lado y por el otro a un mazacote de ladrillo para que hiciera contrapeso en la puerta y permaneciera cerrada.
Pero lo realmente curioso de esta historia era que a los pocos días el autor se presentó para disculparse por lo que había hecho y “¡había vuelto de Canarias!”.
Música y café
La música también suele tener su hueco en el cementerio y los sepelios. Allí han podido escucharse desde músicas más tradicionales, hasta mariachis en Valdepeñas. Aquí Julián Ruiz de la Hermosa recuerdo un momento emotivo, unido a la vergüenza propia, en el Camposanto de Ciudad Real. Era el entierro de un coronel legionario. Durante el mismo sus tres hijos comenzaron a cantar el Novio de la Muerte. “Yo soy un enamorado de las marchas militares y el momento era muy emocionante, pero de repente sonó mi móvil, y es que el tono de mi móvil era también el Novio de la Muerte. Lo apagué como pude y cuando concluyó el sepelio los hijos me dieron un abrazo y me dijeron que sabían que a su padre sabía le gustaba que todavía hubiera gente a la que le gustaba La legión. Aquello me emocionó mucho”.
Otro recuerdo de Julián Ruiz de la Hermosa demuestra la evolución propia del funcionamiento de los cementerios y de los que trabajan en ellos. Al de Ciudad Real llegó un martes o miércoles 14 de febrero de hace más de treinta años. El domingo siguiente dijo Julián a sus compañeros, que eran mayores, de tomar un café en su hora de descanso y su sorpresa fue que no querían salir del cementerio. Les costó convencerlos y es que el anterior conserje les tenía prohibido salir. Para sus compañeros esta invitación para salir fue tan novedosa que uno de ellos con fama de tacaño pagó porque en los años que trabajó allí nunca le habían dejado salir para tomar un café. “Hace treinta años de aquello y todavía me acuerdo”, recuerda Julián Ruiz de la Hermosa, en una pequeña anécdota que demuestra que todo, en mayor o menor medida, evoluciona.