La pasada semana descubrimos que en Puertollano, concretamente en las filas del grupo de Izquierda Unida, hay un nuevo Einstein. Su nombre: Jesús Manuel Manchón Sierra.
Semejante ser de inteligencia superior, a la mía, por ejemplo, que amo la Tauromaquia, cuyos logros académicos desconozco, no tuvo empacho en calificar la Tauromaquia como “insulto a la inteligencia humana”. Y ahí se retrató.
Se retrató su talante y su mal entendido y manejado complejo de superioridad. Qué bien habría quedado este preponderante señor si, en lugar de utilizar tal argumento, hubiera apelado a la diferencia de sensibilidades, pues ahí radica la verdadera diferenciación entre protaurinos y antitaurinos, sin que ello presuponga superioridad de tipo alguno por parte de ninguno de los dos bandos.
La Tauromaquia encierra una galería de valores, en muchos casos desconocidos, en gran parte por nuestra incapacidad para transmitirlos y darlos a conocer, que sorprenderían a muchos si se adentraran en su discernimiento, pues por desgracia la mayoría se limita a tener nociones sobre la lidia en la plaza. Atrás quedan cuatro años y medio de vida regalada que, desgraciadamente, es la parte del iceberg que queda bajo el nivel del agua, invisible para casi todos.
Por fortuna, la moción del ínclito Jesús Manuel Manchón, fue rechazada, y se pudo dar paso a cuestiones más relevantes. Eso sí, después de que algunos asistentes declarados animalistas fueran expulsados del pleno por acercar su actitud intolerante demasiado al animalismo en un mundo de humanos. Y hay que diferenciar. Y diferenciarse. Sí. Pero sin anularse.
Julio César Sánchez
Crítico taurino del diario Lanza