Hasta hace poco tiempo, los cibercriminales utilizaban sus propios ordenadores para cometer sus delitos. Actualmente, pueden adueñarse de cientos (incluso miles) de ordenadores ajenos a los que controlan remotamente, enviándoles órdenes para que sean ellos los que cometan sus fechorías. Y todo ello, sin que sus dueños se enteren. Es lo que se conoce como botnets (redes “bot”) o redes de ordenadores “zombi”, y representa una nueva era para el cibercrimen, ya que se combina una capacidad de propagación extraordinaria con un potencial de daño sin precedentes.
Según datos de Check Point, (líder mundial en sistemas de seguridad e inventor del firewall), en la actualidad más de una cuarta parte de los ordenadores conectados a Internet en todo el mundo podrían formar parte de una de estas redes. El año pasado, por ejemplo, la botnet TDL infectó más de 4,5 millones de ordenadores y aproximadamente 100.000 direcciones por día, que se convirtieron automáticamente en herramientas para el cibercrimen.
La magnitud de su daño contrasta con lo fácil y económica que resulta su adquisición, al alcance de cualquier usuario interesado a través de Internet: actualmente, cualquiera puede adquirir por Internet las herramientas necesarias para crear su propia botnet, por menos de 500 dólares, como si se tratase de un “kit de herramientas” para realizar tareas de programación o diseño.