El 3 de octubre de 2025 no es una fecha cualquiera. Es el día en que las cotizaciones se agotan y España empieza a pagar las pensiones con deuda. Tres meses del año tirando de crédito. Tres meses viviendo del “ya veremos”. El Día de la Deuda de la Seguridad Social debería grabarse a fuego, porque simboliza lo que ningún Gobierno se atreve a reconocer: el sistema público de pensiones ya no se sostiene solo.
Los números no engañan
- Ingresos propios (cotizaciones): 158.187 millones €
- Gasto total: 209.487 millones €
- Agujero real: 51.300 millones €
- Cobertura del gasto: apenas el 75,5 %
Es decir, uno de cada cuatro euros que se paga a los pensionistas sale de impuestos o deuda. Lo que debería financiarse con trabajo se financia con crédito. Es como una familia que llega al día 23 sin dinero en la cuenta y del 24 al 31 vive de la tarjeta. Ese es el modelo que tenemos: un país entero pagando a plazos su propio bienestar.
El espejismo del “relleno” de la hucha
El Gobierno intenta vender la idea de que “la hucha de las pensiones vuelve a llenarse”. Pero no, lo que se llena no es la hucha, es la deuda. Ese supuesto “relleno” viene del Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI), un recargo creado con la reforma de 2023 que sube cada año las cotizaciones a los más de 21 millones de trabajadores y empresas de este país. La excusa del Ejecutivo de Sánchez fue “preparar la hucha” para la jubilación del baby boom, pero lo que ha hecho es poner más peso sobre la economía productiva sin reducir un solo euro de gasto. En la práctica, el MEI es como echar agua en un cubo roto: la Seguridad Social sigue perdiendo dinero por abajo mientras el Gobierno presume de que sube el nivel por arriba.
Un efecto puramente cosmético que no arregla nada. Las cotizaciones no alcanzan, y el sistema necesita inyecciones masivas de dinero público para seguir pagando. Solo hasta agosto, las transferencias del Estado a la Seguridad Social suman 40.011 millones de euros, un 16,2 % más que el año anterior. Un parche cada vez más caro.
Una bomba de relojería con fecha de activación
Cada año hay más jubilados, que cobran más, durante más tiempo. Y, al mismo tiempo, menos nacimientos y menos jóvenes cotizando. No es ideología, son matemáticas puras. El sistema de pensiones español se parece a una pirámide invertida: una base estrecha de trabajadores sosteniendo a una cima cada vez más ancha de pensionistas. Una estructura que desafía la lógica… y la gravedad. Mientras tanto, el gasto no deja de subir. La revalorización automática de las pensiones por el IPC —una medida electoralmente rentable pero fiscalmente explosiva— cuesta ya más de 3.000 millones de euros al mes, un 75 % más que hace tres años. Es una bola de nieve que rueda cuesta abajo, cada vez más grande, más rápida e imposible de frenar.
El gran engaño contable
Desde 2005, el Estado ha tenido que transferir más de 400.000 millones de euros a la Seguridad Social para tapar su agujero. Esa cifra equivale al PIB de Austria o Noruega. ¿Imaginas todo lo que podría haberse hecho con ese dinero? Modernizar infraestructuras, mejorar hospitales, bajar impuestos, invertir en innovación o vivienda joven. Pero no: todo ese dinero se ha ido a pagar un sistema que sigue generando deuda. Es el precio de mirar hacia otro lado.
Y el Fondo de Reserva, aquel orgullo nacional que superó los 66.000 millones en 2011, hoy apenas tiene 9.400 millones. Suficiente para pagar 16 días de pensiones. Una “hucha” que no da ni para medio mes.
La brecha que nadie quiere mirar
Entre 2008 y 2024, la renta real de los jóvenes cayó un 3 %, mientras que la de los mayores de 65 años subió un 18 %. Hoy los menores de 35 años ganan menos que los nuevos jubilados. Y los pensionistas reciben, de media, un 62 % más de lo que aportaron. No se trata de enfrentar generaciones, pero los hechos son tozudos: los jóvenes están financiando un sistema que no les garantizará nada. Cada subida de cotizaciones es un impuesto al empleo, al esfuerzo y al futuro. Y cada euro que se destina a sostener la Seguridad Social se resta de educación, vivienda, innovación o natalidad, que son precisamente las políticas que podrían salvar el sistema a largo plazo. Es el círculo vicioso perfecto de la irresponsabilidad.
El futuro que ya está aquí
La Comisión Europea lo dice con claridad: si no se cambia el rumbo, en 2050 las pensiones absorberán la mitad de toda la recaudación fiscal: Media España trabajando solo para pagar pensiones. Y eso, en un país con más de 100 % de deuda pública y un paro que duplica la media europea, no es sostenible. Ni siquiera es posible. El Gobierno puede negar la evidencia, pero los números ya hablan: cada día que pasa sin reformar el sistema es un día más hipotecando el futuro. Es como seguir conduciendo con el depósito vacío porque el coche aún no se ha parado.
Lo que hay que hacer
No se trata de recortar a los actuales jubilados. No se trata de asegurar que los trabajadores de hoy no sean los pensionistas arruinados de mañana. Eso pasa por un pacto intergeneracional real, sin dogmas y sin miedo:
- Separar lo contributivo de lo asistencial y financiar cada cosa como toca.
- Alinear edad de jubilación y esperanza de vida con incentivos, no castigos.
- Introducir una parte de capitalización para que el esfuerzo de cada trabajador cuente.
- Revisar la indexación al IPC: proteger a quien menos tiene, sí; indexar todo a ciegas, no.
El 3 de octubre no debería pasar inadvertido. Marca el día en que España deja de vivir de su trabajo y empieza a vivir de su deuda. No hay sostenibilidad sin responsabilidad. Y no hay justicia social si para mantenerla dejas una factura imposible a tus hijos. El futuro del sistema de pensiones no se defiende ocultando el agujero, sino cerrándolo con verdad, valentía y reformas reales. Porque seguir gastando lo que no se tiene no es progresismo ni justicia social: es simplemente pan para hoy y deuda para siempre.
En el próximo articulo expondremos como, al contrario que como pregona la izquierda, la inmigración no es la solución.
