Ayer soñé con nuestro río, soñé con el Guadiana que ya nunca será.
Sí, hoy deseo dar cuenta de paraísos perdidos en el Territorio Mancha, como me gusta llamar a esta tierra.
En efecto, son paisajes naturales fantasmales, desaparecidos, soñados, amados, evanescentes, finiquitados.
Alienados hoy por una triste y vergonzante senda ecológica, etiquetada como turismo rural, así, la triste estampa que ofrecen. Mientras lo recordaba me ha venido al corazón toda esa retahíla de nombres que he escrito, y el recuerdo emocionado de su hermosura.
Focalizo mi texto, y mi pena, en el bello paisaje fluvial conocido como Flor de Ribera, ya “per se” un bello nombre.
Si existiera tal como lo conocí, allí fuera Natura nuestro gozo, nuestra alegría. Ahora son nuestra pena.
Los nombres, los recuerdos, constituyen una especie de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Tal es la fuerza y el cariño que los habitantes de Torralba de Calatrava, tuvieron este paraje, que hoy pervive en una asociación cultural, llamada Asociación Flor de Ribera.
En flor de Ribera vivían “los del río”, como ellos se llamaban a sí mismos. Humildes pescadores y cangrejeros, con sus casas-chozas mínimas (de techo de carrizo) y sus barcas sencillas de remos, amarradas en sus inmediaciones.
En flor de Ribera había un grandioso molino harinero. Debajo de él cruzaba un poderoso Guadiana, nuestro amado río.
Avanzando, y pasada una curva, cerca, había otro puente, estrecho, llamado “El Quite”, lugar de baño, lleno de grandes peligros por la maleza de juncos que crecía, y por la salvaje fuerza de la corriente del agua bajo sus ojos. Había grandes remolinos cerca de aquel extraño puente estrechísimo, que cruzábamos con pavor, en coche. Los niños cerrábamos los ojos hasta que mi padre nos avisaba que ya habíamos logrado cruzar aquel peligro, y desembarcábamos en un paisaje llano adehesado (parte de la dehesa Zacatena) donde, en tiempos de lluvia, había agua somera, y venía todo tipo de aves, incluidos flamencos, y otras zancudas.
Felices llegábamos a Campomojao, un aledaño de fincas de cultivo, casas con carácter, y quinterías de labranza pertenecientes a familias de Torralba.
En este paisaje fue muerto nuestro río, nuestro Guadiana, asesinado-guillotinado a manos de la avaricia de unos pocos que aún querían más. Metieron grandes máquinas. Querían ganar a costa del río muchas hectáreas para cultivar arroz.
Horadaron su cauce, y lo enterraron. Allí desapareció nuestro Guadiana por siempre.
Yo estoy gozosamente marcada por ese por este paisaje fluvial que me vio nacer, doblemente apreciado en el Territorio Mancha, áspero y seco, donde sus humedales eran oasis verdes sobre la gran llanura parda.
Mis poemas son un tributo a su hermosura, de lugares arbóreos y acuáticos a un tiempo. Lugares a la medida de lo humano, a la nuestra.
ANEXOS
Adjunto la descripción actual, que hoy se da de Flor de Ribera en Internet
Flor de Ribera es un paraje que da paso a Campomojao, el enclave más septentrional del término de Torralba de Calatrava. Allí se conservan las ruinas del que, durante la Edad Moderna, fue uno de los molinos hidráulicos más rentables del Guadiana. No se sabe a ciencia cierta cuándo empezó a funcionar, aunque existen testimonios indirectos que informan de que sus ruedas ya corrían en la década de los años treinta del siglo XVI.
Su privilegiada situación, justo en los confines de la Dehesa de Zacatena, fue uno de los factores que contribuyeron a hacerlo una inversión atractiva. Fue así como el Flor de Ribera terminó siendo propiedad del colegio de los jesuitas de Almagro, quienes retuvieron su propiedad hasta 1767.
Para entonces, Flor de Ribera era mucho más que un molino y se había convertido en una verdadera “empresa” agropecuaria, donde trabajaba más de una veintena de personas.
Estos factores dan idea de la enorme importancia que tuvo este lugar, no solo el agua, sino en general, todos los recursos naturales que aquel rico Guadiana daba a los pueblos de su entorno.
En su entorno también estaba y está, persiste conta viento y marea, el molino de Puente Navarro, con su molinera, Mari, que hoy atiende el bar, donde aún se sirven cangrejos de río. Este molino está descrito en las Relaciones Histórico-Geográficas de los pueblos de España, ordenadas por Felipe II, también llamadas Relaciones Topográficas. Magnífica obra de consulta, entonces y ahora.
(In memoriam de un paraje inefable. Se llamaba Flor de Ribera, un hermoso topónimo para un lugar aún más hermoso. Allí estaba nuestro río, allí fue muerto el Guadiana. Allí nos bañábamos felices, aquellos días azules, y aquel sol de la infancia que Machado recuerda)