“Ooooooh”, dice el administrador, “¡ojo que puede ser que quizás haya brecha digital entre alumnos y alumnas!” (preferirán decir el alumnado que es término que invisibiliza por igual a unas y otros). Y el experto exclama: “Superemos la brecha digital, vamos, vamos, que estamos en abril y esto tiene que quedar listo en este mes.
Y que lo arreglen los docentes en esta semana para que nos dé tiempo a teorizar luego”. Y, claro, los docentes miran al experto, al administrador y no les preguntan si están tontos. Los docentes suelen ser gente educada. Educada por urbanidad y educada para seguir trabajando por muchas sandeces que escuchen, que las escuchan.
Los maestros, las maestras, los profesores y profesoras de ESO (porque el asunto tiene muy serias implicaciones en lo que dicen educación obligatoria) son gentes a las que ya tenemos acostumbradas a todo. Bueno, no: al reconocimiento social y salarial aún les quedan algunos flecos para que puedan acostumbrarse. Por parte de la sociedad, digo. Por parte de administradores y expertos los flecos son de telón de escenario.
Ese administrador que se asombra, les pide que digan quiénes son los que se quedan del lado malo de la brecha. Y contestan: fulanito, menganita. “Pero eso es fácil”, dice él, y añade: “Dígaseme si embrechan por falta de conexión o de tablet u ordenador”. Y estas buenas gentes no se miran unos a otras por aquello del confinamiento, pero miran al cielo pensando que el administrador ya lo sabe. Y que lo que no sabe es que Santa Bárbara y los truenos son mala cosa para aplicarla a la educación. Y más aún si quiere ejercer de Santa Bárbara intentando hacer creer que son nuevos los truenos de tormentas a las que ya tendría que haber atendido.
Porque esta situación pasó antes de que esto que nos pasa nos estuviera pasando. Empezó con el primer ordenador que apareció en un aula, se agravó regalando préstamos de ordenadores a los de un lado y otro de la brecha sin
distinción, y, oh, continúa, claro. Pero lo peor de todo es que darse cuenta de que hay brecha ahora o es un claro ejercicio de hipocresía, de hacer ruido para que parezca que estás trabajando, o, lo que también tiene su aquel, es un claro síntoma de que en tiempos de normalidad lo digital es algo que no tiene peso en educación, Y claro,
cuando no puede suplirse esa falta de peso con la habitual atención de los docentes (que es lo que ocurre gracias al trabajo de estos) llega el rasgado de vestiduras, que ya se sabe lo que, desde el Antiguo Testamento, viene significando.
Pero para que administrador y expertos no molesten y antes de que se les ocurra preguntarlo y hacerles perder el tiempo, me permito una información general que puede valer para el caso: los alumnos de ese lado de la brecha digital vienen coincidiendo con los del mismo lado de la brecha laboral, la salarial, la ocupacional, la habitacional, la motivacional y otras. Lo digo por si, de paso, y cuando esto pase, quieren hacer algo con ellos, por ellos. Ah, y ya también de paso y como información adicional, les diré a unos y otros, administrador y expertos, que para brecha, estas ratios.