“Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen”. Son palabras de Jesús de Nazaret a sus discípulos, camino de la ciudad de Jerusalén.
No sé si esta afirmación se puede aplicar a todos los jefes de la antigüedad; tampoco sé si se podría extender a todas las épocas de la historia, también a la actual. Creo que esa es la intención del evangelista al dejar escrita la frase del Maestro para todos los tiempos. Son “las cosas del poder”: es casi imposible mantenerse en él y no aprovecharse de él. ¿Qué clase de poder? Todos los tipos de poder: el político, el mediático, el religioso, el retórico… Nadie está libre de estas tentaciones del poder. Nadie. Es más, cuanta menos hondura personal, cuanto menos trabajo educativo ha realizado uno en su propia vida, más fácil es que ejerza el poder desde la tiranía.
Este domingo se celebra en toda la Iglesia la Jornada Mundial de las Misiones, el Domingo Misionero (Domund). El lema de este año es “Cambia el mundo”. ¿Qué significa este anuncio?
Lo primero en lo que podemos pensar es que, evangelizando, nuestros misioneros están cambiando el mundo; por eso, al colaborar con ellos, estamos también nosotros ayudando a que el mundo cambie.
Pero, ¿no son los políticos y los científicos los que tienen que cambiar el mundo? Dentro de la Iglesia, ¿no han de ser los que tienen cierto poder los que transformen la realidad? ¿Se puede hacer algo sin medios? ¿Se puede dar fruto sin grandes inversiones? Eso parece sugerir la campaña del Domund: cada uno de nosotros podemos cambiar el mundo apoyando, no a los que tienen en su mano los destinos de las leyes y el poder en las televisiones y en internet, sino ayudando a aquellos que se van a un rincón lejano de la historia, en medio de los pobres, sin que nadie se entere en la mayoría de los casos.
Vidas no mediáticas que cambian el mundo: ¿cree alguien de veras que esto es posible en el siglo XXI? Parece que las Obras Misionales Pontificias así lo estiman. Parece que aquellos que colaborarán con el Domund así lo creen también.
¿Qué tiene esto que ver con la frase de Jesús en el evangelio de este domingo?
El Maestro, según va subiendo a Jerusalén para entregar la vida, habla de servicio y entrega. Sus discípulos, en cambio, se van preguntando quién debe ser el primero, el jefe: interpretan la marcha a la ciudad santa como una exaltación mesiánica de Jesús en sentido político y libertador. Ahí llega la enseñanza del Maestro: “No penséis y actuéis como todo el mundo; buscar el poder, aunque sea para transformar el mundo, no ha de ser vuestro camino: quien quiera ser primero, que se ponga a servir; quien desee cambiar las cosas, que lo haga desde abajo, desde la derrota, desde el amor, desde la entrega, desde el anonimato”.
Si los discípulos tenían aquellas aspiraciones y tuvieron que ser corregidos por Jesús, no podemos pensar que, por el hecho de ser cristianos, o por haber recibido algún tipo de cargo en la Iglesia, ya estamos capacitados para extender la semilla del Evangelio. La fe, incluso las devociones más fervorosas, no eximen de la tentación de poder y de buscar una forma no cristiana de extender el cristianismo.
“No ha de ser así entre vosotros” sigue siendo una llamada de atención de Jesús a sus discípulos. No importa solo el contenido: es fundamental también la forma y, sobre todo, el lugar desde donde sembramos un cambio para el mundo. Jesús lo hizo desde Galilea, la zona menos significativa de Israel; y, al final, lo hizo desde la cruz: el lugar del mundo menos propicio y más impotente para tener fruto. Pero, ya sabemos que “si el grano de trigo no muere, queda infecundo”.