Pero, según un estudio reciente de la Universidad de Brístol (Reino Unido), en “apenas” 250 millones de años, —que en tiempos astronómicos es un suspiro—, la Tierra dejará de ser habitable, debido a las elevadas temperaturas que tendrá que soportar.
Los técnicos y los expertos en distintos campos de la ciencia, son quienes determinan los fenómenos que la actividad humana produce y cómo afectan a la vida en nuestro planeta, que, de momento, es el único hábitat natural en el que se puede desarrollar. Una vez detectado ese posible acontecimiento y previstas sus consecuencias, se establece el plan de actuación para abordarlo conjuntamente.
La capa de ozono de nuestra atmosfera; la contaminación; la necesidad de mantener la Diversidad Biológica; o la gestión eficiente del agua; son problemas que afectan al conjunto de la población mundial.
Estas cuestiones han de acometerse con la intervención de todos los países en los foros internacionales en los que se planteen las soluciones que propongan los expertos sobre estas materias.
Pero si hay un problema que afecta a la vida en la Tierra y que al abordarlo podría resolver algunos temas medioambientales, ese es el del cambio climático. En 1992, los científicos propusieron limitar la emisión de gases que producen el efecto invernadero en la atmósfera para evitar que aumente la temperatura de nuestro planeta. De esa forma se evitaría la elevación del nivel del agua del mar, y las graves consecuencias que ello ocasionaría.
Hace unos días, se ha inaugurado la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se celebra en Dubái, capital de los Emiratos Árabes Unidos. Uno de los principales objetivos de esta conferencia es —tras los fracasos de ediciones anteriores—, limitar el incremento medio de la temperatura en la Tierra. El deshielo de los glaciares y los casquetes polares, ya está provocando la elevación del nivel del mar.
En estos momentos, algunas islas del Océano Pacífico, ya han empezado a sumergirse y su población ha tenido que emigrar a lugares más seguros.
Pero esta es una cuestión difícil de resolver. Hay países a los que no les interesa participar en estas conferencias o lo hacen de manera testimonial, ya que las medidas que se pueden adoptar limitan y comprometen sus economías nacionales. Unas, por ser extractoras de combustibles fósiles. Y otras, porque sus actividades industriales podrían reducir su desarrollo debido a los compromisos que se pudieran acordar.
Los países más contaminantes y con mayor emisión de estos gases son China, EE. UU., India, Rusia y Japón. Entre todos ellos alcanzan casi los dos tercios de las emisiones totales en el mundo. Pero destaca China, que supera el 30% del total mundial; EE. UU., con el 13%; y la India, con el 7%.
Los gases que producen el efecto invernadero, —según datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente, de 2019—, son el dióxido de carbono, con un 80% del total; el metano, con un 11%; el óxido nitroso, con un 6%; y los gases fluorados, con un 2%. Y según esa misma fuente, en la Unión Europea, el consumo de energía genera más de un 77% del total emitido, —del que un tercio corresponde al transporte—; un 10,50%, lo causa la Agricultura; un 9%, los procesos industriales y el uso de productos; y un 3,3%, la gestión de residuos.
La Conferencia de Dubái, se ha propuesto la reducción drástica del consumo de los combustibles fósiles, —petróleo, carbón y gas—, que producen las mayores emisiones de estos gases. Los científicos creen que el mundo debe suprimir el uso de estos combustibles; reducir el consumo energético; e incrementar el uso de las energías renovables. La captura del carbono, aplicable a procesos industriales, parece tener un menor impacto.
Los efectos que esta propuesta provoca en la economía de algunos países, no es fácil de asumir. La mayoría de ellos, ni son emisores importantes de estos gases, ni sus economías les permiten afrontar el coste que supone implantar esas medidas. Además, pueden requerir el desplazamiento de su población. Se ha previsto crear un fondo para las pérdidas y daños que todo esto ocasiona a los países más vulnerables, aunque todavía no se ha constituido.
Según el estudio indicado de la Universidad de Brístol, el aumento de las temperaturas que hará inhabitable nuestro planeta, se deberá a dos razones. La primera es que al expandirse el Sol, emitirá más energía y calentará más nuestro planeta. La segunda, es que los procesos tectónicos de la corteza terrestre formarán una nueva Pangea, —un único supercontinente—, aumentando la frecuencia de las erupciones volcánicas, que liberarán enormes cantidades de dióxido de carbono, calentando la Tierra todavía más.
Como vemos, los tiempos de la humanidad y los astronómicos de nuestro planeta, tienen ritmos distintos. Para evitar cataclismos inmediatos en nuestro planeta, en los próximos años, es necesario establecer el objetivo de revertir, o por lo menos de frenar, el actual cambio climático. Será un reto para todos, en las próximas décadas.
Pero siempre habrá quien no confíe en los políticos que nos transmiten estas propuestas. Su poca fiabilidad les avala.