El escritor madrileño, Luisgé Martín, acaba de publicar “El odio”, que surge de su relación epistolar, de varias conversaciones telefónicas y de una entrevista personal en el Centro Penitenciario de Herrera de la Mancha, con José Bretón. Este individuo no es otro que el filicida más perverso de los últimos años en España. En 2011, asesinó envenenando a sus dos hijos de corta edad, con la única idea de causar el mayor daño posible y de manera permanente a la madre. Aplicó así, la conocida violencia vicaria.
En este libro se da a conocer la espeluznante correspondencia del autor con el asesino de sus hijos Ruth y José. De cómo, en su lógica criminal, este filicida justifica su crimen desde la venganza extrema hacia Ruth Ortiz, la madre de los niños. El escritor se sumerge en un proceso de introspección con una idea provocadora. Llega a decir que todos hemos sentido alguna vez el deseo de matar. Pero que, a diferencia de los criminales, los demás nos contenemos en esos instintos atávicos y perversos que pueden surgirnos a todos.
Pero Bretón cruzó ese umbral, el límite en el que la inmensa mayoría de los seres humanos contienen sus instintos destructivos. Su crimen fue de los que mayor reproche social y penal tiene nuestra sociedad actual y supuso una verdadera vulneración de los límites de los actos del ser humano. Fue una transgresión absoluta ética y biológicamente, al exterminar a su propia descendencia. Rompió así con el instinto básico y natural de todas las especies por perpetuar su existencia a través de quienes los suceden.
El escritor busca con este trabajo si en el fondo hay algún resquicio en el que se atisbe un mínimo remordimiento de este asesino frío y calculador. Pero parece no encontrarlo. En la mente de este criminal, su actuación asesina fue un hecho aislado al margen de su propia identidad, que ni lo asume ni lo define como persona. Lo considera una anomalía casual.
El autor indaga y busca el origen freudiano entre las causas que han posibilitado esa forma de actuar. Para ello observa su relación con el amor y el rechazo. Cuenta que su juventud estuvo marcada por una insatisfacción en sus deseos en su relación con las mujeres y por una gran inseguridad en su trato con ellas. Bretón pensó que conquistar a una mujer era una tarea imposible para él. Cuando su mujer lo abandona, su mundo se desmorona y su dolor lo convierte en el castigo eterno de su exmujer.
La publicación arroja aspectos importantes del crimen que ha hecho que la fiscal del caso se pronuncie sobre las supuestas declaraciones de Bretón. En el libro se cuenta cómo planeó minuciosamente el asesinato de sus hijos, cómo preparó el veneno o cómo comprobó que estaban muertos antes de quemarlos. Reconoce los hechos y pide perdón por el asesinato de sus hijos. Pero la fiscal del caso considera que estas declaraciones no tienen ningún valor jurídico, ya que se enmarcan dentro de un texto literario.
La fiscal intuye que lo que busca este asesino con sus declaraciones, es obtener beneficios penitenciarios como la obtención de permisos de salida. Se necesitaría que esas declaraciones se hubieran realizado directamente a la dirección del centro penitenciario en el que cumple su condena el que fue conocido como “Monstruo de Las Quemadillas”, durante el juicio celebrado en Córdoba y por el que fue condenado a cuarenta años de prisión de los que cumplirá como máximo veinticinco. Hoy lleva cumplidos más de catorce.
El conocimiento de cómo son o de por qué actúan de esa forma estos siniestros criminales han resultado siempre atractivos para los más diversos profesionales: como psicólogos, psiquiatras, médicos, criminólogos o juristas, entre otros. Pero también han hecho correr ríos de tinta de escritores, periodistas o historiadores, que se han acercado a las personas responsables de los crímenes más atroces.
En 1966, Truman Capote publica “A sangre fría”, que recoge el asesinato de cuatro personas de una misma familia en 1959 en el estado de Kansas (EE. UU.). El autor entrevistará a los habitantes de la localidad en la que se produjeron los hechos y de los dos acusados después de su detención. Ambos fueron juzgados y condenados a muerte. El proceso lo vivió Capote donde se produjo el crimen durante seis años. Desde que se conoció el crimen hasta que los culpables fueron ajusticiados en la horca en 1965.
En nuestra literatura hay un precedente de este tipo de relatos escritos a finales del siglo XIX. Benito Pérez Galdós cuenta en sus crónicas dos sucesos ocurridos en 1886 y 1888. El primero fue el crimen del cura Galeote, que asesinó al obispo de Alcalá. Y el segundo fue el crimen de la Calle Fuencarral de Madrid, en el que una criada asesina a su ama. Galeote será recluido en un psiquiátrico de por vida mientras que a la criada la ejecutaran a garrote vil.
Galdós conocerá a ambos personajes visitándolos en la cárcel. Y aunque sus conocimientos le permitieron escribir una novela, él se limitó a hacer varias crónicas publicadas en el diario bonaerense de La prensa.