La iniciativa privada está revolucionando en Almagro el concepto de mantenimiento, conservación, restauración y puesta en valor del patrimonio histórico y artístico. Los últimos intentos han sido completamente insatisfactorios. Ahí están como ejemplos de lo que no se debería permitir ni hacer la casa de la calle Mayor de Carnicerías o la de la calle Clavería, el asfaltado de calles empedradas desde hace más de doscientos años o la casa de la Ronda de San Francisco.
Almagro necesita un plan estratégico de ciudad, en el que se actualice sus planes urbanísticos y, sobre todo, la protección real del conjunto patrimonial. No se olvide –que se olvida con demasiada frecuencia- que Almagro es conjunto histórico desde el año 1972. Y esa declaración marca un hecho diferencial. Cuando tantas ciudades y pueblos buscan un hecho diferencial, Almagro los tiene y a montones.
Una realidad que, sí, es cara de mantener. De ahí la necesidad de buscar la complicidad de otras administraciones para hacer frente a esa singularidad. Almagro debe dar servicios a cerca de 200.000 visitantes cada año. Visitantes que generan riqueza, pero no tanta como para afrontar con eficacia el coste de los servicios que demandan esos viajeros y, sobre todo el mantenimiento de una ciudad histórica. No hay que olvidar, además, que el Ayuntamiento de Almagro está prácticamente en quiebra técnica. Así que el problema se agrava.
Iniciativa absolutamente privada e histórica
Sirva todo este análisis de situación para destacar una iniciativa absolutamente privada e histórica. Me refiero a la adquisición, restauración y puesta en valor del edificio de los marqueses de Torremejía, una casona en pleno centro histórico de Almagro, en la Plaza de Santo Domingo, construida en el siglo XV y con grandes modificaciones en siglos posteriores, hasta que a principios del siglo XX, el último marqués deja en herencia todas sus propiedades, incluida esta casa palacio, a los frailes dominicos, por influencia del confesor de la marquesa.
Los dominicos, que abandonaron Almagro hace ya unos años, pusieron en venta estos bienes. Antes ya se habían desecho de las propiedades de los marqueses en la vecina Granátula de Calatrava.
La casa palacio de los Torremejía fue ocupada durante casi todo el siglo XX por monjas dominicas, que dedicaron este edificio a centro de enseñanza y residencia de niñas estudiantes. Las monjas tuvieron el acierto de hacer pocas transformaciones en el edificio y conservar la vivienda de los marqueses tal y como la dejaron, como si fueran a regresar en cualquier momento. Allí había todo el mobiliario de los marqueses, cuadros, fotografías, enseres de todo tipo, vajillas, cuberterías, lámparas, etcétera. Un auténtico museo de la aristocracia almagreña del siglo XIX.
La marcha de las monjas y luego la de los dominicos puso en peligro el mantenimiento y conservación de un edificio, que es una auténtica joya arquitectónica, a la que se accede a través de una gran portada de piedra. Sin duda, uno de los palacios residencias mejor conservados de Almagro.
Adquirida por un empresario y político mexicano
Pues bien, Almagro ha tenido la suerte, de que esta casa palacio haya sido adquirida por un empresario y político mexicano, Mauricio Fernández, cuya familia compró hace ya muchos años el artesonado de la iglesia de la Universidad de Almagro, que andaba metido en barriles de petróleo en un puerto de los Estados Unidos. Ese artesonado ha adornado durante decenios el techo del salón de la casa de Mauricio Fernández en México.
Fernández es uno de los grandes coleccionistas de arte del mundo. Rodeado de excelentes colaboradores, arquitectos, restauradores, historiadores, abogados, decidió invertir en la ciudad de procedencia del famoso artesonado que durante tantos años ha decorado el techo de su casa. Y ha comprado el palacio de los Torremejía.
El objetivo es restaurar con esmero esta gran casona. Para ello ha formado un grupo de profesionales locales de contrastada experiencia, bajo la supervisión de arquitectos y restauradores de primer nivel mundial. A todos les ha pedido un compromiso de confidencialidad desde la más absoluta legalidad. Se han pedido todos los permisos obligatorios, las licencias necesarias y las autorizaciones de Patrimonio.
Se podrá recuperar el patio de siglo XV
La primera fase de restauración ya está dando resultados. Por de pronto, se podrá recuperar el patio de siglo XV, formado con columnas de piedra octogonales y con escudos en los capiteles; también volverán a ser descubiertos los artesonados ocultos durante siglos por falsos techos de escayola y yeso; y, sobre todo, se podrán admirar una serie de pinturas murales que decoraban las salas principales de los marqueses, que van a convertir a esta casona en un referente artístico a nivel nacional.
También se espera rescatar la memoria del antiguo hospital de las Ánimas, que ocupaba un ala del palacio, así como suelos empedrados originales y otros muchos elementos arquitectónicos.
Su propietario mexicano tiene el deseo de abrir el palacio a los ciudadanos, a los almagreños, y darle un uso variado: hostelero, vivienda particular y uso cultural público.
Agradecer la iniciativa privada de Mauricio Fernández
A falta de que el proyecto definitivo se complete, se dé a conocer y que todos los descubrimientos artísticos e históricos se documenten y se hagan públicos, hay que reconocer y agradecer la iniciativa privada de Mauricio Fernández. Almagro debe agradecer esta iniciativa, que cuando se complete, va a ser una referencia mundial en el complejo mundo de la restauración de edificios históricos.
La puesta en valor de este edificio generará riqueza, creará empleo y aportará otro elemento más a la calidad de la imagen de Almagro como conjunto histórico y artístico. Y todo ello desde la más estricta iniciativa privada, cuya inversión, al final, será de muchas decenas de miles de euros.
La figura de un mecenas como Mauricio Fernández está entroncada en la historia almagreña. Toda la revolución arquitectónica de los siglos XV y XVI se debió en Almagro a mecenas como el clavero de la Orden de Calatrava, banqueros italianos como los Rótulos o todos los factores que administraban el capital de los Fúcares. Los propios marqueses de Torremejía fueron patronos del convento de franciscanos. Ahora esta figura resucita en pleno siglo XXI.
Un mecenas que ahora puede ser el punto de inflexión que necesita Almagro para afrontar con éxito los tremendos retos económicos y sociales de los próximos años.
Martínez Carrión es periodista