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Cultura a borbotones. Homenaje a Isidro Rodríguez

El misántropo (Almagro, 2006). Isidro Rodríguez y Borja Rodríguez a la derecha de la foto / Luis Pizarro
El misántropo (Almagro, 2006). Isidro Rodríguez y Borja Rodríguez a la derecha de la foto / Luis Pizarro
Luis F. Pizarro

Isidro Rodríguez Gallardo, extremeño de nacimiento, de Campanario, Badajoz, «desde un 20 de marzo de un año del siglo pasado», como a él, siempre coqueto, le gustaba decir, murió en febrero pasado. Y lo hizo «en un lugar donde La Mancha deja de serlo porque se hace vértice con Andalucía y Extremadura», en el que gozaba «viendo cómo se pone el sol casi, casi, por la Extremadura». Así definió él mismo a Puertollano, el solar donde pació («Uno no es de donde nace, sino de donde pace») desde finales de los años 80 y donde fundó su célebre compañía, Algarabía, el mejor espejo para contemplar su creatividad de artista.

Cuando murió Pepe Sancho, su admirado escritor Rafael Chirbes (todavía recuerdo cuando me regalaste su libro La buena letra con un sentido «A mi amigo Luis Pizarro con cariño») dijo: «Hoy siento que, al marcharse, se lleva algo mío. Se me adelgaza un poco más el tiempo, se me ensancha lo oscuro». Desde que murió Isidro, cada vez que lo recuerdo, mi sentimiento es igual a ese.

Y mira que nuestros comienzos de trabajo conjunto no fueron los mejores, como bien recordarás. Nuestra primera reunión para sentar las bases de lo que debía ser el desarrollo de la Cultura en nuestra ciudad se produjo en el verano de 1999. Por un lado, tú, como asesor del Auditorio, que ya tenías un extenso bagaje. Y por el otro, yo, al fin y al cabo un recién llegado sin experiencia en la gestión cultural, que te espetó sin preámbulos: “No me gustan las dictaduras culturales”, lo cual creó una desconfianza que el tiempo limó pronto. Sencillamente porque ambos coincidíamos en lo fundamental: nuestro amor por la Cultura con palabras mayores (no confundir con el Festejo) y nuestro interés en que Puertollano se identificara como una ciudad cultivada.

A nuestro favor teníamos logros importantes, empezando por el Auditorio Municipal, una joya en la que, siendo concejal Antonio Rodríguez, se había ido gestando un poso. De hecho, habíamos disfrutado ya de Els Joglars, Víctor Ullate, Charo López, La Fura dels Baus. Antonio Canales, Joaquín Sabina o Julieta Serrano, entre otros. Y el Auditorio podemos decir que se convirtió en nuestra casa. De él surgiría Cultura a borbotones entre 1999 y 2009, hasta que en 2010, la crisis económica y la necesidad de hacer reformas obligaron a un parón. Hasta tal punto hubo actividad que el bello edificio se cerraba bien pocos días al año durante las temporadas de primavera-verano y otoño-invierno. Sin duda, podemos decir que, con creces, se rentabilizó con su producción cultural, el coste de tan magna obra. Teatro, conciertos, Ferias de Teatro, flamenco, zarzuelas, óperas, grupos ciudadanos, ensayos, programa de Teatro en la Escuela, cine, poesía, cursos de verano de la UCLM, grupos folklóricos, exposiciones, y un largo etc., inundaron la ciudad hasta extremos creo que gozosos para muchos de nuestros vecinos, que todavía lo recuerdan. Y no se crea que hablo de un Auditorio siempre lleno, no; entre otras cosas porque la Cultura tampoco es de masas en todas las ocasiones, ni se puede pretender que lo sea. Por otra parte, que no piense nadie que algo así pudo ser obra de pocas personas; al contrario. Sí, porque todo fue obra de un equipo que trabajó denodadamente por desarrollar tan amplio programa, empezando por Bernardo Ibáñez, el director del espacio cultural, acompañado de una plantilla de trabajadoras y trabajadores que, con frecuencia, no tenían horas suficientes, como cuando llegaban las anuales ferias de teatro. Me atrevo a decir que pocas plantillas de espacios escénicos en nuestra región daban de sí lo que nuestros empleados municipales. Justo es también reivindicar el apoyo que nos prestaron los alcaldes del momento, Casimiro Sánchez Calderón y Joaquín Hermoso, y otros como Jesús Martín, director de la Red de Teatros de la Consejería de Cultura de la JCCM o Emilio Recio, con los que compartimos muchas horas de esfuerzo tratando de consolidar a Puertollano como sede de la magnífica Feria de Teatro. Feria que, por cierto, ahora se añora, cuando es Albacete la que la alberga la Feria de Artes Escénicas y Musicales de Castilla-La Mancha. ¡Qué solos nos sentimos muchas veces!, ¿verdad Isidro?, cuando luchábamos para evitar su pérdida y para que fuera a más cada año.

Y es que no todo fueron alegrías. También hubo sinsabores del calibre del que nos enfrentamos cada año cuando había que aprobar en el Consistorio el Programa de Teatro en la Escuela, tu niña querida, una cantera excepcional de actores y actrices de nuestra ciudad, que pudieron vivir tu docencia magistral (¿Verdad Mayte Fernández?¿Verdad Ana Torres?). ¡Cuánta diatriba generaba con los grupos de la oposición! Y es que, como casi toda la gente valiosa, que despierta envidias, a ti muchos te negaban el pan y la sal… Pero salimos adelante y, a pesar de todo, ahí queda tu huella inolvidable: el Programa de Teatro Infantil, el Cine a 100, el Programa Noviembre en Danza, la Semana de la Mujer en el Arte, o la creación de lo que dimos en llamar la Sala -3 del Auditorio para acoger espectáculos de menor formato y descongestionar la sala principal. ¿Cómo olvidar el Encuentro Nacional de Poesía en 2001, al que conseguiste que viniera tu paisana Dulce Chacón? ¿O la presencia de Ian Gibson en el homenaje a Antonio Machado? Tampoco olvidaré nunca la decisión que tomamos al dedicar el tiempo que necesitaste para que el Auditorio de Puertollano se convirtiera en la sede de los ensayos desde la que se gestó la obra El Atolondrado (Molière) con Juan Meseguer, Emiliano Redondo o Aníbal Fernández. Supongo que desde donde hayas plantado tu prolífica semilla artística, cuando leas esto te alegrarás mucho, recordando lo felices        que fuimos con las apariciones en el escenario de Rafael Amargo, Sara Baras, Pastora Soler, Joan Manuel Serrat, Luz Casal, Joaquín Sabina (19 días y 500 noches), Miguel Ríos, Paco Ibáñez, George Moustaki, Enrique Morente, Presuntos Implicados Mayumaná, Els Joglars (Daaalí), Pablo Milanés, Concha Velasco (Las manzanas del viernes), Charo López (Los puentes de Madison), Nuria Espert (Medea), Centro Andaluz de Teatro, La Cubana, María Galiana, Ángeles Martín, Lluis Pasqual, Hevia, Carlos Núñez, Emilio Gutiérrez Caba, Alfonso Sastre, Beatriz Carvajal, Miguel Rellán, Juan Luis Galiardo, y un sinfín que podríamos seguir mencionando. Y no incluimos música, que eso se queda para otro momento.

Dice Gregorio Marañón y Bertrand de Lis, presidente del Teatro Real de Madrid que «Sin cultura no hay verdadero progreso, porque el pensamiento crítico y la reflexión utópica son esas alas y raíces que necesitan las sociedades para avanzar». Tú cumpliste de sobra trayendo progreso en tu vida. Tú me convenciste a mí, y creo que yo te convencí a ti. Para mí fue un honor que tú te encargaras de organizar y dirigir (como solo tú sabías hacer) la presentación de mi libro sobre la Historia del Gran Teatro en el mismísimo Auditorio que tantas satisfacciones nos dio. Nunca pensé que aquella sería la última vez que trabajaríamos juntos por la Cultura de Puertollano. Y ahora lamento más cuando me planteaste escribir la historia de Algarabía y tuve que decirte que no por estar enfrascado en otras tareas de investigación. Es una cuestión que no he olvidado y te digo que espero encontrar salud y el momento de hacerla en tu honor, con la ayuda de tus hijos Borja y Macarena, a los que mando el mensaje desde aquí.

Y vuelvo a tu admirado Chirbes cuando en París-Austerlitz escribió: «Cada septiembre, cuando todo parece impregnarse con el olor de la goma de borrar y de las virutas de los lápices recién afilados […] tengo la costumbre de hacer una parada en el tiempo y volver la mirada hacia la galería de ventanas que configuran mi existencia». Tú fuiste una de esas ventanas abiertas de mi existencia y por eso he parado para recordarte. Creo, sinceramente, que Puertollano te debe un gran homenaje de Cultura en el Auditorio… Podíamos prepararlo con gusto. ¡Hay tantas cosas con las que poder recordar tu obra! Se me viene ahora a la memoria el montaje sobre Santa Teresa de Jesús que se pudo ver en Las Edades del Hombre celebradas en Ávila (2015), en la que tú llevaste a cabo la dirección de actores… Y concluyo con tus propias palabras: «Evidentemente, una persona no muere, no desaparece del todo, hasta que desaparece el último que puede pensar en él (o en ella), entonces sí que pasa ya al olvido total». En tu caso habrá, sin dudarlo, mucha gente que te recuerde mucho tiempo. Vuelto a la tierra, estaremos contigo hasta que volvamos a ella.

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