El siempre genial Charles Chaplin tuvo muchas actuaciones memorables en su extensa filmografía. Pasó por humorista pero fue mucho más que eso. La escena de su película “El gran dictador” donde aparece bajando por una cortina como descendiendo de un hipotético cielo poniéndose a jugar con un globo terráqueo simbolizando que el mundo es suyo, que el mundo está en sus manos es antológica. Pero el globo no aguanta tal afrenta y acaba explotando. Toda una parábola de lo vanidoso e imposible que es el poder absoluto. Y es que nadie de nosotros tiene suficiente poder o falta de cordura para poder decir que el mundo está en sus manos. Aquellos locos que algún día intentaron poseerlo para disfrutarlo ellos solos acabaron estrellándolo en el suelo.
El mundo no se puede coger porque no nos cabe entre las manos. Y sin embargo todo lo que en el mundo existe y ha existido ha sido elaborado gracias a ellas. Como sucede con el trigo en el granero dos granos no son apenas nada pero junto a otros muchos conforman todo un mundo, un enorme y espléndido montón lleno de posibilidades.
Y en este granero de ilusiones, esperanzas, voluntades y sudores que es nuestro mundo son las manos que tenemos las fieles y nobles cumplidoras de ese hermoso deseo para convertir en realidad la promesa de lo que piensa nuestra mente. Si todos levantáramos nuestras manos unidas hacia una sola dirección, entonces si podríamos mantener al mundo en nuestras manos como ofrenda a nuestra historia, a nosotros mismos y ninguna mano quedaría así caída en la sombra del olvido, el abandono o indiferencia.
Mientras no hagamos estos gestos positivos de unidad se nos escaparán todos los deseos de paz, todos los esfuerzos que serán vanos entre los dedos de esta triste y caótica torre de babel que es este mundo falto de un idioma universal en que entendernos y en el que a la misma hora en que unas manos perdonan otras acusan, en el que mientras unas manos trabajan otras nos roban, unas traen la vida y otras la estrangulan, en el que mientras unas manos imparten justicia otras imparten venganza, en el que unas siembran paz mientras otras emponzoñan el mismo campo con mentiras.
Son las mismas manos que abren y cierran las ventanas para que entre o resbale en ellas la nueva luz del nuevo día. Manos que han servido y sirven para esculpir, para construir, para deleitar, para acariciar, para levantar a otros,para ilusionar, para emocionar, para curar, para dibujar, para hablar, para bendecir para ayudar a caminar, para aplaudir, para confirmar, para escalar, para triunfar, o para desesperar. Las mismas manos con las que todos comemos el pan de cada día. MANOS UNIDAS. Hemos de convencernos todos así mismo de que es posible tener el mundo en nuestras manos porque de nosotros es el mundo. ¿De quién va ser si no?
*Fermín Gassol Peco es el director de Cáritas Diocesana