Que el mundo occidental vea con ojos exóticos todo lo que ocurre desde Tarifa o desde el Cabo de Gata hacia el sur, no supone que la belleza sustancial de una cultura milenaria convierta en exótica una verdad sentida y una forma no devastada por el paso del tiempo.
Yo creo que López Becerra, alabado por tantos poetas, lleva impreso en su alma un sentido trascendente ante la forma de abordar el mundo, la forma de ver y de tocar a la familia, y la poesía de un tiempo que se estacionó para nuestros ojos occidentales que desconocen que el pueblo bereber extiende su cultura por todo el norte de África, habla su propia lengua bereber a la que tiene que renunciar porque ha sido declarada en todos los estados la lengua árabe como legua oficial.
Y hago esta breve reflexión porque creo que tiene un hueco en la forma de creer y de practicar las creencias, y así lo confirma el proverbio árabe que nos traduce el poeta, y que dice Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación. Y por la admiración que despierta en nosotros la sabiduría de Ibn Al-Jatib y las letrillas delicadas del poeta Ar-Rusafi de Valencia que aún hoy se cantan en las calles de los pueblos mauritanos por los labios limpios de los niños.
El poeta Salvador López Becerra que conoce como pocos Marruecos, acaba de publicar La Baraka y otros textos de Marruecos en las ediciones del Centro Cultural Generación del 27, dependiente de la Diputación de Málaga. Un volumen de versos de cuya sencillez sólo el agua de una cascada puede hacerle sombra. Un volumen de más de setecientas páginas que uno va sujetando con las manos mientras escucha la voz de López Becerra temblando de hermosura en el oído perceptible. Y cuando nos enseña con una delicadeza pudorosa, que parece no saber dónde es amor el amor, y cuando el desamor es una dolencia inclasificable.
Mirando el horizonte de este poeta, le escuchamos decir que un libro de verdad siempre es una historia de amor, con lo que el lector presiente que se ha situado ante la Baraka como ante un libro de libros, una voz que hurga en la herida y acaricia la cicatriz, a saber, el libro que va a vivir siempre con su alma y con su propio fin.
Nieva sobre Fez
Viene esto a cuento de aquel poema que yo no me atrevo a clasificar, en la página 59, cuando nieva sobre Fez y uno recuerda las plumas de ave que caían por todas partes cuando luchábamos mi hermano y yo con las almohadas, al uso de los antiguos bereberes, que también son el pasado moral y sensorial de quien está hablando de la hermosura de los versos en prosa de Salvador López Becerra.
Me quito la elegante corbata y sus ansiedades, dice el poeta. A esta altura del libro ya no se siente europeo, ha atravesado tantas fronteras emocionales como físicas, que los signos externos le sobran. Y así le ocurre cuando pone en duda la Función Pública que siente contraria a su vocación docente de poeta maravillado ante su tiempo y el pasado del mismo.
Este lector se pregunta si Fez es la ciudad amada del poeta, o el calado emocional que se refleja en las descripciones es otra cosa que un lamento por no estar en la muy hermosa ciudad de Málaga, poetaria, origen de tan hondos versos de sabor andalusí. Claro que algunas preguntas suscitadas por la lectura están contestadas de manera sensorial. Y así nos declara López Becerra que dar y recibir es un gesto igual en importancia, y ambos gestos nos igualan ante nuestras almas iridiscentes.
Esta recopilación tan cuidada de La Baraka y otros textos de Marruecos es una edición que marca las ediciones de poesía del año 2018; por un lado porque estamos hablando de uno de los poetas malagueños más silencioso y a la vez notable, y por otro, porque si las culturas de dos de los lados el Mediterráneo se aproximan, Dios nos abrirá los ojos. Esa es fundamentalmente la trascendencia de este libro y su significado vital de un autor pleno de vida.
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