El sistema está estructurado en la potencia de la imagen como base, en la pregnancia de lo visual. La sobreexposición que han traído las redes sociales simplemente alimenta a un ser humano hedonista y egocéntrico -y etnocéntrico- que necesita encajar en lo normativo, para que su imagen sea poderosa y le otorgue un estatus preeminente de fuerza.
Y una de las consecuencias directas de esto es satisfacer las necesidades físicas y carnales que surgen de esta nueva etapa de culto al yo material, de idolatría de los cuerpos. La primordial es una hipersexualización del individuo desde sus etapas tempranas, al estar desprovisto de cualquier ética o moral respecto a ello, lo que convierte al sexo en una herramienta de poder equiparable en el sistema social al dinero o a la clase social.
No resulta infrecuente ver cómo los niños -porque con 11/12/13 años son niños- se inician en el sexo y en la adolescencia acaba formando parte de su día a día, sin pudor y participando en prácticas sexuales múltiples, compartiendo contenido erótico propio con otras personas y un largo etcétera.
Según un informe de Save the Children llamado ‘(Des)información sexual: pornografía y adolescencia‘, más de la mitad de las personas encuestadas, un 53,8 %, informaron haber accedido a la pornografía por primera vez antes de cumplir los 13 años, y un 8,7 % antes de los 10 años. La edad promedio de acceso es de 12 años a nivel global, siendo antes de los 12 años para los chicos y alrededor de los 12 años y medio para las chicas. Estos hallazgos sugieren que la pornografía está influyendo en las características de las relaciones íntimas de los adolescentes.
Son generaciones hipersexualizadas que ven el sexo como un baluarte de posicionamiento en el sistema. En esta carrera hacia la superficialidad, la complejidad del ser humano se reduce a meros gestos físicos, y el verdadero significado del sexo se desdibuja en una búsqueda insaciable de validación externa aderezada por la dictadura del like. Es la búsqueda de la perpetuación del estatus a través de uno de los ejes de fuerza históricos e indudables del ser humano, que no es otro que el sexo.
Si tienes mucho sexo y, además, muchas parejas sexuales, tienes poder, casi tanto como si tienes mucho dinero… Es cierto que esta correlación ha existido siempre entre estos dos ejes de poder en la sociedad desde tiempos inmemoriales, pero ahora alcanza un punto álgido donde muchas vidas giran alrededor del sexo. Cada vez más casual, cada vez menos íntimo, cada vez más público y cada vez más inocuo.