También a consecuencia del confinamiento que nos ha obligado, y nos sigue obligando el coronavirus, Miguelturra se ha resignado ante la suspensión, atendiendo a los requerimientos de nuestro Gobierno Central y a las autoridades autonómicas y religiosas, las fiestas en honor a su Patrono, el Santísimo Cristo, bajo la advocación de la Misericordia, que deberían celebrarse en torno a este domingo, día diez, ya que dependiendo del Día de la Exaltación de la Santa Cruz, -día tres-, tienen lugar, aleatoriamente, el primer o segundo domingo de este mes de mayo. No se trata de “desfacer entuertos”, que diría don Quijote, sino de recordar, en la mayoría de los casos, y dar a conocer, -tal vez en otros-, el origen, las reformas, el exterior, el interior…, del templo, emblema de Miguelturra, cómo digo en el titular, “faro” de la comarca…, acerca del que podemos afirmar que es único, en su fábrica, en toda nuestra provincia y posiblemente en toda la comunidad autónoma.
Origen del templo
Antes de avanzar en este trabajo me considero en la obligación de manifestar mi público agradecimiento a escritores, historiadores, investigadores…, tales que Mariano Mondéjar, Antonio Vallejo, Diego Peris…, ya que sin ellos, entre otros, sería del todo imposible dar forma a estos párrafos. Hemos de remontarnos al siglo XVIII, por cuando se produce el famoso milagro de las sudoraciones, que se produjo en un cuadro que representaba a Cristo Crucificado, según los documentos encontrados, que se encontraba en las dependencias del por entonces llamado ya ayuntamiento viejo, admitiendo el hecho los Visitadores de la Orden de Calatrava, ya que el burgo se enclava en los que fueron parte de sus dominios, tomándose entonces la imagen del cuadro cómo protector y Patrono de la localidad.
En respuesta al suceso se acuerda construir una ermita en honor al Santísimo Cristo. Se eligen los terrenos, se consigue el dinero, -procedente de limosnas y donativos-, y se encarga su diseño a Antonio Berete, arquitecto discípulo de Ventura Rodríguez. Por fin, en 1772 se inician las obras oportunas, que finalizan cuarenta y tres años más tarde, en 1815, siendo el resultado un bello edificio, con planta de cruz griega inmersa en una estructura circular con enorme cúpula, más de cincuenta metros contando desde el suelo. En aquel mismo año, para su fiesta del mes de mayo, se traslada a él el cuadro de las sudoraciones y se coloca en el centro del retablo principal del templo.
O bien los materiales, o bien el proceso de construcción, no debieron ser muy buenos, -de mucha calidad-, ya que pasados unos años, debido a las condiciones meteorológicas y a las dimensiones del templo, sufren desperfectos que conllevan el cese de los cultos y el tener que cerrar el edificio por riesgo de derrumbe. Tiempo después se puede acometer su mejora, solventadas las dificultades económicas, y tras la demolición de la cúpula primitiva y construcción de la actual, de menos altura, se abren de nuevo sus puertas a los fieles en el año de 1915.
Para rubricar este primer capítulo decir que no se libró de la barbarie motivada por la Guerra Civil de 1936 a 1939. Fue usado cómo almacén, cómo granero y cómo lugar para guardar camiones. Además, por parte del bando republicano, -de acuerdo con los anales., fueron destruidas las imágenes y elementos ornamentales, incluido el cuadro de las mencionadas sudoraciones, cuyos restos son desconocidos aún hoy para la gran mayoría de los residentes en el municipio, y de los que por diversas causas viven actualmente en otros puntos de la península o incluso fuera de ella.
El exterior
El templo, de estilo neoclásico, -corriente arquitectónica que rescata el gusto por lo clásico-, y con planta de cruz griega y estructura circular, cómo anteriormente indicaba, presenta en su exterior, cómo anteriormente indicaba, presenta en su exterior, además de la cúpula, que se apoya en amplio cimborrio, o base de aquella, y está coronada por una linterna, o torrecilla con ventanas, sobre la que se alza la veleta, tres puertas de entrada, siendo la principal la que más llama la atención, -por la que salen las imágenes para procesionar-, podríamos decir que porticada por un arco de medio punto flanqueado por pilastras, o columnas cuadradas adosadas. Sus fustes, o “cuerpos”, son estriados y terminan, en la parte superior, con capiteles dóricos, -parcos en ornamentación-, mientras que en los laterales de la puerta encontramos hornacinas con imágenes.
Complementan la decoración externa, dando luz a la ermita, óculos, o ventanas con forma de ojo, que debieron comunicar el interior de una escalera de caracol que rodeaba el edificio, y que da acceso a la zona conocida como “paseo”, desde donde, -con mucha dificultad y consiguiente riesgo-, se puede llegar hasta la linterna, viniéndome ahora a la memoria cundo lo hizo mi padre, ya difunto, hace bastante más de medio siglo, cuando trabajaba como albañil para el “maestro” Tomás, que vivía en la calle por entonces llamada Paquito León, -hoy Avenida del Carnaval-, justamente en la “esquina de la alcantarilla”, para que si no todos, sí los más mayores, sepan a quien me estoy refiriendo. Destacan, igualmente, las balaustradas, en la fachada principal, o serie dde balaustres, que no dejan de ser columnilas que configuran la barandilla.
El interior
Aparte de la imagen del Santísimo Cristo de la Misericordia, realizada y traída tras la posguerra, y costeada por Ulpiano Fernández, que preside el retablo principal, en el presbiterio, enmarcada por cuatro columnas, dos a cada lado, con fustes estriados que descansan en sus correspondientes basas, o bases, y coronadas por capiteles de estilo compuesto, en el retablo se aprecian escenas, en relieve, de la vida de Cristo, tales que el momento en que carga con la cruz, o el de la resurrección, completan la ornamentación interior del templo otros elementos decorativos tales que pilastras, hornacinas, balcones, -o tribunas-, protegidas por las correspondientes balaustradas, que ya definíamos en otro punto. En algunas de dichas hornacinas se pueden contemplar diversas imágenes, como por ejemplo la del Beato Justo Arévalo, hijo del pueblo y sacerdote, que sufrió martirio durante la persecución religiosa acaecida entre 1934 y 1937, siendo reconocido como tal, -como Beato-, por el Papa Benedicto XVI el 28 de octubre de 2007, y cuya fiesta se celebra el 26 de noviembre.
Aparte de otros referentes ornamentales complementan la decoración de este templo dedicado, según ya hemos dicho, al Santísimo Cristo de la Misericordia, el coro bajo, frente al Altar Mayor, sobre el que pende un lienzo en el que se recuerda el milagro de las sudoraciones, y cuatro capillas, -algunas con retablo-, en las que se alojan “pasos” de la Semana Santa “churriega”, además de imágenes como la de Santa Lucía, o la Virgen Milagrosa.
Cómo miguelturreño que soy, entiendo que nos podemos sentir sanamente orgullosos los hijos y moradores del lugar, no solamente de nuestra “Torre Gorda”, sino de nuestro Patrón, el Santísimo Cristo de la Misericordia, a la sazón trazado teniendo como modelo a un gitano, -de ahí dicen que procede su color moreno-, que durante muchos años, mientras la salud se lo permitió, fue invitado a presidir el desfile procesional.
