“¡Grandiosos lugares que deberían por siempre permanecer inmutables!”. Esta frase que pronuncio el General Prim cuando visitó la zona de Cabañeros define muy bien la belleza y la riqueza natural de unas tierras que hoy se conservan extraordinariamente y que ostentan la máxima catalogación, como es la de parque nacional. Y lo ha sido gracias a los usos y costumbres de sus gentes, que han sabido mantener desde tiempos inmemorables un equilibrio sostenible entre la supervivencia propia y la conservación de la naturaleza.
El próximo día 5 de diciembre termina la moratoria y no se podrá cazar en los parques nacionales. Cabañeros es un parque nacional muy afectado por esta prohibición, pues cuenta en su interior con grandes fincas privadas, donde la caza es el principal recurso natural y sin ella la viabilidad y el valor de estas fincas es inexistente; y hay que destacar que los propietarios de las fincas se encargan de mantener un adecuado control de población de las especies cinegéticas.
Además, la caza es una de las principales actividades económicas, junto con el turismo, en estos pueblos del entorno del parque. Actividades que contribuyen a la supervivencia de unos municipios en decadencia que forman parte de lo que se ha dado en llamar la “España vaciada”.
Por un lado, el Parque Nacional de Cabañeros no ha sido el motor de desarrollo económico y turístico que todos esperábamos y que nos hicieron creer las autoridades de aquel momento, en aquellos años duros en los que muchos de nosotros luchábamos por su declaración. La gestión del uso público del parque ha sido muy deficiente a lo largo de estos 25 años, aniversario recientemente celebrado. Y el resultado es que el P. N. de Cabañeros es el último –a gran distancia de la media– de los 15 parques de la red nacional en cuanto al número de visitantes y posiblemente el menos conocido. Algo inexplicable, siendo un parque con una naturaleza privilegiada, con bellos paisajes de los Montes de Toledo y con una gran y rica biodiversidad de flora y fauna. Además de encontrarse en el centro de la península y contando con una gran extensión de terreno público.
Y por el otro lado, la prohibición de la caza en estas fincas privadas no es una buena noticia, porque ello contribuirá a empeorar la economía del pueblo y a que abandonen los propietarios el mantenimiento y la conservación de las fincas, que tendrán que recibir a cambio una compensación económica del Estado. Esta prohibición no beneficiará a nadie, pues, los propietarios tendrán unas fincas inservibles, los ciudadanos contribuyentes tendremos que pagar indemnizaciones, los pueblos del entorno de Cabañeros se empobrecerán más y la naturaleza dejará de “permanecer inmutable” tal y como deseaba el General Prim.
Con la prohibición de la caza en el Parque Nacional de Cabañeros, las autoridades tendrán que buscar una solución que no sea tan catastrófica para todas las partes. Y en cuanto al turismo en Cabañeros, es imprescindible y urgente acometer, ya, nuevas actuaciones en el sistema de uso publico del parque, que contribuya a establecer un adecuado turismo sostenible, que sea respetuoso con la naturaleza y socialmente aceptable.