Ayer en el partido Getafe Betis una vez más saltó la polémica. Dos manos una en cada área fueron consideradas de manera distinta, una como penalti no así la otra.
Antes de seguir, decir para los poco no iniciados que el VAR es un artilugio inventado para aclarar jugadas que pueden dar lugar a decisiones importantes, como tarjetas rojas o penaltis, en partidos de fútbol. Se trata de una herramienta auxiliar del árbitro destinada a corregir errores arbitrales. Y como ahora todo se dice en inglés, el VAR responde a las iniciales de “video assistant referee”, en español video-arbitraje, Un aparato de televisión donde el árbitro llegado el caso puede consultar una y otra vez antes de decidir qué pitar sin incurrir en un error. La máquina en cuestión se erige así una vez más en juez supremo, si no en palabra, en visión de dios.
Pero mira tú por donde, este juez supremo que no puede equivocarse pues no piensa ni discierne sino que se limita a dar testimonio visual de lo que ha pasado antes, está siendo cuestionado por la afición, ¿por quién sino?
Las decisiones arbitrales siempre han sido contestadas por aficionados y jugadores y no pocas veces de manera tan airada que el colegiado no ha tenido más remedio que mandar al jugador a la caseta. Para eliminar el posible error una vez más el ser humano ha recurrido a la máquina, al ser perfecto. Pese a esto el VAR como antes decía ya está siendo cuestionado; ¿motivos? La subjetividad de los espectadores y la falta de criterio en algunas decisiones arbitrales sobre determinadas jugadas que estando más claras que el agua son juzgadas de manera distinta en idénticas situaciones, ante todo y sobre todo en los penaltis. Y es en este punto, donde la cuestión se complica de manera exponencial donde según el reglamento, existen muchas vqriables a la hora de determinar si una mano dentro del área debe ser considerada como infracción. Pelota que va a las manos, manos que está pegada al cuerpo, intencionalidad, si el balón interceptado iba dentro de la portería, un galimatías de posibilidades, que fuera del área no parecen existir.
De todos es sabido que el fenómeno del fútbol siempre tuvo y ahora más, muchas connotaciones tangenciales o al margen de lo estrictamente deportivo. Siempre fue lugar y justificación también para soltar represiones, frustraciones…para dar rienda suelta de forma dialéctica a lo peor de nosotros mismos. Otros más listos sin embargo lo han aprovechado para ganar dinero, mucho dinero; jugadores, representantes, intermediarios, entrenadores y sobre todo presidentes y directivos.
Pero son los seguidores, socios y espectadores quienes mantienen con su inquebrantable afición y asistencia a los partidos y las tiendas situadas en el mismo estadio, este por otra parte incomparable espectáculo. Y esa misma afición, con el deseo de que el equipo de sus amores siempre gane, nada más comenzar el partido se calza unas gafas bifocales admirables que hacen ver las faltas de manera muy distinta según sea quien las cometa.
De la actitud subjetiva de la afición, nada que objetar, pues de lo contrario, la salsa del fútbol, la pasión quedaría eliminada. El sentimiento a unos colores siempre ha sido la nota de color que llena y alegra los estadios que otra cosa son los ultras y satélites que se aprovechan de este espacio deportivo para otros agresivos fines.
Del segundo motivo cabe decir cosa muy distinta. La máquina como antes decía no piensa, solo reproduce. Es el árbitro quien interpreta primero lo que sus ojos ven y llegado el caso lo que ahora la máquina muestra. El problema pues no está en la máquina sino en la interpretación que el árbitro encargado de manejarlo, acaba sacando.
El VAR nunca podrá suplir la decisión humana porque todavía no tiene la facultad de decirle a gritos, tío, que te estás equivocando. Aunque para la afición también daría igual. Porque al final lo que los aficionados siempre reclaman a voces es que el árbitro pite si o si lo mismo que quisieran ellos aunque estén equivocados…que para eso está el VAR.