Damián Manzanares Peco (Ciudad Real, 1953), poeta manchego, cuenta ya con una cierta trayectoria periodística, crítica (en las páginas de la revista Manxa, del grupo Guadiana) y, sobre todo, poética: Río de cielo (1993), En tu regazo (1995), Loas a Vela (2001), De celestes amores (2003) y Poemas blancos (2006) son los jalones de esta última labor. Su último libro, El vuelo de las palabras (2018), culmina y compendia, a mi juicio, su obra lírica. En efecto, son poemas compuestos y retocados durante un lapso de veinte años.
El libro se compone de dos partes. La primera contiene los poemas más personales y a mi juicio más logrados. Manzanares cultiva la estética de la poesía pura; su verso libre y blanco, medido con una respiración que oscila entre las cinco y las ocho sílabas, aunque no exclusivamente, está eufónicamente calculado para salvar y vivificar en el tiempo los sentimientos eternos, haciendo latir con hondura en algunos de sus poemas elementos simbólicos como el pájaro, el humo, los pozos de Córdoba, el paisaje manchego y andaluz. Un paisaje abierto, no cerrado como el de los jardines juanramonianos: “Mi alma / es todo aliento; / volar es eso”.
Dobletes y tripletes sostienen frecuentemente el ritmo, acompañado de una secreta musicalidad. Otras veces recurre a ritornelos o experimentos con el verso ultracorto, que domina. Pero su poesía mejor y más íntima logra conciliar los grandes espacios con una intimidad claustral y sentimientos eternos como la amistad, la fe, la soledad, el dolor. Apenas se perciben por entre sus versos los ecos de poetas, afines como Juan Ramón, Guillén, Salinas, José Martí, Whitman, los místicos y de otros venerados pero bastante más lejanos, como Quevedo.
La poesía de Damián Manzanares respira con vida una extraña autenticidad, que logra transmitir a través de la caja de resonancia de una gran soledad, de una gran inocencia y de una gran bondad. De forma dolida y personal, logra salvar del tiempo estampas y recuerdos del pasado y transformar en palabra poética los impulsos elementales de su sensibilidad: el amor a la naturaleza y a los suyos, el sufrimiento, la esperanza cada vez más escasa, la acción de gracias por ser y vivir el mundo, el paso renovado y al mismo tiempo monótono del tiempo y de las estaciones: “Mi corazón late, el mismo quizá. / Pero ya es otro”. Y poemas donde logra reflejar la paz duramente conquistada, la serenidad y el sueño siempre abierto a los futuros.
*Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, profesor de Lengua y Literatura, investigador y poeta