El significado de la Eucaristía cristiana, nacida en la Última Cena, está anunciado en el sacrificio de alianza que Moisés realizó en el desierto, en el monte Sinaí, en presencia de todo el pueblo, camino de la tierra prometida.
En aquella ratificación de la alianza hubo, ante todo, tres elementos: el sacrificio, la alianza y los mandamientos que Dios le daba al pueblo. El sacrificio, rociando con la sangre a todo el pueblo y al documento, sirve para ratificar la alianza, para sellarla; por otro lado, los mandamientos son el contenido de esa alianza, aquello a lo que el pueblo se compromete para mantenerse fiel al pacto con el Dios que le ha sacado de Egipto y lo ha elegido.
El sacrificio, la sangre, nos habla de radicalidad, definitividad; comienza algo nuevo que es irreversible. El sacrificio, por otro lado, nos habla del deseo inmemorial del hombre de entrar en contacto con Dios: la víctima, sacrificada y ofrecida, sube a Dios en nombre del fiel para establecer una comunión.
Por ello, sacrificio y alianza son dos dimensiones que se relacionan y alimentan. En el fondo de ambas, está el deseo del hombre de entrar en comunión con Dios. Que la religión sea alianza significa vincular libremente la propia vida a Dios, al Dios que nos ha elegido y ha actuado salvando al pueblo de la esclavitud. Alianza significa pertenencia, relación libre que ha de ser mantenida.
La religión no es un sentimiento, no es un conjunto de ritos, no es un cúmulo de tradiciones: la religión es una relación con Dios que determina nuestra vida. El mejor símbolo para explicarlo es el matrimonio, que tampoco es sentimiento aislado, ni afectividad pasajera, sino vinculación de la propia vida a otra persona.
Junto al sacrificio y la alianza, en el Sinaí se le ofrece al pueblo el libro de los mandamientos, la Torah: se trata del contenido de la alianza, lo que Dios exige a la parte humana del pacto para que ese pacto sea sólido y libremente establecido. El pueblo se compromete a cumplir todos esos mandamientos, asumiendo las consecuencias negativas si olvida e incumple esas normas.
De forma análoga, Jesús ha establecido con el pueblo una nueva alianza con su propio sacrificio, para que aceptemos libremente nuestra vinculación a él, cumpliendo sus mandamientos.
No están muy de moda en nuestra sociedad estas tres dimensiones que en el día del Corpus recordamos: sacrificio, alianza y mandamientos.
El sacrificio nos parece algo absurdo, innecesario, residuo de una religiosidad trasnochada y poco humana. El bienestar es el nuevo horizonte de la vida y la facilidad debería ser el tono de todo lo que hacemos; los gobiernos y la tecnología se encargan de ello. Frente a las religiones, que nos pedían sacrificios, los nuevos señores de la sociedad nos ofrecen placer y bienestar. Pero, como siempre sucede, «no es oro todo lo que reluce», la realidad es más compleja de lo que nos quieren hacer creer aquellos que nos quieren clientes y sumisos.
Tampoco la alianza, el amor fiel, la pertenencia, es un valor al que hoy se aspira. La libertad, entendida en sentido individual y placentero, hace imposible una vida de alianza, de vinculación, de compromiso personal con otras personas. Pero, al final, esta siembra de individualismo, nos hace recoger enormes cosechas de soledad y vacío; pero tal vez nos damos cuenta de ello demasiado tarde.
Los mandamientos, las normas, tampoco son, precisamente, un valor de nuestra sociedad. La espontaneidad, la naturalidad, la propia apetencia han de ser los motores de nuestras decisiones. Muchos piensan que la obediencia aliena y el futuro es de los valientes que se atreven a ir contra las normas, que tienen como única norma sus propias pasiones. Pero quien ha vivido los caminos del amor comprende bien el misterio de la vida y no se deja engañar tan fácilmente por los señores del mercado.
La fiesta de la nueva alianza, el Corpus Christi, nos ayuda a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre las claves de nuestra religiosidad. Estamos llamados a recorrer los caminos de la verdadera felicidad, que no siempre es mero bienestar; de la verdadera libertad, que no siempre es la búsqueda de uno mismo y la ausencia de compromisos.
«Haced esto en memoria mía»: de la mano de Jesús, aprendemos las preciosas claves de la nueva alianza.