Las elecciones municipales y autonómicas del pasado 28 de mayo significaron para las opciones progresistas un duro revés en diferentes localidades y regiones. En algunas ciudades, como Puertollano, era una muerte anunciada que al materializarse ha abierto viejas heridas nunca cicatrizadas en el entorno de la izquierda donde prima la búsqueda de la responsabilidad por la debacle en el , a veces, socio de batalla. Aquí hay quien se acomoda en el sofá de la intransigencia sin ver más allá de sus narices las causas del guantazo electoral. No están por la autocrítica. De tanto acudir a gestionar como se pueda las consecuencias de las malas decisiones han terminado por convertirse en espectadores de la realidad sin más oficio que el recuerdo del glorioso pasado de grandes luchas sindicales y políticas que se perdieron en el recuerdo. Hace tiempo que dejaron de combatir pero se sienten con ánimos suficientes para dar lecciones que pueden guardarse. Quién los ha visto y quién los ve.
Parece ser que el enemigo está en casa, al lado, y no enfrente.
Sin tiempo para sufrir el luto y flagelarse, se convocaron elecciones generales. Al reducirse drásticamente los días para acordar objetivos comunes, se reducían, también, las posibilidades de liarse a mamporro limpio como es la costumbre. ¿Sería una oportunidad para la templanza y la altura de miras?. Sí, por supuesto, pero como se suele decir: ‘Ya verás como viene alguien y lo jode’.
Es tiempo de unidad, ha pensado parte de la heterogénea amalgama de militancia y simpatizantes que intentan convivir persiguiendo una alternativa a lo social-liberal. Otra parte, ha decidido que es el momento adecuado para empuñar pico y pala, y cavar trincheras a base de ‘hashtags’ en las redes sociales para torpedear un proyecto que, con sus virtudes y errores, es el salvavidas de una izquierda a la izquierda del PSOE que no pasa por sus mejores momentos. Aunque estos espectáculos no extrañan a nadie, no dejan de provocar una infinita vergüenza.
En la izquierda siempre se ha defendido y perseguido la diversidad política siempre y cuando, la opción con la que se simpatice sea la hegemónica a la hora de encabezar la enésima llamada a la reconfiguración de las posiciones frente a la nueva ola, otra más, de la derecha extrema y la extrema derecha, de las que, por otra parte, se hace un esfuerzo titánico por diferenciarlas cuando, en realidad, son lo mismo.
Nunca dejará de ser digno de estudio cómo la militancia de base interioriza los desmanes de despacho para convertirse en el arma que intentará asestar el golpe de gracia a quien es su aliado natural, con quien se coincide en el 99,9 % del programa electoral pero, aún así, se combate justificando una lealtad surrealista a los dirigentes y a los ‘ideales’ que se consideran traicionados en una suerte de oscuro complot político organizado. Vuelven, en un aburrido y desilusionante bucle, las teorías de la conspiración para envenenar cualquier proceso que conlleve un necesario relevo alentadas siempre desde arriba, desde las personas que tienen la responsabilidad máxima para llegar a acuerdos sin perder el horizonte de lo colectivo, lo plural y la lógica política para responder a las nuevas coyunturas que surgen.
¡Benditos relevos! Mover sillones, nuevas caras: música de película de terror para muchos y muchas dirigentes que confunden su trayectoria de vida con la trayectoria y evolución de la organización política a la que pertenecen creyéndose tener la potestad de montar el cirio, si hace falta, para sobrevivir a toda costa. Qué extraño concepto de la propiedad respecto a tu partido. O conmigo o sin mí. O con algunos de nosotros y nosotras, guardianes de la pureza, o esto estalla por los cuatro costados. Aquellos y aquellas que llegan a creerse indispensables e insustituibles han sido, y serán, los y las principales responsables de las derrotas electorales y el fracaso de las nuevas perspectivas con la inestimable ayuda de los y las fans que hacen suyas las ambiciones personales de dirigentes que no ven el momento de dar el paso a un lado sin abandonar el barco, no hace falta, y apoyar y compartir su experiencia. Cuánto daño hacen, y harán, quienes no saben ni sabrán irse para mayor gloria de su ego. Ahora bien, existen honrosas excepciones y bienvenidas sean siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Mal camino se transita apoyando estas actitudes y se sabe de sobra.
En una de las largas conversaciones que mantuve con mi padre , con una larga trayectoria política y sindical, y sobrada experiencia en la vivencia de parecidas circunstancias,nunca he olvidado, ni olvidaré, el consejo que me dio: ‘Cuídate del sectarismo y de quienes lo practican. Considerarse de izquierdas no es un antídoto contra la estupidez’.
Aún así, y con un alto grado de ingenuidad reconocida visto lo visto por lo que las experiencias pasadas enseñan, no se puede hacer otra cosa que llamar a la coherencia y la humildad de manera urgente abandonando trincheras sectarias inútiles. Por responsabilidad, a corto plazo para el 23J y con la vista puesta en futuras citas electorales. Levantar teléfonos, acercar posturas y tragarse el orgullo que tanto gusta de exhibir. Y quien reciba la llamada, por favor, que no se demore en acudir al diálogo. La cosa apremia. Las heces nos rozan el cogote.