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Flora o el espíritu de servicio

Flora López Cano
Flora López Cano
Rocío Torres Márquez
Sería larguísimo enumerar tu muy valiosa trayectoria vital y profesional pero trataré de sintetizar las cualidades que han ido cincelando ese trajín diario tuyo

Nunca fuisteis noticia en las planas primeras

porque nunca un periódico mereció esas noticias…

(Eladio Cabañero)

Mi querida Flora: ¡Ay que ver cómo es la vida! Yo pensando en cómo comunicarme contigo el día de Nochebuena para felicitaros la Navidad a ti y a Amparo, y tú marchándote en silencio, sigilosamente y con esa prudencia tan tuya siempre pero que ahora voy a obviarla porque es necesario  hacer el definitivo balance vital pues -a pesar de tu personalísima discreción- tú has sido una persona que has ido dejando una gran huella en quienes hemos tenido la suerte de conocerte e inevitablemente quererte.

Las luces y los brillos navideños ya se han apagado, la vida recobra su cotidiano ritmo aunque a Tomelloso aún le queda la ilusión recuperada del San Antón festivo y tradicional sobre el que tú y yo buscábamos datos hablados y escritos para esa Sección de la Biblioteca Municipal- tu queridísima biblioteca- que juntas abrimos sobre la historia y las vividurías de Tomelloso y nuestros antepasados, una pasión que nos unió más aún y en la que tú aportaste un trabajo impagable, gracias a tus muchos conocimientos al respecto y, sobre todo, a que eras una auténtica red social dado los cientos y cientos de contactos que poseías de las miles de personas del pueblo y de las que memorizabas sus nombres y domicilios de modo asombroso, cuando ni existían los móviles ni las actuales tecnologías. Tu generosa faceta de catequista, de voluntaria de Cáritas y ese infinito y altruista espíritu de servicio a la comunidad que has ejercido desde niña te lo han proporcionado.

Y como te decía, he querido esperar a recuperar la cotidiana normalidad para pergeñar estas apesadumbradas palabras. Necesitaba que el dolor primero se amortiguara, que el inevitable duelo fuera asentando tantas emociones y remembranzas guardadas en el sanctasanctórum de mis vivencias y que ahora reverberan, iluminan y logran mitigar el sombrío dolor que desde el pasado día veinticuatro me sumergió en el proceloso mar de la melancolía.

Sin embargo, conforme fluyen en mi cabeza tantos y tantos momentos vividos y compartidos contigo, tu sonrisa, tu compañía y tu rauda presencia van obrando en mí el prodigio de la paz, de la alegría y de ese saber estar siempre optimista tan tuyos, pues siempre lograbas quitar importancia a tantos problemas y dificultades como los que nos asaltaban tan frecuentemente… Sé que estarás diciéndome, al leer estas palabras, pero bueno, pero bueno, pero bueno, Rocío, qué cosas tienes… (con esa rapidez con la que hablabas cuando te sentías nerviosa), y no te gustaran pero tengo que decirlo porque es la pura verdad y hay momentos en la vida en los que hay que proclamarla a los cuatro vientos en honor a la Justicia.

en el que siempre destacaban tu exquisita educación, tu nobleza, tu lealtad, tu inagotable paciencia ante la cansinez de alguna gente- a la que calificabas como “individuos”- pero que, a pesar de ello, siempre atendías, fruto de esa bondad natural que desprendías. Y todo esto aderezado por esa capacidad tuya tan única de saber preguntar y lograr que todos nos confiáramos a ti contándote hasta nuestras más íntimas circunstancias… ¡¡¡Y tú sabías escucharlas en silencio, asintiendo y sabiendo alegrarte de lo bueno y dando ánimo en lo menos bueno a todos y cada uno de tus muchísimos interlocutores!!! …¿Qué tal jovencita, jovencita…? , ¡Hola, jovencito, pero qué es de tu vida, cuánto tiempo sin verte…!  Ver tu sonrisa y escucharte esas palabras eran suficientes para que rápidamente te pusieran al día de sus recientes vidas y aconteceres que tú sabías perfecta y prudentemente guardarte con la confidencialidad que prodigabas. Y eso, admirada Flora, es un don que sólo unos pocos poseéis.

Imposible olvidar mi llegada al  entonces silencioso edificio de Independencia 32-en aquel lejano otoño de la década de los ochenta- en el que resonaban mis pasos- subiendo la famosa escalera de escalones al aire- y el afectuoso recibimiento de ti y de  Francisco-(alias “Guadina”)-, el inigualable conserje. Ésa era toda la plantilla de entonces de la Casa de Cultura y Biblioteca municipales a la que yo me incorporaba con tanta inexperiencia como ilusión. Y rápidamente fuimos llenándolas de vida y actividades no sin antes ampliar el reducido equipo de trabajo con las excelentes compañeras Elena Díaz y Mari Carmen Reguillo y con Luis Miguel que sucedió a Francisco,  ¡¡menudo quinteto formamos!! Cuánta eficacia, qué enorme compañerismo, qué capacidad de trabajo cuando estaba casi todo por hacer, por mejorar y por crecer, pero tú eras el patrón de aquel navío que iniciaba una venturosa singladura en aquella década prodigiosa de los ochenta que se abría ante nosotros.

Los vaivenes de la vida nos trajeron después a la Biblioteca a Angelines y a José Luis a quienes tú tanto has querido y de los que me decías: ¡¡Qué joyas, Rocío, qué joyas tenemos…!!  Y cuánta razón la tuya pero todos tuvimos siempre la suerte de aprender de ti y de tus infatigables ganas de trabajar. Ahora que tanto se habla del absentismo laboral, tengo que confesar que en los más de veinte años que compartimos de vida laboral no faltaste ni un solo día a tu puesto de trabajo y eso es todo un récord inigualable pues eras capaz de pasar los habituales catarros invernales de pié, sin quedarte en casa aunque tuvieras fiebre: así concebías tú la responsabilidad y el desempeño de tu trabajo al servicio de los demás en tu queridísima Biblioteca.

Pero  además siempre has  tenido tiempo para mucho más: para seguir aprendiendo nuevas disciplinas, para impartir catequesis a los niños, para  ayudar desde tu voluntariado a los más vulnerables, pasear con tus amigas, apoyar a Amparo-tu inseparable hermana- en los asuntos de vuestra casa y vuestro campo y querer, visitar y recibir a tus numerosos primos que siempre tenían las puertas de vuestra casa abiertas. Y es que tu esencia  siempre ha sido así: tan comprensiva, tan cercana y tan infinitamente generosa, sin esperar nada a cambio más que la felicidad de los demás.

Querida Flora: ¡has sido un referente en mi vida y en la de muchas personas que hemos tenido la suerte de conocerte! Cuántos niños y jóvenes, ya como adultos, han seguido recordándote y preguntando por ti en la Biblioteca. Tu diligente atención, tu valiosa ayuda en sus búsquedas de información para sus tareas, trabajos y lecturas… ¡nunca fallabas! Y sabías dónde estaba colocado cada uno de los miles y miles de libros sin necesidad de consultar las antiguas fichas catalográficas, antes de la llegada de los ordenadores. Y tú, que habías sido una niña de la posguerra, con tantas carencias de todo tipo, no dudaste en luchar y estudiar para incorporarte al mundo laboral cuando apenas había mujeres que trabajaran fuera de casa en un pueblo como era Tomelloso al inicio de  la década de los sesenta. Lo conseguiste como también supiste lanzarte sin miedo alguno- en tu última etapa profesional- al vertiginoso mundo de las nuevas tecnologías de la información  para aprender y vivir a tope la revolución que supuso todo el proceso de informatización de los fondos de la Biblioteca: libros, revistas, cd´s películas, etc. etc. Hiciste encantada todos los cursos necesarios que desde la Consejería de Cultura nos ofrecieron y una vez más continuaste dándonos ejemplo de tus ansías por saber, por actualizarte y adecuarte a las nuevas exigencias tecnológicas.

………………………………………………………………………………………………

Todo pasa y todo queda escribió el gran Machado y el tiempo inexorable nos va llevando a cada uno en la imparable rueda vital… Tú, querida Flora, ya estás en otra dimensión pero quedas en todos nosotros y en lo mucho y bueno que has dejado en este trayecto de paso que es la vida. Desde ese profundo sentimiento religioso que te ha acompañado siempre, bien sabes que aquí no se acaba todo, que volveremos a vernos algún día y, entre tanto, seguiremos unidas por ese hilo invisible y misterioso que hace posible la fe y el cariño de verdad. Estoy convencida de que así lo sienten también nuestros compañeros Elena, Mari Carmen, Luis Miguel, Angelines y José Luis. Y, por supuesto, tu querida e inseparable Amparo, tu gran pandilla de primos, tus amigas…

Como sé lo muchísimo que amabas tanto la lectura como todo lo bueno de tu querido Tomelloso y los libros-que seguro estarás ya ordenándolos en los anaqueles del cielo-, me despido, como he empezado, completando ahora los hermosos versos del sin par Eladio Cabañero:

 …que ahí, donde los veis, esta gente, estos campos,

estas mujeres secas, curtidas, estas cosas,

 merecen libro aparte, otro cantar distinto.

Un fuerte abrazo, amiga Flora, y hasta siempre.

Rocío Torres Márquez.

Enero,2024

Publicado en:
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