Tras más de medio siglo residiendo en Sevilla, ha muerto a los 89 años Francisco Mena Cantero, nacido en 1934. Aunque llevaba muchos años alejado de su tierra, fue colaborador habitual del Diario Lanza y tuvo siempre presente a La Mancha en su memoria y en su obra, y no en vano afirmó: “mi corazón está donde ha nacido, no a la vida, sino al amor, y ese sitio es Ciudad Real”.
No quiso el azar que naciese en la capital manchega, sino en Madrid, aunque su infancia y juventud transcurrieron en Ciudad Real, y nunca dejó de recibir de su tierra numerosos afectos y reconocimientos. Fue declarado hijo adoptivo en 2014 y se le dedicó además una calle. Unos años antes, el ayuntamiento de la capital decidió hacerle un homenaje y me encargó una antología de su obra, que titulé Francisco Francisco Mena Cantero: una poética de la desolación, un libro -con una amplia introducción crítica- que, lamentablemente, la citada institución no editó con todo el esmero que la publicación merecía.
Mena Cantero pertenece, junto con otros autores como Valentín Arteaga o Nicolás del Hierro, a esa generación un tanto desubicada de la posguerra española. Su obra se configura, desde Aún no ha llegado ayer, como una poética de la desolación. Toda su lírica, de raíz existencial, se vertebra sobre los ejes de la pena y el dolor, y se cimenta sobre los pilares temáticos de la temporalidad, la muerte y la evocación de un pasado ya irrecuperable.
Su visión agónica de la existencia le lleva hacia un lirismo de tono amargo y desengañado (El otro libro de Job), aunque a veces se aferra a la esperanza, a la fe o a la palabra como únicos asideros vitales, como única «verdad donde apoyar el tiempo». En semejante universo presidido por la angustia existencial y por la obsesión del discurrir temporal, apenas suponen una solución salvadora su intento de reconciliación con el mundo (Las cosas perdonadas) o sus poemarios de temática amorosa (Plural espejo y Este milagro nuestro).
De sus libros más recientes el más significativo es Volver a Ciudad Real (editado por la BAM en 2010), un regreso lírico y sentimental a la ciudad de su infancia, esa ciudad tan poblada de poetas y, sin embargo, tan olvidadiza; esa ciudad que, ahora más que nunca, debería seguir recordándole.