Confieso que este “santón de las bandas sonoras” siempre estuvo en mi cotidianeidad. Su música acompaña de manera habitual mis desplazamientos y los ratos dedicados a escribir. Su composición “Once Upon a Time in América” (Erase una vez en América) la he oído y disfrutado cientos de veces y en estos momentos.
Fue el pasado año por estas fechas cuando Ennio Morricone se despedía del público con una gira mundial de la que disfrutaron más de un millón de personas. Hasta su fallecimiento este compositor romano aún tuvo el suficiente optimismo, fuerza y lucidez para coger la batuta y dirigir a los doscientos componentes de su orquesta. Legendario compositor, nominado en siete ocasiones a los Oscar, ganador en dos, el primero honorífico y el segundo hace cuatro años por la película “Los odiosos ocho”(Quentin Tarantino), tres Globos de Oro, seis premios BAFTA, dos Grammy, León de Oro en Venecia… es otro icono vivo de la música y del cine.
Para quien escribe Ennio Morricone ha sido junto a John Williams, y Maurice Jarre uno de los más grandes compositores de bandas sonoras que ha parido madre y creo sin temor a equivocarme el más prolijo. Desde que en mil novecientos sesenta y uno compusiera la banda sonora de “El Federal”,Morricone no ha dejado un solo año de aportar su talento al mundo del séptimo arte. Más de quinientas películas, obras sinfónicas y corales a través de seis decenios con dedicación vocacional por un género en el que ha hecho historia. Sin Ennio el mundo de las bandas sonoras quedaría capado de raíz y sin él tampoco podría ser escrita la historia de la música en la segunda mitad del siglo XX.
Ya quedé impresionado con sus obras para la trilogía “Por un puñado de dólares”, “La muerte tenía un precio”, “El Bueno, el feo y el malo”, composiciones en las que junto a los gestos de Eastwood y Volontése constituyen en protagonistas de historias espectacularmente resueltas. O “Hasta que llegó su hora” con una sensual Claudia Cardinale o “Agáchate maldito” con el “cínico ”Coburn todas ellas dirigidas por su amigo de la infancia Sergio Leone, constituyen obras maestras del “spaghetti western”.
Más tarde vendrían Malena, Los Intocables de Elliot Ness, El Decamerón, Las Mil y una Noches, Novecento, Los Cuentos de Canterbury, El Clan de los Sicilianos, La Misión, Cinema Paradiso, Sacco y Vanchetti, Átame, La Batalla de Argel, La Herencia Ferramonti, Django Desencadenado, I como Icaro, Los Cañones de San Sebastián, El Serpiente, Teorema, La Clase Obrera va al Paraíso, “La Leyenda del Pianista en el Océano”, La luz prodigiosa, “U-Turn”. “El Fantasma de la Ópera”, etc…son algunos de los más significativos títulos de películas a las que puso música.
Hablar de ellas es hacerlo también de directores de la talla de Leone, Berlusconi, Tarantino, Passolini, Stone, Palma, Bolognini, Petri, Pontecorvo, Verneuil, Almodóvar, Hermoso, Montaldo, Tornatore, así hasta completar la lista con más de doscientos realizadores de muy distinto calibre que confiaron el éxito de sus cintas a la genialidad de este gigante romano de la música cinematográfica.
Y he dejado a propósito para el final la ya referida e inconmensurable obra “Once Upon a Time in América”, (Erase una vez en América) cómo no, de Sergio Leone. Su banda sonora junto a las de El Padrino y West Side Story(Nino Rota y Leonard Bernstein),dirigidas por Coppola y Wise, constituyen para mis oídos la trilogía delno va más de la música en el cine.
Ennio Morricone fue un claro ejemplo de que la vocación consiste en identificar trabajo y vida. Gracias maestro que por tu música, muchos hemos amado y amamos más el cine. Ennio, hasta luego, maestro.
