Ahora que una nueva gota fría ha desnudado la incapacidad de los poderes públicos para enfrentarse a una emergencia periódica y sistémica del oriente español, ahora que nuestros lords and masters pierden el tiempo y más dinero público en justificar sus acciones desafortunadas, torpes y tardías, ahora es momento de hablar de la obra pública.
El presupuesto del Estado, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos está dominado por el gasto corriente: pago de salarios, consultores, proveedores y pensiones. La obra pública se relega a actuaciones excepcionales para embellecer las ciudades o tomar iniciativas a veces incluso más torpes que la gestión de una emergencia.
Todos los grandes planes, ya sean de infraestructuras viales, energéticas, comunicaciones o hidráulicas llevan lustros de retraso de ejecución e incluso su planificación ya nació obsoleta.
La obra hidráulica es una de las más maltratadas en España, aunque sin ella no podríamos regar ni un matojo de alcachofas. España es un país de extremos climáticos por su posición geográfica con grandes estíos, sequías y estrés hídrico y también con grandes avenidas de agua en pocas horas.
Somos extremos
Pero ahora es momento de convertirnos en cerebrales.
España, junto con el resto de los países de la Comunidad Europea, tiene un sistema de definición y cartografía de zonas inundables clasificado en baja, media y alta probabilidad de inundabilidad.
Los mapas y su caracterización son accesibles desde la web de MITECO para cualquier ciudadano que se que quiera informar. Mapas de peligrosidad y de riesgo de inundación
El 10% del territorio español está clasificado como de alta probabilidad de inundación y en este territorio viven 2,7 millones de almas, personas que tienen y deben tener los mismos derechos que el resto de los ciudadanos españoles. Otras fuentes amplían la huella hasta 5 millones de personas.
Las zonas de mayor probabilidad o riesgo son las cuencas de los ríos Ebro, Duero y Guadalquivir, así como regiones costeras en el Mediterráneo, especialmente la Comunidad Valenciana, Murcia y Cataluña.
Esto se conoce de toda la vida. La primera riada recogida por los anales de la historia en Valencia es del siglo XII. Seguro que antes las hubo, pero las crónicas se pierden con el tiempo, como el sentido común.
Las obras para mejorar el barranco del Poyo y otras zonas que se han visto afectadas por esta riada se definieron hace quince años, pero no se han ejecutado según fuentes de la Confederación del Júcar.
Estos retrasos de ejecución y planificación son un clásico español, más que los partidos de futbol de la Premier. Y sin embargo el contribuyente acepta subida a subida de impuestos sin exigir el cumplimiento de planes que son esenciales para la vida.
MITECO ha dedicado 2.500 millones de euros para desmontar azudes y presas pequeñas y devolver los cauces ecológicos a los ríos. Es una noble iniciativa, pero es el encauzamiento de ríos y los embalses los que salvan vidas en estas situaciones de emergencia.
Esos 2.500 millones de euros habrían hecho maravillas sobre los cauces inundables de este país. El presupuesto general del estado supera los 580.000 millones de euros.
Ecología e ingeniería no pueden estar enfrentadas. La ingeniería es el vehículo para ejecutar las obras necesarias para reparar ecosistemas y hacer posible la convivencia entre naturaleza y esta humanidad cada vez más artificiosa.
Sin ingeniería no existirían las acequias, los acueductos, las grandes calzadas romanas, los embalses y presas romanas que todavía sobreviven. Y que, por cierto, han salvado vidas. La ingeniería no es de hoy, es parte del sistema creativo y evolutivo del hombre. Es la necesidad de aprender empíricamente y ejecutar ese conocimiento en obras que facilitan la vida.
Además de los daños materiales y personales de esta terrible tragedia en Valencia. Letur, Andalucía, Castellón y otras zonas de España. Además de esos daños que incrementan el gasto público y merman la capacidad de inversión en obras que mejoren las condiciones de vida. Además de todo eso tenemos una crisis ambiental en puertas. La contaminación de esta riada va a ser épica.
Por ello, en ingeniería, el dinero mejor invertido es el que se invierte a tiempo porque evita gastos y daños que incrementan innecesariamente el presupuesto. Aunque algunos en esta emergencia parezcan seres carentes de empatía, a los dirigentes les solicitamos que sean diligencia en la gestión del erario. Es el dinero que se quita a las familias para darles mayor confort a cambio de una merma en su autonomía; se detrae de las empresas que reducen así su capacidad de inversión y crecimiento para que esto lo ejecute el Estado. El dinero de todos sale del sacrificio de todos. No se puede convertir en gasto para combatir desgracias. Debe ser inversión para anticiparlas.
Y les recuerdo algo: para salir de esta situación, también es necesaria la tecnología y la ingeniería. Para limpiar cauces, sacar las cantidades de obstáculos acumulados en vías de transporte, limpiar edificios y ciudades, para recuperar la vida, todo ello se debe hacer con ingeniería.
Y sé que esto va a crear una revolera, pero un plan integral hidrológico con comunicación de excedentes entre cuencas es lo que necesita este país.
Si eres extremo, y lo somos, hay que tomar iniciativas extremas… con la ayuda de la ingeniería para implantarlas.
Myriam García Carromero. Ingeniero de Telecomunicaciones