In memoriam
Estamos de luto. El pasado 22 de octubre de 2024 perdimos a Javier de Cárdenas y Chávarri. Su fallecimiento llena de tristeza a quienes hemos tenido la fortuna de haberle conocido, puesto que era una persona generosa, afable, elegante pero sencilla, optimista, entusiasta, resolutiva e inteligente.
Nació en Bilbao en abril de 1939, pocos días después de finalizar la Guerra Civil, en el seno de una familia de arquitectos, profesión que ejerció en paralelo a su dedicación docente, que es la que, quizá, más se le ha reconocido. Doctor arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, y catedrático de la misma institución perteneciente a la Universidad Politécnica de Madrid, Javier de Cárdenas ha estado vinculado a la enseñanza universitaria de la arquitectura y a la gestión universitaria a lo largo de toda su vida. Tras su etapa como Director General de Construcciones Escolares pasó a coordinar la Comisión Rectora de la Universidad de Las Palmas y, más tarde, lideró el arranque de la Universidad de Castilla-La Mancha. También participó en la implantación de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de San Sebastián y fue director de la de Barcelona y subdirector de la de Madrid. Fue aquí, precisamente, en esta escuela madrileña y en su departamento de Construcción, desde donde Javier de Cárdenas impulsó numerosos y exitosos proyectos docentes de gran calado nacional e internacional. El Máster en Dirección de Empresas Constructoras e Inmobiliarias fue exportado por toda Hispanoamérica; a veces era más fácil encontrar a Javier de Cárdenas en cualquier aeropuerto americano que en Madrid. Además del Centro de Investigación de Arquitectura Tradicional que implantó en Boceguillas (Segovia), también fomentó la formación de la Arquitectura de Interiores con un grado y un máster propios.
Pero las actividades que más feliz le hacían y que supusieron el germen de contactos entre los —entonces— alumnos con profesores de diversas procedencias, contactos académicos y amistades que, hoy día perduran, eran los llamados cursos de verano. Ya fuese en Lanzarote o en Câmpulung (Rumanía), en San Esteban de Gormaz, Tielmes o Las Palmas, entre muchas otras localizaciones, Javier de Cárdenas organizó multitud de cursos de una o dos semanas donde se trataba de uno de sus temas de interés: el patrimonio arquitectónico, la arquitectura vernácula o la construcción tradicional. De esos talleres, cursos o seminarios nacieron incipientes trabajos que luego fueron publicados, ofreciendo a los estudiantes la posibilidad de contar con una primera publicación que los animaba a introducirse en el mundo de la investigación para el avance del conocimiento y, gracias al entusiasmo evocador de Javier, supusieron el punto de partida para muchos de nosotros y nosotras. Estas actividades las promovía a través de la Fundación Diego de Sagredo, primero, y la Fundación Cárdenas, después. Y, a través de estas fundaciones, pudo establecer y mantener la Cátedra “Gonzalo de Cárdenas” de Arquitectura Vernácula en La Habana, que organizaba anualmente unas Jornadas, sobre esta temática, de gran relevancia tanto en Cuba como en el Viejo Mundo. De esta manera homenajeaba a su padre Gonzalo, arquitecto de la Dirección General de Regiones Devastadas y gran estudioso de la arquitectura vernácula en España a la vez que establecía un fuerte vínculo con La Habana y Cuba, de donde sentía una gran pertenencia. Pasear de la mano de Javier de Cárdenas por “su” Habana era recorrer la historia, el patrimonio, la arquitectura, pero también la vida y la humanidad. Descendiente de una larga familia con arraigo en Cuba desde el siglo XVI, ostentaba humildemente el título de Marqués de Prado Ameno. El reconocimiento a sus ascendientes fue una invariante en la labor de Javier de Cárdenas, y esto se manifiesta con la institución del Centro de Estudios José Joaquín de Mora, vinculado a la Fundación Cárdenas, que rinde respeto a la figura de este influyente literato y educador que vio la emancipación de las nuevas repúblicas americanas en el siglo XIX.
Sus pasiones no terminaban con el magisterio y la profesión de la arquitectura. Ávido coleccionista, legó su colección de naipes al por él creado Museo de Naipes Marqués de Prado Ameno de La Habana. Gustaba de la música —en más de un hotel (y algún museo) le hemos oído tocar al piano piezas populares españolas y cubanas y no era extraño encontrarse con él en las óperas de Madrid, Bilbao y Barcelona— y del mar: fue presidente de la Real Asamblea Española de Capitanes de Yate y recientemente fue nombrado Miembro de Número de la Real Academia de la Mar.
Los últimos años, alejado de las aulas y los viajes, por la jubilación y por la salud, Javier de Cárdenas ha vivido rodeado y cuidado de sus seres queridos, principalmente su esposa Blanca Vilallonga, su “marinera”, pero no ha perdido su tradicional vinculación estival con Deba, donde será recordado como un generoso mecenas y alegre vecino.
La eternidad de su memoria queda ahí: en la vitalidad que ha trasmitido con enorme generosidad a varias generaciones de estudiantes y arquitectos, todos amigos del hoy llorado, pero felizmente recordado, Javier de Cárdenas y Chávarri.
Ignacio Javier Gil Crespo y María del Mar Barbero Barrera son, respectivamente, Dr. Arquitecto, Fundación Cárdenas y Dra. Arquitecta, Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid