Este 30 de agosto, en la ciudad de Tomelloso y con la tarde avanzada se ha celebrado la Fiesta de las Artes y de las Letras, como siempre, con una solemnidad llamativa para los que no la conocen. Estos premios se crearon en plena posguerra hace ya 80 años. La Fiesta de las Letras de Tomelloso siempre ha sido reconocida por las dotaciones y variedad de los premios, pues no hay prácticamente ningún evento cultural con similares características en todo el territorio español que lleve tanto tiempo vivo.
Su inicio en 1944 pudo ser animar e impulsar esos talentos y valores literarios que una ciudad con ansia de cultura podría encontrar entre sus vecinos, sin embargo, hoy, esta actividad, igualmente admirada y criticada por su carácter tradicional y falta de innovación o puesta en escena, es una celebración de las letras en la ciudad a lo largo del siglo XX. En la fiesta de las letras hay espectáculo, pero también mucho aprendizaje.
Son varios ilustres los que fueron virtuosos de la literatura. Francisco García Pavón, que da nombre a nuestra Facultad de Letras en la Universidad de Castilla-La Mancha y al premio de novela policiaca tiene una amplia resonancia nacional. Asimismo, el gran Eladio Cabañero, de la importante generación del 50, da nombre al importante premio de poesía alargando su legado en los poemarios presentados. También tienen un espacio en la celebración a falta de mujeres literatas ilustres: Juan Torres Grueso, Ángel López Martínez y Félix Grande, que respectivamente dan nombre al premio de periodismo y al de poesía y narraciones de ámbito local, con otro premio más a nombre de “José Antonio Torres”. Lo que es evidente y sorprendente es que con o sin polémicas y con la llamativa figura del mantenedor o mantenedora, el certamen está más vivo que nunca y se puede decir que ninguna ciudad de Castilla-La Mancha -y poquísimas en España- acogen un evento con la singularidad del que se celebra en Tomelloso.
Este aniversario nos es que el primer escritor y periodista de Tomelloso, y curiosamente también uno de los primeros premiados en 1944 -cuando ya solo estaba para escribir sus penas y testimonios biográficos sobre la cruenta guerra civil y su ideal Tomelloso- fue Francisco Martínez Ramírez “el Obrero”, que aunque usó un pseudónimo (José Perdomo), a quienes lo conocemos más a través de sus textos y hemos estudiado sus trabajos, no nos queda duda de que tras ese pseudónimo se encuentra el autor que forjó Tomelloso y sus valores.
Porque las letras no solo sirven para el deleite o el puro placer, con las letras se puede mejorar el mundo, transformarlo para mejor y ese es el caso de Francisco Martínez Ramírez.
Con motivo de la celebración de los 80 años desde la creación de la Fiesta literaria y siendo conscientes que no debe ser fácil añadir un nuevo premio al palmarés – tal vez uno de ensayo histórico o sobre temas locales- si queríamos traer aquí el texto de Martínez Ramírez premiado por el jurado, porque aunque no se encontraba en su mejor momento vital, sacó fuerzas para mecanografiar un artículo, enviarlo y ser premiado por el jurado.
Él mismo habla, poniendo como ejemplo a Don Quijote, de que el ideal se puede realizar en el “ancho campo silencioso” de La Mancha, que comparaba con el ideal quijotesco que Cervantes sitúo en nuestra tierra, la integración de idea y materia, como dialéctica que mueve el mundo.
Don Quijote situado en Tomelloso por su primer escritor, que quiso hacer del mundo un lugar mejor armándose caballero, y es ese espíritu el que guiaría toda la existencia de Francisco Martínez Ramírez (1870-1949), desde su periódico hasta sus últimos escritos como cronista no oficial de Tomelloso. Siempre con las letras, para el goce del alma y para la búsqueda de una vida mejor.
Transcribimos aquí su texto lleno de metáforas y símbolos como homenaje a un hombre bueno y que con las letras dio un impulso a Tomelloso como nadie antes, por ello hoy más que nunca queremos que las letras sigan guiando el camino para hacer de nuestra tierra un lugar mejor, como muchos que nos precedieron (no olvido que justo hace 1 año nos dejó Conchi Sánchez y siempre nos acordaremos cuando cada 30 de agosto se siga celebrando esta fiesta que también es suya) y otras personas que vendrán.
Notas psicológicas del hidalgo manchego
No es el Hidalgo Manchego una abstracción de la fantasía; si eso fuera, D. Quijote no habría salido de la Argamasilla para inundar con su luz, las más bellas concepciones humanas. Es una realidad viva, como todo ser de existencia física, que no puede nacer sino por la cúpula sublime de la imaginación humana, con la Naturaleza, mostrada en impresiones vitales, en estímulos de luz, en impulsos creadores y estados de éxtasis imaginativos, capaces de llevar el espíritu humano, por ambientes supersensibles, hacía la Eternidad.
D. Quijote es la representación de una idea eterna, la idea del BIEN y de la JUSTICIA, hecha realidad viva, es decir, la existencia física de un ideal, es el único modo en virtud del cual puede ser captada, por el entendimiento humano, una fuerza suprasensible. ¿Pero cómo puede nacer este ideal en una realidad psicológica? No existe la auto-creacción, ni en la idea ni en el orden físico, por que son menester dos elementos complementarios, para interpretar la fórmula eterna de la existencia. Estos dos elementos fueron; el sujeto Ideal y la Naturaleza en su manifestación más espontánea y sincera: La soledad.
Caminaba D. Quijote por el anchuroso Campo de Montiel, por la llanura infinita, cubierta de Oro por el Sol. Esta llanura es la de Tomelloso, campo virgen, donde la planta de D. Quijote hollaba un fino tapiz cuajado de tomillos, salvias y mejoranas que esparcían sus perfumes con la prodigalidad de todo lo que sobra. Su mirada se posaba en los grupos de la maraña de brillos metálicos, en las retamas elegantes, en las encinas seculares de seria prestancia y su ánimo se iba formando en el fecundo contraste de la Magestad, con las bellezas del color y las delicadezas del perfume; en la alegría que da la luz y en la solemnidad que inspira el ancho campo silencioso.
Tal era el elemento espiritual de D. Quijote. Su alma era el fruto de aquel contraste de elementos vírgenes, de intensa actividad creadora, con la función vital de un cerebro sensible a las más elevadas verdades metafísicas. Y así, cuando D. Quijote caminaba por el “anchuroso Campo de Montiel”, donde Tomelloso buscó su asiento, daba con las manifestaciones de la injusticia humana y con los desvaríos de la ingratitud: cuando el incesante caminar lo conducía por el bosque humbroso de Ruidera, era el Amor su estímulo y era su deleite la poesía. Y allá, en el ocaso de su vida ideal, cuando La Mancha era un recuerdo, constituían sus motivos ideales los inspirados por el contacto con las vulgares pasiones de Sancho, es decir, la prosa de la vida, en el triste delinar de la fantasía y de la materia…
¿Cuál es el D. Quijote exacto? ¿El tipo ideal concebido por Cervantes? ¿Es el que buscaba la injusticia? ¿El que exaltaba el amor? ¿El que revisaba la pasión vulgar? No era ninguno de estos su tipo exacto: era el alma soñadora, entregada a la contemplación de una llanura sin fin; de espléndida Naturaleza, llena de flores, saturada de fragancias, virgen y fecunda, bajo un cielo amplio, como si fuera todo el mundo, lleno de luz o cuajado de estrellas, que parecen llamarnos hacía el infinito.
Así era la psicología de D. Quijote, nacido en esta tierra, la de Tomelloso y sobre la cual bien pudo haber caminado, a solas, con las bellezas de sus pensamientos, dejando a Sancho, en su hogar de la Argamasilla, para que no hubiera sembrado, a voleo, la semilla de su pequeñez; pero don Quijote es incompleto sin Sancho, a su lado, porque ambos representan ideales complementarios, como no puede tener existencia la sombra sin luz, ni el dolor sin el placer, ni el bien sin el mal. He aquí la característica psicológica de Don Quijote, buscando su complemento en las deformidades humanas de Sancho, para que la misión romántica del Caballero andante, tuviera eterno relieve.
Y fue La Mancha el medio elegido y fue la amplia llanura del LUGAR NUEVO, bajo el cobijo celestial del firmamento más hermoso del mundo, pleno de luz en el día, cuajado de estrellas en la noche, que parpadean en la inmensidad sideral, llamando al género humano a otra vida mejor. (Francisco Martínez Ramírez )
*Profesor de la UCLM y miembro de la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades de Castilla-La Mancha.