Hace pocos días visitábamos el cerro titulado El Boñigal, paraje donde en 1530 estuvo situada Argamasilla de Alba. En tan olvidado lugar se encontraba la que fuera ermita de San Sebastián, patrón de más de cuarenta localidades españolas y un buen número de otras repartidas por el mundo. Santo nacido en Narbona (Francia) en el año 255, (ciudad en aquellas fechas parte del imperio romano); murió en Roma, con 32 años, martirizado.
En cuanto a su vida pública se educó en Milán y fue un tribuno militar del ejército de la Ciudad Imperial. Su figura es conocida por el martirio que le infligió el emperador Maximiano por no renunciar a la fe católica, el cual ordenó lo llevaran al estadio, lo ataran a un poste y le lanzaran una lluvia de flechas; pero, a pesar del sufrimiento, no murió. Lo rescataron sus amigos, aconsejándole se ausentara de Roma. Pero lejos de aceptar el consejo siguió ayudando a los cristianos perseguidos. Enterado el citado emperador, mandó lo azotaran hasta morir y después tiraran su cuerpo a un lodazal; y, de nuevo, fueron sus amigos cristianos los que lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en una catatumba que lleva su nombre. Actualmente es venerado por la iglesia católica y ortodoxa.
La fiestas de San Sebastián, San Miguel de Mayo y Santa Ana
En cuanto a la ermita de San Sebastián, situada en el segundo asentamiento de los que fueron luego vecinos de Argamasilla de Alba, la documentación del s. XVII nos dice que: «La Moraleja, en Ruidera, fue población, y allí ay una yglesia que se dice San Bartholome y en el cerro Boñigal, que es donde estuvo fundada esta villa antes que se mudase donde ahora está (1530-1535), ay otra Yglesia que se dice de San Sebastian».
Pero no era a San Sebastián (su festividad es el 20 de enero) el único al que le dedicaban los moradores de Argamasilla oraciones; pues seguido a lo anterior, nos informan que, «además de celebrar los días y fiestas de guardar de la yglesia se guardan el día de San Miguel de Mayo y el de Santa Ana». (En este caso, al igual que en la fiesta antedicha, los argamasilleros les dedicaban: una fiesta a cada santo).
La primera era la ya mencionada; la segunda la ofrendaban a San Miguel de Mayo; arcángel que, según Catholic-net, es uno de los siete arcángeles y está entre los tres cuyos nombres aparecen en la Biblia: los otros dos son Gabriel y Rafael. En cuanto a importancia de San Miguel, le dan el más alto lugar, como «jefe o cabeza de la milicia celestial». Actualmente es venerado por la tradición judía, católica, ortodoxa, copta, anglicana e islámica.
La tercera advocación a la que le rezaban en Argamasilla y celebraban su fiesta era a Santa Ana, 26 de julio, la cual, según la tradición cristiana e islámica, era la madre de la Virgen María y esposa de Joaquín, abuela materna de Jesús. Sin embargo, no aparece nombrada en los evangelios canónicos de la Biblia ni tampoco en el Corán; ya que sus datos proceden únicamente de los evangelios apócrifos: Protoevangelio de Santiago, que data del s. II. No obstante, Santa Ana, figura en el santoral por la iglesia católica y está considerada patrona de ciudades y países.
Estas tres festividades se celebraban en Argamasilla de Alba por votación que el pueblo había hecho; igualmente votaron que, la víspera de tan señalados días, no se comiera carne. La vigilia era obligada: «porque estando poblada esta villa en Santa María de Alba en el cerro Boñigal, lugar donde está la ermita del Santo Sebastián se murieron muchos y se despobló por mortandad».
Fue tan grande la mortalidad de sus habitantes que se mudaron a la Villa, «donde de presente está fundada»; pero resultó que también ha¬bía enfermedades y muertes; por ello se votó «guardar el día del Santo Sebastián y no comer carne su vigilia».
En cuanto al día dedicado a «San Miguel de Mayo», se acordó por unanimidad no trabajar ese día, 8 de mayo, por las numerosas plagas de langosta que asolaban a nuestro Lugar, votándose hacer procesión y no comer carne su vigilia.
La tercera celebración se hacía el día de Santa Ana. Los vecinos de Argamasilla votaron hacer fiesta; porque se solía trabajar dicho día; pero sucedió: «que murieron a la sazón algunos de los que trabajaban en el dicho día y desta causa se votó guardar el día de la señora Santa Ana», 26 de julio.
La forma de celebrar tan esmeradas fiestas era «ir en procesión a la dicha villa y hermita de Santo Sebastian». Pero la procesión tenía sus ritos; porque estaban obligados a realizar la mencionada peregrinación: «Una per¬sona de cada casa de las mayores, y se dice misa en la dicha ermita y se vuelve en procesión». Además, era obligatorio donar a las familias pobres o sin recursos «caridades de pan y queso y vino los tres días».
No sabemos hasta qué fechas estuvieron celebrándose las mencionadas fiestas¸ pues sólo tenemos algunos datos, siglo XVIII, respecto a la calidad de las tierras en el cerro Boñigal; ya que necesitaban cuatro años de descanso para volver a sembrar en las 130 fanegas que había en torno a dicho paraje.
Pero también pudo ocurrir, dado que en el último tercio del siglo XIX, hubo un auge de la minería en Argamasilla de Alba y parte de su término municipal, (por extensión en la provincia de Ciudad Real), afectándole a los terrenos en los que había ocupado el poblado y la ermita de San Sebastián; pues fueron subastados para la explotación minera: concretamente para la búsqueda de arcilla.
Dicha explotación afectó al nombre del paraje titulado San Sebastián que desapareció, empezándose a conocer como “Cerro de la mina”; y aún hay en dicho lugar restos de la mencionada empresa.
Explicado, sucintamente lo anterior, otro día narraremos las devociones que en nuestra localidad se organizaban en la ermita de Santa Ana; lugar también de mucha piedad, hoy desaparecida.