Los estudiosos del Mundo Clásico de la época romántica pensaban que el Estado y la ciudad, como estructura urbana planificada, habían sido creados por las familias, que ambas entidades eran producto de la organización y urdimbre de las familias. Ejemplo de este pensamiento fue Fustel de Coulanges.
Hoy los estudiosos del Mundo Clásico, con la ayuda de la arqueología y una hermenéutica distinta de los textos, piensan justamente lo contrario. Fue precisamente el Estado y la aparición de núcleos urbanos los que crearon la familia. En el estado de horda no existen las familias. La familia es un fruto que nace con la aparición de Estado y su inevitable desarrollo urbano. Las viejas teorías de Fustel de Coulanges y Bonfante han sido invalidadas principalmente por Eduard Meyer, según el cual, la formación de la gens se habría producido con posterioridad a la fundación del Estado. Antes del Estado no hay nomina (apellidos o nombre de la gens), sólo praenomina (nombres propios). Con el Estado nacen las tumbas de cámara en la que los miembros de la familia comparten el mismo espacio más allá de la muerte. Frente a la leyenda preurbana de un Rómulo sin apellido alguno, la historia cada vez más acreditada de un Numa Pompilio con nomen. Con el Estado de familias nace el censo y sirviendo a éste las primeras escrituras. También ese Estado de familias crea el Calendario con el fin articular y armonizar la vida pública y la vida doméstica. Los Colegios Sacerdotales también responden a una organización de las familias domiciliadas en el ente urbano.
La agrupación de familias crea en Roma las curias, en las que están inscritas todas las familias de acuerdo a su estirpe o linaje. Las distintas prosapias que crean la Curia constituyen la primera asamblea política, la primera asamblea gobernante. Diez familias una curia, diez curias una tribu. En total treinta curias en la Roma monárquica.
Si los comitia centuriata tienen como referente la renta y los comitia tributa el domicilio, los más viejos comitia, los curiata, tienen como referencia la sangre o el linaje. Todavía podemos ver las ruinas milenarias de la venerable Curia Hostilia.
El Estado crea la familia – además de pavimentar el suelo público – y ésta lógicamente se constituye en partícula componente del Estado. Pues el primer Estado es el Estado de las familias. Y este Estado gentilicio crea la primera civilización democrática a orillas del Mediterráneo. La libertad política es una flor gentilicia; pues la horda no está interesada por la libertad. La leyenda patriótica de la lucha entre los trillizos Horacios, representando a Roma, y los trillizos Curiacios, representando a Alba Longa, nos señala hasta qué punto las familias, constituidas por el Estado, también a éste constituyen y protegen como cosa propia. La misma muerte de Horacia, causada por su único hermano supérstite, es un buen indicativo de la comunión total que hay entre los intereses del Estado y los de las familias que lo componen.
Todo ello nos debería llevar a la conclusión de que la familia no es un órgano de la naturaleza, sino un órgano puramente político y administrativo, y ello explica la facilidad con que en los últimos tiempos se hayan constituido fácilmente familias en donde el afecto y el pacto civil, y no el sexo y el fin reproductivo, son sus principales constituyentes. La familia es un producto histórico, y no de naturaleza. Hay familias porque hay Estado, y ningún Estado, sensu stricto, ha podido sobrevivir sin la familia. Por todo ello, el Estado, por propio interés, está abocado a la defensa de la familia.