El Sr. Iglesias, el conductor de PODEMOS, invocaba el otro día, como arma de combatir lo que él llama “la ultraderecha”, el concepto de “fraternidad”, una de esas tres electrizantes Schlagwörter de la Revolución Francesa, que ya se había convertido en una idea universalista y noble objetivo antropológico con el cristianismo, cuando sus raíces, paradójicamente, son claramente nacionalistas y exclusivistas, la “isogonía” de los griegos.
La isogonía es el origen común de los que han nacido en el mismo lugar, y fue una idea que fue tomada por el nacionalismo ateniense durante la Guerra del Peloponeso y, posteriormente, contra los propósitos imperialistas de Filipo de Macedonia.
Yo creo que ahora el líder ultraizquierdista vuelve a utilizar el concepto de fraternidad en el viejo sentido de la isogonía, con el significado de hostil exclusivismo, no contra otras razas y etnias, aunque nunca se sabe, sino contra todos aquellos que están fuera de la secta marxista revolucionaria antiliberal, la derecha canalla y meapilas.
Por otro lado, uno no entiende que el divino don Pablo hable de fraternidad y seguidamente no pronuncie el concepto complementario de sororidad (brotherhood and sorority). Todos los hermanos y hermanas de esa secta suya predestinada con político destino manifiesto.
También diríamos que quizás el pecado nos hermane a todos los hombres, porque el pecado, el primer pecado del hombre, resulta hereditario. Es una hermandad en el mal que nos traslada a otra categoría, metábasis eis állo génos. Y a partir del momento en que los dioses abandonaron el mundo, el árbol del ofídico conocimiento ocultó para siempre el árbol de la vida dichosa. La fraternidad natural se convirtió en la hermandad artificial de la serpiente. Y es esta hermandad herpóntica, dotada de un conocimiento de acuerdo obligatorio, la que se enfrenta con ímpetu de cruzada a toda la variopinta derecha de las tinieblas.
En realidad, cuando las palabras indicaban significados de materias o acciones concretas eran más inocentes, porque con ellas el engaño es más difícil. Es un hecho, como más adelante veremos, que las raíces indoeuropeas *bhrâter y *swesor, hermano y hermana, respectivamente, indicaban roles y funciones muy concretos en la familia y en la tribu nómada, como es, por ejemplo, el caso de “hija”, *dhugether”, sánscito “duhitar”, ingl. daughter, al. Tochter, etc, raíz emparentada, según Lessen, con “duh-“, raíz que significaba – y significa aún en sánscrito – “ordeñar”. El nombre de “la que ordeña”, dado a la hija de la casa, presenta a nuestros ojos un sencillo idilio de la vida pastoril y poética de los indoeuropeos. Uno de los servicios por los cuales podía hacerse útil la hija, antes de casarse, en una morada nómada, era ordeñar el ganado; y no deja de tener cierta amable y teocritea delicadeza el que un “pater” (“protector”) llame a su hija “lecherita”, en vez del latino “filia”, que significa cría. La relación semántica entre hermano y hermana había sido santificada y sancionada por nombres que eran ya tradicionales antes de que los indoeuropeos saliesen de los Kurganes en distintas oleadas. La significación original de *bhrâter (sánscrito bhrâtar, latín frater, inglés brother, alemán Bruder, etc. ) parece haber sido “el que conduce o ayuda en el rebaño”, y la de *swesor ( sánscrito svasar, latín soror, inglés sister, alemán Schwester, etc. ) “la que ayuda o consuela”; de hecho, en sánscrito “svasti” significa “alegría” o “felicidad”.
Es una pena que la palabra “frater” haya perdido su significado concreto y sencillo y noble “del que conduce a alguien o lleva algo” para componer la abstracción pomposa de fraternidad, que en manos de un político de este pelaje queda corrompida y deteriorada en una seductora palabra-ronroneo que te seduce y engaña. No es la primera vez. Los primeros cristianos se llamaban hermanos porque se comportaban de verdad como hermanos, pero cuando ahora un jerarca prelaticio de la Iglesia del Papa Francisco nos llama “amadísimos hermanos” es una retórica vana de muy mal gusto. Lo mismo pasó con los comunistas con su palabra talismán “camarada”, tavarich, que después de Stalin, que mató a tantos millones de camaradas, se convirtió en un sarcasmo con muy poca gracia. Quizás sólo la sororidad de algunas “sores” que uno conoció de pequeño en un colegio de monjas, que me enseñaron a leer y con las que me reía y era feliz entre los cinco y los siete años quede aún en parte.
Los griegos, por su parte, fueron los indoeuropeos más concretos de la tierra. Llamaron al hermano “adelphós”, palabra que deriva de “delph”, esto es, útero; por lo que “adelphos”, significaría “couterino”, o el que ha compartido el mismo útero con otro ser humano. Ésa sí que es una fraternidad real o “adelphótes” de verdad. El delfín tiene la misma etimología, por ser un “pez” con útero.