¿Cuál ha sido la enseñanza más importante que hemos adquirido? Por otro lado, ¿he colaborado, también, a que otros aprendan y se hagan preguntas profundas? La vida es maestra gracias a tantos alumnos-compañeros que nos regala en el camino; gracias, también, a nuestros interrogantes más profundos que nos atrevemos a no acallar; gracias, muchas veces, a los sufrimientos y retos que nos llegan sin esperarlos.
Podríamos preguntarnos, también, quiénes han sido los grandes maestros que nos han ayudado a ir aprendiendo el sutil arte de vivir con sentido. En muchos casos, esos maestros pueden tener el rostro de un libro, o de una película, o de algún curso que hemos realizado, o algún viaje…
También han existido maestros en el pasado que siguen siendo referente para nuestra formación y aprendizaje. Uno de estos maestros, del pasado y del presente, es Jesús de Nazaret. Para los creyentes, él es el gran Maestro, el único, que nos habla a través de muchas circunstancias, palabras y personas.
Él no es solo maestro en temas de religión, sino maestro pleno de vida, de humanidad y de futuro.
Una de las asignaturas más importantes que este maestro enseñó a sus discípulos fue el arte de la oración. Ahí sigue, enseñándonos también a nosotros esa capacidad de hablar con el Invisible que todo lo escucha, esa capacidad de escuchar a aquel que es silencio y palabra, que se revela en todo lo que ha creado.
El precioso texto de san Lucas que nos habla de Jesús como maestro de oración será proclamado este domingo en nuestras eucaristías, que están llamadas a ser verdaderas escuelas de oración.
Jesús ha estado rezando toda la noche y los discípulos le piden que les enseñe a orar. La necesidad de orar es suscitada en los Doce, por tanto, al ver a Jesús en oración; esta es la primera característica del verdadero maestro: vive antes de enseñar, enseña lo que vive e incentiva a los alumnos con lo que él vive. Por otro lado, esta vinculación entre oración de Jesús y oración de sus discípulos, nos dice que Jesús no solo enseña fórmulas para rezar a Dios: la oración del discípulo es participación en la oración misma de Jesús. El discípulo quiere aprender porque ve a Jesús rezando y el discípulo aprenderá a rezar, no solo como Jesús, sino con Jesús, unido a su plegaria.
Palabra clave: Abbá
De hecho, la palabra clave que Jesús usa en su oración –Abbá, Padre– es la misma palabra con la que comienza su enseñanza: la oración cristiana es una participación en la experiencia filial que Jesús tiene de Dios. Rezamos el Padrenuestro como Jesús nos lo enseñó y lo hacemos, siempre, en presencia de Jesús. Podríamos decir que, si Jesús no hubiera resucitado, no sería lícito rezar el Padrenuestro.
¿Es importante aprender a rezar? ¿También nosotros tenemos deseos de saber rezar y de dejarnos enseñar por Jesús? Muchos, no saben siquiera lo que es la oración: nunca vieron a nadie rezando que les interrogara; otros, creen no necesitar la oración, es signo de su falta de fe: ¿a quién rezar si la existencia de Dios les resulta incierta? Otros, en cambio, rezan sin pensar que sea necesario aprender, como si la oración surgiera, espontánea de nuestros propios deseos; en el fondo, no necesitan a Jesús para rezar al Padre, no viven la fe como discipulado, como camino y esfuerzo, como aprendizaje precioso tras las huellas de un Maestro.
Hemos gustado la belleza de ver al Maestro rezando; por eso, queremos aprender de él el arte de hablar con Dios, queremos experimentar con él la hondura del amor de Dios. En este domingo, en el corazón eucarístico de la Iglesia, Maestro, enséñanos a orar.