Es como si tuviera a mano un diccionario de bolsillo con sinónimos o eufemismos a los que acudir para decir de una manera, digamos de suave a enmascarada, aquello que responde a una realidad más grave, profunda o distinta.
Tras decir que sus cambios de estrategia política, de opinión o de criterio, han sido debidos a las circunstancias, sin explicar siquiera de una manera somera que esas circunstancias han sido buscadas y aceptadas por él, si la misma amnistía la ha concebido como un gesto de generosidad para lograr la convivencia…sin explicar tampoco con quienes ni entre quienes se va a conseguir, su última palabra utilizada para definir a la persona que estará presente en los acuerdos con los independentistas ha sido la de acompañante.
En un primer momento la figura, que muchos no entendemos (siquiera el mismo hecho) fue calificada como relator, después verificador, mediador, para más tarde pasar a llamarse la ya citada de acompañante del proceso, un vocablo más neutro. Porque la diferencia entre un verificador o mediador con la de acompañante es sustancial. Las primeras indican desconfianza entre las partes y la segunda algo así como apadrinar una relación. Y no convenía dar la sensación de que las promesas de Sánchez no se van a cumplir, faltaría más…
En relación con esto, Santos Cerdá ha declarado que la reunión mantenida en Ginebra con Junts ha ido bien, dejándonos sin saber las razones que le han llevado a calificarla con al menos un aprobado.
Los españoles seguimos expectantes todavía por conocer las bondades de los términos, acuerdos, pactos negociados o firmados en la más absoluta opacidad, algo a lo que sin duda tenemos derecho, porque, además, en ese diccionario que Sánchez maneja con tanta destreza, no figura por ningún lado como sinónimo, siquiera eufemismo de los conceptos opacidad u ocultamiento, el de trasparencia, santo y seña electoral.