Cuando escribía estas líneas para el Semanario de Lanza escuchaba de fondo la declaración del ex presidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, en el tercer día del “juicio del procés” que se celebra desde el pasado martes en el Tribunal Supremo contra los políticos y activistas independentistas catalanes por los hechos ocurridos el 1 de octubre de 2017.
“Se me acusa por mis ideas y no por mis hechos”, “me considero un preso político” …. fueron algunas de frases del político independentista catalán que no por esperadas han dejado de ser titulares de prensa y recibir comentarios de toda índole, estos días en los que el país ha vivido una de las semanas más convulsas de los últimos años.
Al margen de las declaraciones que podamos ir escuchando de los acusados durante en este largo proceso judicial, la realidad es que solo la coincidencia del inicio del juicio del procés con el debate en el Congreso del proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE) ha tenido como consecuencia inmediata el final de la actual legislatura y el adelanto de las elecciones generales, convocadas para el próximo 28 de abril.
Difícil ha sido abstraerse de lo sucedido esta semana tanto en el Congreso de los Diputados como en el Alto Tribunal pese a la gran actividad política y económica que se ha desplegado en la provincia. Ni hemos sido ajenos a la actividad del Parlamento español ni a las consecuencias de los resultados que arrojó la votación en la que sumaron fuerzas los partidos independentistas con sus contrarios, PP y Ciudadanos, para tumbar los presupuestos de Pedro Sánchez.
Sin duda, el juicio a los líderes independentistas catalanes se llevó por delante cualquier tipo de esfuerzo que propiciara el diálogo con Cataluña pero más a más, lo que conocemos como la “cuestión catalana” se ha convertido ya en una “máquina”, si se me permite, que pone y quita gobiernos como los ciudadanos no lo eviten con sus votos en las urnas.
No es fácil entender cuales son los intereses de los dirigentes políticos catalanes. Si su opción pasa por iniciar algún tipo de diálogo con el gobierno de España para desbloquear la relación con el Estado o por mantener una confrontación permanente que redunde en una mayor gloria de su causa. Pero también es posible que el independentismo se haya quedado enganchado en una espiral de intereses y contradicciones de consecuencias imprevisibles hoy y cuya resolución solo se me antoja posible confiando en la sabiduría del votante el día 28 de abril, como fórmula única de avance en la resolución de un conflicto que lleva camino de eternizarse.
Momento complejo
Pasé la mañana de este 13 de febrero –cuando en el Congreso se votaban las enmiendas a los PGE- sentada en un pasillo al que la necesidad ha reconvertido en sala de espera y desde donde los pacientes aguardamos sin prisa la consulta con el especialista. La temperatura política de ese día me llevó a transformar el fastidio que ocasionan las esperas cuando son imprecisas y largas como los caminos de La Mancha, por una especie de protección audiovisual, a modo de burbuja, desde donde recapacitar para entender el complejo momento que vivimos.
Me tranquilizó observar a mi alrededor la normalidad con la que la gente aguardaba la espera, sin sobresaltos, con paciencia, y ¿ajenos? a la vorágine del Congreso. Mientras, a través de la pantalla de mi teléfono avanzaban a la carrera, con maneras faltonas también, las intervenciones de los líderes políticos que todos conocemos.
Cuando salí a la calle había levantado la niebla. Unos obreros recogían el hato para ir a almorzar, mientras decenas de viajeros esperaban la llegada del autobús para regresar a su casa. Para entonces, ya estaba abierta la puerta para la campaña electoral. Desde este pasado viernes, 15 de febrero, estamos más cerca de vivir uno de los períodos más largos de campaña. Disfruten desde ahora.