“…Soy María Alejandra, aunque todos los que me conocen me llaman Sandra…”
Así comienza la historia del personaje que impregna toda mi nueva novela ‘La mirada triste de un perro’, publicada por Éride ediciones, de la que ella misma dice: “…las cosas que sucedieron en mi pasado fueron reales y de esa manera me vienen a la memoria, a cada momento, cuando formo ideas en la mente de ese tiempo que ya no existe, salvo en algún lugar…”
Después de haber madurado la historia de esa joven mujer, me atrevo nuevamente, a ponerme a disposición de mi público lector para su deleite, y atendiendo a su demanda. Afronto la responsabilidad de ofrecer una creación más elaborada, de contenido literario más complejo, pero asequible para cualquier lector, que justifique mi trayectoria al alza, con relación a las obras anteriores.
Ella, Sandra, nace tres días antes de la muerte del dictador, encontrándose en su desarrollo con los nuevos cambios aportados por la democracia, en un pueblo no lejano de la capital, en el que vive hasta su matrimonio, trasladándose a otro lugar, aún más cerca de la ciudad, donde la carretera justifica su existencia, por sus idas y venidas constantes.
Historia cargada de personajes
Cuando dicen que la memoria empieza a flaquear, me atrevo a contar una historia cargada de multitud de personajes, siendo unos fundamentales y algunos ocasionales.
Sandra relata su enrevesado y amargo presente, envolviéndolo con las maravillas vividas antes de que su vida se transforme en tormentosa, haciéndose fuerte ante tanto momento ingrato, circunstanciando su presente.
El Pensador convierte su tertulia en el bar de Melitón y La Palmira, en un lugar de encuentro con el médico, el cura, el alcalde, el veterinario, la propietaria de la gasolinera, la señora republicana de izquierdas, que mantiene correspondencia con La Pasionaria, el comunista, que se opone a todo lo que se trate, y todo aquel que desee participar, con el fin de encontrar soluciones a los problemas del pueblo, que el alcalde somete a la corporación.
El Chichones, El Jacinto, El Celemín,
Las calles, casas y el término municipal, en general, acogen a El Chichones, El Jacinto, El Celemín, Valentina y Paloma, las de la gasolinera; Ángel El Viejo, El Romántico, Tolito, El Metralla, La Blasa, La Marianica, El Borrachín, La Agorera… Y así una larga lista de almas con su peculiar historia personal, que Sandra nos va definiendo, echando mano de sus recuerdos, no lejanos.
Posiblemente no sea mi obra definitiva, pero sí me comprometido con ella, haciendo lo que mi empeño me dicta: escribir por oficio, pero con pasión.